sábado, 9 de marzo de 2024

MARIA MAGDALENA, SARA Y LOS MEROVINGIOS



Leyendo sobre los 200 años de la muerte de Napoleón Bonaparte, donde describen cómo fue su autocoronación ocurrida el 2 de diciembre de 1804, en la Catedral de Notre Dame de París, me llamó la atención que en uno de los atuendos que lució, fue una capa de armiño con incrustaciones de pequeñas abejas de oro, todas a mano. Estas fueron halladas durante el reinado de Luis XIV en la tumba de Childerico I, miembro y primer representante histórico de la dinastía merovingia, que tenía dominio en los siglos V y VIII de Francia, Bélgica, Alemania y parte de Suiza.


Detalle de abejas de oro de Childerico I 


Meroveo fue rey de francos salios, pero poco se conoce sobre su vida, solo que se casó en muchas oportunidades, ya que en esta dinastía eran polígamos. Se conoce también que fue un conquistador y un expansionista, lo que le permitió incorporar los territorios que hoy ocupan en la actualidad Bélgica y parte de Alemania.

El vínculo de María Magdalena con esta dinastía, es una polémica que en la actualidad se sigue debatiendo, ya que la dinastía Merovingia procede de las tribus de los sicomoros, que los sitúa en territorio germánico, y luego comenzaron a denominarse francos. El motivo por el que Napoleón le hace un guiño con las abejas a esta dinastía en su coronación, se debe a que por aquellos años los vinculaban a María Magdalena, aunque esta dinastía además de las abejas tenía al oso como símbolo totémico, y era considerado sagrado.

Los merovingios eran considerados como una personificación y encarnación de la “Gracia de Dios”, por lo que se sentían similares a la de Jesús, y fueron los pioneros en llevar la búsqueda y creación de cualquier vínculo que los emparentara con María Magdalena, fue en esa época que surgía la Leyenda del Santo Grial.

Estos eran considerados reyes que reinaban pero que no gobernaban, y se llegaron a estimar más como sacerdotes, además llamados reyes vagos, acusados de practicar las artes esotéricas, por lo que se les conoció también como los reyes brujos o taumaturgos. En las investigaciones que se han realizado, se cuenta con algunos ensayos donde hablan de esoterismo, se ha dicho que los descendientes de los merovingios provienen de una supuesta relación entre Jesús de Nazaret y María Magdalena, y de la cual nació una hija llamada Sara o Sara la Negra, que emigró desde Judea hasta el sur de Francia, en donde su linaje llegó al poder del reino franco con esta dinastía.

Pero fue en el año 2006 que en un documental del programa llamado “Buscando la verdad”, en el canal de The History Channel, tras una investigación se le hizo un análisis genético a la que fuera la quinta esposa del rey Clotario I, llamada Argunde (Arnigonda), perteneciente al linaje de la dinastía Merovingia, y dio como resultado no poseer los marcadores de personas provenientes del Medio Oriente, pero su ADN mostró provenir de Europa.

Nada de ello está comprobado científicamente, pues afirmaciones de todo tipo se han realizado, muchas de ellas plasmadas en libros, incluso algunas se han llevado a la pantalla grande, en la mayoría de los casos jugando con la fe de las personas, principalmente cuando lo hacen para vender un ‘best seller‘.


Autor: Por Joannes Karles 


Fuente: http://templarios.ning.com





Sara de Marsella


Conocida como Sara la Negra, esta patrona de los gitanos posee afiliaciones extraordinarias. Entre ellas, la de ser hija de Jesús y María Magdalena.


Las primera leyendas sobre Jesús y su matrimonio con María Magdalena provienen de la época inmediatamnte posterior a la del propio Jesús. Sin embargo, estas historias fueron relegadas y finalmente desplazadas hacia visiones consideradas como heréticas, de modo que se transformaron en historias clandestinas, secretas y sobre todo peligrosas.


La posibilidad de que Jesús haya contraido matrimonio con María Magdalena y que de esa unión hubiese nacido una niña cobró gran fuerza en la Edad Media; sobre todo en el sur de Francia, más precisamente en la región de Aix en Provence, donde la tradición asegura que Marta y Lázaro de Betania llegaron de su exilio junto a una María Magdalena embarazada.


Otras leyendas sostienen que Sara no nació en Francia, sino que llegó a las costas de la bretaña junto a José de Arimatea (y el Santo Grial) y una corte de seguidores de Cristo que habían huido de Palestina, entre ellos, María Salomé, María de Cleofás (tía de Jesús), Maximino, Marcela, Celidonia, Trófimo de Arlés y algunos otros. 


El viaje hacia Francia se realizó gracias a un milagro náutico. La embarcación atravesó el Mediterráneo sin timón ni velas hasta llegar a Nuestra Señora de Ratios, que desde 1838 se llamó Saintes Maries de la Mer, (Santas Marías del Mar), en la región de Provenza, muy cerca de Arlés.





Según la tradición el grupo se dispersó en el año 48 d.C. Lázaro fue a predicar a Marsella, Marta y Marcela a Tarascón, Máximo se dirigió a Aix en Provence, Trófimo a Arlés y María se retiró a una cueva en las montañas de Saint Maximin la Sainte Baume.


La figura de Sara, en cambio, es mucho más esquiva. Las leyendas medievales apenas la sugieren como una posibilidad inquietante. Debido a que su tarea principal era mendigar para financiar las expediciones evangelizadoras de sus compañeros se la asoció al pueblo gitano, y desde entonces se la considera como su patrona o santa, a pesar de que nunca fue canonizada.


No obstante, las leyendas a menudo se contradicen, ofreciendo versiones muy disímiles del mismo personaje. Por ejemplo, se dice también que Sara vivió durante un tiempo en la ribera del Ródano en la Galia. Allí practicaba una especie de magia primordial muy poderosa. Los gitanos la adoraban, y una vez al año realizaban una procesión hasta su casa para recibir su bendición.


Esta misma tradición sostiene que Sara no era en realidad la hija de Jesús, y que su tarea fue ayudar a los exiliados de Palestina que buscaban refugio en aquella zona.


Los que defienden la teoría de que Sara era la hija de Jesús y María Magdalena sostienen que la verdadera identidad de la muchacha debía ser protegida a toda costa; y que no era extraño que se la haga pasar por sirvienta en orden de protegerla de sus enemigos.


Sara aparece en muchas tradiciones orales, pero recien en 1521 se la menciona en un texto de Vincent Philippon llamado: La leyenda de las santas Marías (La légende des Saintes-Maries).


Allí se comenta que en 1447 Renato de Anjou le solicitó al papa Nicolás V una bula para permitirle rastrear los cuerpos de los santos que se veneraban secularmente en la región. Renato encontró los restos mortales de María Magdalena y sus compañeras, y fueron colocados en relicarios ornamentados. La pobre Sara, en cambio, no calificaba como santa, de modo que sus restos fueron conservados en modestísimos relicarios, tal como luego lo registraría Jean de Labrune.


Históricamente no se reconoce ningún culto a Sara, la hipotética hija de Jesús, al menos anterior al 1800. El folklorista Fernand Benoit comenta que los gitanos realizan una extraña procesión anual justo antes de la procesión de las Marías. Esta tradición procede del siglo XV, aunque no se conoce a ciencia cierta si su objetivo era adorar secretamente a Sara.


Los que están a favor de la figura de Sara como hija de Jesús, sostienen que los gitanos buscaban enmascarar su culto, y que la adoraban bajo la forma de una mujer negra, cuya estatua era llevada en andas hasta las costas del mar. 


En este sentido, la hipótesis es antropológicamente inviable. Los gitanos proceden de la India, donde adoraban a la diosa Kali representada como una mujer negra como el ébano, y su culto consistía en largas peregrinaciones hacia el mar. Demasiadas coincidencias como para tratarse de dos cultos diferentes.


La historia de Sara no concluye aquí. La idea de que Jesús contrajo matrimonio con María Magdalena y que juntos engendraron a Sara está fuertemente instalada en las leyendas locales. Sin embargo, no se han encontrado pruebas concluyentes que ubiquen su culto en la antigüedad.



Para los amantes de las sincronías etimológicas hay que decir que el nombre Sara, en hebreo Sarah, significa literalmente "princesa".


Fuente: http://templarios.ning.com


dp



1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena nota!!
Leonardo Gabriel Dal Masetto