Cayetana de Alba, la duquesa de 19 nombres y 46 títulos de nobleza que tuvo todo menos una madre
Fue la aristócrata con más títulos nobiliarios del mundo -más que los propios reyes- y también la más excéntrica. Vivió el amor con libertad y desenfado: a pesar de la oposición de sus hijos, se casó a los 85 años con un hombre 25 años menor. Murió hace siete años (en 2014) y no se convirtió en leyenda, ya lo era
Por Susana Ceballos
20 Nov, 2022
“Vive y deja vivir” ese era el lema que guiaba la vida de Cayetana de Alba o la duquesa de Alba. Y si algo hizo fue cumplir con ese lema a rajatabla y tener la vida que tuvo. Tuvo tantos títulos que entró al libro Guinnes de los Récords: cinco veces duquesa, dieciocho veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y condestablesa y catorce veces grande de España. Tuvo un título como decimoctava jefa de la casa de Alba que le permitía entrar a la catedral de Sevilla sobre un caballo si es que lo hubiese querido.
Tuvo una biblioteca de 30 mil libros, entre ellos una Biblia de 1430 que se salvó de la Inquisición y fue la primera traducida al castellano, las capitulaciones matrimoniales de Juana de Castilla y Felipe el Hermoso, documentos autobiográficos de Cristóbal Colón y hasta la escritura de venta de un pazo en Galicia del año 1026. Tuvo una colección de 52 tapices, y una pinacoteca con 249 óleos de artistas como Velázquez, Rubens, Tiziano, El Greco, Goya, Zurbarán, Pablo Picasso, Miró, Marc Chagall más una impresionante colección de porcelanas, relojes, espejos y armaduras.
Tuvo un padre, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó que fue diputado, ministro de Instrucción Pública, ministro de Estado, Embajador en el Reino Unido y XVII duque de Alba de Tormes, entre otros títulos. Tuvo una madre, María del Rosario de Silva y Gurtubay, que falleció de tuberculosis a los 33 años cuando su hija apenas tenía ocho. Era una mujer tan bella que Ignacio Zuloaga, uno de los pintores más importante de ese tiempo, la retrató vestida de rojo, con mantilla negra, rosario y abanico y esa imagen se convirtió en símbolo de los valores de la mujer española.
Tuvo un nacimiento muy esperado. Su madre, había sufrido dos abortos previos y la tarde que comenzaron las molestias del parto, su padre invitó a cenar al filósofo José Ortega y Gasset, al escritor Ramón Pérez de Ayala y al doctor Gregorio Marañón. De esa forma se aseguraba la presencia de una eminencia médica, además de los médicos que atendían en el parto. Cuando su hija nació, a la 1:45 de la madrugada, lo primero que exclamó el padre fue: “¿Qué es, una niña? Bien, perfecto”. Cayetana aseguraba que nunca, jamás, dio la menor importancia al hecho de que hubiera sido mujer porque la educó como si fuera un varón.
Tuvo un bautismo digno de una princesa más que una duquesa. Su padrino fue el rey Alfonso XIII y su madrina, su esposa la reina Victoria Eugenia. Para la ceremonia trajeron la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán que solo se utilizaba para bautizar a los monarcas o a sus descendientes.
Tuvo la educación propia de las niñas nobles de su época: en casa, con nodrizas y “nannies”, que le enseñaron inglés, francés, alemán, arte y música. Tuvo la tristeza de las hijas que crecen alejadas de sus madres. Tuvo miedo pero no tuvo abrazos, cuando se supo que su mamá padecía tuberculosis, por temor al contagio le impidieron acercarse.
Tuvo una infancia entre París y Londres bajo los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Su padre fue el primer embajador de Franco en el Reino Unido, hasta que renunció al comprobar que el dictador no tenía intenciones de restaurar la Monarquía. La hija conversaba a menudo con Winston Churchill, primo y amigo de su padre. También jugaba con la princesa Isabel -que tenía su misma edad- aunque prefería por divertida a su hermana, Margarita. Isabel luego sería reina y en caso de que Escocia se hubiera independizado de Inglaterra, Cayetana podría haber sido su monarca por ser una de las dos descendientes de la Casa de Estuardo, que gobernó Escocia desde 1371 hasta 1603.
Tuvo un amor adolescente con Pepe Luiz Vázquez, un torero que la traía “loca de pasión” y que se truncó cuando su padre la mandó a estudiar a Londres.
Tuvo una boda acordada por su padre, otra polémica con un ex cura y una tercera que su familia detestó. Tuvo la que en su momento fue “la boda más cara del mundo” con su primer marido, Luis Martínez de Irujo y Artacoz, que según la prensa de la época, estuvo a la altura de la de la reina Isabel celebrada ese mismo año. El día del enlace, la familia Alba donó medio millón de pesetas para los pobres de Sevilla y dio de comer a mil de ellos. En el banquete nupcial, los 2500 invitados consumieron 700 kilos de pescado, 400 kilos de jamón y bebieron 5.000 botellas de vino y 2.000 de champán. Con su primer marido parió a sus seis hijos, Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia. Vivió un matrimonio de 25 años que se terminó cuando él murió de leucemia y ella quedó viuda, con 46 años.
Tuvo una tercera boda a los 85 años con Alfonso Diez, un hombre 25 años más joven y gran amigo de su segundo marido. Los hijos desconfiaban amor pero ella se defendía “No quieren que me case, pero ellos cambian más de pareja que yo”. Para evitar suspicacias les donó toda su herencia y el 5 de octubre de 2011 con un diseño de encaje y color rosa, volvió a casarse. Después de la ceremonia, se sacó sus ballerinas y bailó una rumba ante el público que la vitoreaba. “¿Qué es lo mejor de la vida? El amor. ¿Y el amor tiene edad? Para mí no”.
Tuvo varias polémicas en su vida. Una, bastante bizarra, en abril de 2006, cuando según denunciaron varios afectados, cien pasajeros de un avión de Iberia que hacía el recorrido de Ibiza a Madrid tuvieron que dejar sus maletas para que la duquesa de Alba pudiese embarcar con todo su equipaje, compuesto por cuarenta maletas.
Tuvo una polémica más complicada con la izquierda española y los sindicatos de agricultores que la acusaron de haber hecho fortuna, en parte, gracias a las nutridas subvenciones agrícolas que recibió de la Unión Europea. Según un informe de la ONG Oxfam, ella y sus hijos recibieron 1,8 millones de euros en ayudas de la Política Agrícola Común (PAC) solo en 2003.
Tuvo un nombre terriblemente largo: María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza Fitz-James Stuart y de Silva Falcó y Gurtubay. “De todos los nombres que mis padres eligieron para mí –ocho o nueve–, el de Cayetana es el que más me gusta y el que siempre he usado. También me encanta Eugenia”, solía aclarar.
Tuvo un viaje inolvidable por Egipto cuando era pequeña y el famoso arqueólogo Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankamón, les sirvió de guía solo a ella y a su padre, en las pirámides y en sus excavaciones. Tuvo una luna de miel que duró seis meses y donde recorrió Europa, México y Estados Unidos para terminar en Hollywood, donde con su primer marido, alternaron de fiesta en fiesta con Gary Cooper, Cary Grant, Henry Fonda, Marlene Dietrich y Bing Crosby.
Tuvo un solo gran arrepentimiento: no haberse dejado retratar -quizá desnuda- por Pablo Picasso, porque su primer marido, Luis Martínez de Irujo, se lo prohibió.
Tuvo tantas tierras que según el mito se podía cruzar España sin salir de ellas. Tuvo una fortuna que para algunos era de 850 millones de dólares y para otros superaba los cinco mil millones. Tuvo, aunque nació en Madrid, un amor incondicional por Sevilla, a la que de joven recorría disfrazada de mendiga y a la que eligió para que reposaran sus cenizas. Tuvo todo lo que quiso tener incluso el epitafio que ella misma eligió: “Aquí yace Cayetana, que vivió como sintió”.
Nota de dp: No debía inclinarse para saludar a ningún Rey o Reina, ni tampoco al Papa, por su jerarquía nobiliaria. Sin embargo la hacía.
dp
1 comentario:
Gracias Daniel
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