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martes, 1 de julio de 2025

LA LEGENDARIA GALERIA DEL ESTE


MURIO LA GALERIA DEL ESTE Y SOLO LA HABITA UN FANTASMA: MARIO SALCEDO Y LA DISQUERIA "EL AGUJERITO"




Mario Salcedo es la memoria viva del “santuario” en el que juntó a Borges con Spinetta y por el que vio pasar a Bill Evans y Rodolfo Walsh.
Por Hernán Firpo (Diario Clarín) 04/09/21

Algo extraño ocurre en esta ciudad de insaciable rotación comercial, donde puede que haya locales jactándose en inglés y sin el menor orgullo irónico: “Since 2014”. Vamos en busca de El Agujerito, la mítica disquería de 3x2 que está en la no menos legendaria Galería del Este desde (since) 1969. Más que una disquería, un símbolo de resistencia, nos dice Andrés Calamaro.
Camino al centro pensamos que las distintas vueltas de la vida lograron que el vinilo, con su sensual formato físico, tonificara cierta clase de negocio en permanente vía de extinción. Lo hemos comprobado en una calle cualquiera: un elepé sobaquero de Vilma Palma es como llevar el Ser y la Nada bajo el brazo.
Sólo Godot sabe por qué las disquerías tuvieron otra chance. O tal vez todos los negocios tengan sus 15 minutos de reparación histórica. De ser así, quién sabe, pronto llegue el turno de los parripollos.
Nombres a prueba de centennials
Sin decir tu edad, mencioná algo que los centennials no entiendan: Casa Tía, Eduardo Sport, helados Lollipop, botines Sacachispas, Ginebra Llave, Vascolet, disquería El Agujerito.
“Peperina, de Seru Giran, fui a comprarlo el día que salió a El Agujerito en la calle Maipú”, nos dicen puntuales 40 años después de la aparición de ese disco.
Hemos visto a famosos en lugares extraños: Robert Duvall en una sastrería de Recoleta. Luca en el Colegio de Escribanos. Fernández Meijide en El Agujerito. Natacha Jaitt en una panchería al lado de la cancha de Vélez. Al nene de Sexto Sentido (Haley Joel Osment) en una cervecería en San Telmo.
Se escribió que El Agujerito fue fundado por Susana Silva y los hermanos Epstein como disquería especializada en jazz y rock. Siempre estuvo en el local 10 de la Galería del Este y se caracteriza(ba) por piezas fabulosas, importadas e inhallables.
Según cuenta la leyenda –El Agujerito lo es-, el logo del local fue diseñado por Luis Felipe Noé con “estética psicodélica”. Se dijo más: su sola existencia era un llamador de ángeles para melómanos y buscadores de tesoros.
Una foto en sepia
Llegamos a la Galería del Este un martes a las 15.45. Todo a media luz. Ni Federico Manuel Peralta Ramos hubiera imaginado lúgubre a este lugar. Lo único que está bien iluminado es el baño. Pegás un grito y se escucha el eco.
Una foto en sepia. “Empezábamos a la tardecita en la Manzana Loca, alrededor del Instituto Di Tella: el bar de la Galería del Este, el Florida Garden, el Moderno. Después desembarcábamos en la avenida Corrientes”, nos contaba Javier Martínez, de Manal.
Hasta sería preferible que esté legalmente cerrada. Tristísimo panorama. La Galería del Este se suma a la pena que nos da la calle Florida. El Agujerito: tocás la vidriera del santuario como si se tratara de un animal asustado y te quedás ahí pachucho, sin posibilidades de escribir una crónica de viaje ni una crónica de viejo.
-No abre hace como dos años. De 30 locales no más de cuatro están abiertos.
Un fantasma que habla​

Una voz por encima de la espalda da entender que no estamos tan solos. El tipo parece relativamente inofensivo. Mediana estatura, barba candado, la gorra apenas más grande que un kipá.
-¿Usted dice que los demás están vacíos?
-Digo que lo único que tiene trabajo en la Argentina hoy es la ignorancia.
-Perdón, creo que lo tengo visto de alguna parte, ¿puede ser?
-Puede ser. Soy el fantasma de Galería del Este. Mario Salcedo, mucho gusto.
Nos invita a tomar asiento en una de las sillas del barcito famoso donde se sentaba Borges. El escritor vivía enfrente, nomás cruzar la calle Maipú. Sobre las mesas hay tres pocillos, pero el bar –y casi todo lo demás- se encuentra cerrado. Las tazas, dice, no se pueden tocar. “Son como instalaciones que fijan testimonio de un último café”.




-¿Trabajás acá?
-Trabajaba. Estoy en la galería desde 1968. El Agujerito abrió recién un año después.
-¿Qué está pasando, Mario?
-Esto murió –dice con una risa espeluznante-. ¿Sabés lo que es ahora la Librería de La Ciudad, donde García Márquez firmó la primera edición de Cien años de soledad y donde Borges prácticamente vivía?
-No.
-La tiene un muchacho que vende discos usados…
Objeto de estudio
Caminamos como flaneurs por los pasillos sombríos mientras nos cuenta que es la quinta nota que le hacen en dos meses. Que así como uno llegó para saber sobre determinado local célebre, ni por casualidad somos los únicos memoriosos.
-¿La atracción de lo “vintage”? –le sugerimos sin ansiedad.
-Te pido por favor un poco más de respeto…
Mario tiene 76 años y una cara entre José Luis Gioia y el genial Ricardo Becher. “Se está haciendo un documental sobre la galería. Este sitio es importante de verdad”.
Su misión en lo que le queda, dice el fantasma, es rescatar los tesoros de una época y un lugar bien determinados.
-El cantante de Virus, Federico Moura, tenía un local de ropa y una productora justo detrás tuyo. En esa mesa empezó la historia de Soda Stereo. Moura les produjo el primer disco y Soda ensayaba en un sótano que está acá abajo. El bar donde estamos –dice como un guía de turismo- se llamaba Barbudos y Borges, que venía todos los días, preguntaba por mí…
-¿Por qué?
-Porque yo era sus ojos dentro de la galería.
Borges se cruzó con Spinetta y con Javier Martínez, de Manal, a instancias de Mario.
-¿Y usted a qué se dedica? –quiso saber Borges.
-Yo hago canción de protesta –respondió Martínez.
-Ah, fijesé, yo ni siquiera me animo a protestar.
La "segunda casa" de Borges​
Fue la "segunda casa" del ilustre escritor. Leemos que en el primer piso de la galería acostumbraba dar sus conferencias gratuitas, en un espacio que siempre llenaban unas cien personas. Otro dato: por la galería donde ahora somos sólo dos, diariamente pasaban unas ocho mil personas.
Corría 1975 y Borges iba a firmar ejemplares en la librería de la Galería del Este. El reconocido periodista Enrique Raab trabajaba para el diario La Opinión.
“Casi a las 18.30, Jorge Luis Borges avanzó por la galería (…) La ceremonia no transcurrió sin incidentes. Por razones desconocidas, la disquería El Agujerito, ubicada frente a la librería, interrumpió sus emisiones de Pink Floyd y de Mae MacGraw y esperó la entrada de Borges para colocar en el plato del tocadiscos la versión de La marcha peronista cantada por Hugo del Carril. Borges decidió no darse cuenta”.
-Fui yo el de la idea –interrumpe el fantasma-. Se lo di a Juan Carlos Diez, que ahora es periodista y escritor, pero en ese entonces trabajaba en El Agujerito.
-¿Querías molestarlo?
-¡No querido! ¡Le salvamos la vida! En esa presentación había unos muchachos que vinieron armados. Yo les vi las intenciones y quise demostrar algo que no muchos saben: Borges no era ningún gorila. Resulta que no bien empezó a sonar la marcha, los muchachos se pusieron a cantarla y después, inmediatamente, se fueron.
Las vidrieras de El Agujerito todavía están tapizadas de discos. No parece un local fundido ni desarmado. “Creo que atienden online. Tiene un teléfono pegado en la vidriera. Pero al público no abrió más”.
-¿Quién fue el personaje más espectacular que viste pasar por la galería?
-El Padre Mugica. Rodolfo Walsh. No te voy a decir Charly, porque García venía a cada rato. Yo mismo vi entrar al Agujerito a Bill Evans. Spinetta venía mucho, pero iba a comprar libros y me pedía hablar con Borges. Yo manejaba al muñeco. Si el viejo necesitaba ir a cualquier parte, lo llevaba yo. Si necesitaba un plomero, se lo conseguía.
-Jajjaja…
-En serio te digo. Le mandé a mi amigo Aldo, un licenciado en Letras que trabajaba de plomero. El viejo lo invitó a tomar el té. Quedó encantado y al otro día me lo agradeció: “Le voy a tener que dar la razón a Perón: ¡Flor de cultura tenía ese obrero!”.

domingo, 14 de abril de 2024

LOS MISTERIOS DE LA LAPIDA DE BORGES


—¿Cómo se interesó por la lápida de Borges en Ginebra?


—La lápida me intrigó desde siempre, es decir, desde la primera vez que la vi. Borges murió en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986, y fue enterrado en el cementerio de Plainpalais, en esa ciudad. Es un lugar muy pacífico, agradable, con árboles. Creo que fue recién en 1996 que empezaron a circular las primeras fotos de la lápida en los diarios, por el décimo aniversario de la muerte de Borges. Lo primero que pensé al verla es que era un gran enigma. No estaba claro para mi qué significaban los textos ni los diseños tallados en la piedra. Yo ni siquiera sabía cómo había llegado ahí.

Lo más importante fue vincular esos elementos con la genealogía y la vida de Borges y el uso que él hacía de esos elementos en su obra


—¿Y cuál fue el resultado de esa búsqueda?


—Bueno, no fue inmediato, fue un proceso muy gradual, que duró décadas. Primero tuve que entender en qué idioma estaban los textos, luego, de donde procedía cada símbolo tallado en la piedra. Y con esto, de tratarse de otro objeto, se hubiera terminado quizá el análisis. Pero en este caso hubo además otra larga etapa, la más importante, que consistió en vincular esos elementos con la vida, la genealogía, la historia personal de Borges y –sobre todo- con el uso que él hacía de estos elementos en sus obras. Y esa segunda etapa fue desarrollándose sola y en paralelo, a medida que releía la obra, la analizaba y publicaba otros libros sobre otras facetas de la vida de Borges.


—Una indagación muy borgeana…


—Sí, sin duda, y un proceso gradual en el que los conceptos fueron acumulándose a medida que yo investigaba otras facetas de la obra y la personalidad de Borges. Fue decantando a lo largo de muchos años. Finalmente, toda esta investigación culminó en un libro que trata exclusivamente sobre la lápida: Siete Guerreros Nortumbrios. Cuando les presenté el libro a mis editores, se sorprendieron. ¿Un libro sobre una lápida? Pero es mucho más que eso. Porque, como digo, apunta a toda una serie de significados sobre la obra de Borges. Y resultó muy bien. Quise hacer un libro muy fácil de leer, que pueda entender cualquier persona con interés, sin necesidad de conocimientos previos. Y entonces el libro termina también funcionando, paradójicamente, como una introducción a la obra de Borges.


—¿Y cuáles son esos enigmas de la lápida?


—Es una lápida aparentemente simple. Pero esa simpleza es la punta del ovillo, ya que lleva a una red de significados e ideas. En el frente, tiene tallada la imagen de siete guerreros que blanden sus armas. Y, debajo, una frase en inglés antiguo que pertenece a un antiguo poema que conmemora la batalla de Maldon, ocurrida en el año 991, en el que un ejército sajón debió enfrentar a una horda de vikingos. La frase es AND NE FORTHEDON NA, "y que no temieran", parte de la arenga que el líder sajón da a sus hombres antes de la batalla: les dice que no teman ante la muerte, y que tengan coraje.

Morir sin temor era una de las grandes ambiciones de Borges.


—Un tema recurrente en Borges, el coraje…


—Absolutamente. Borges, curiosamente, sintió la nostalgia del destino épico de sus antepasados criollos militares. En un poema, lamenta: "No haber caído, / como otros de mi sangre". Y en una conferencia recuerda que su padre y su abuela inglesa "murieron ciegos; ciegos, sonrientes y valerosos, como yo también espero morir". Y luego agrega: "Se heredan muchas cosas (la ceguera, por ejemplo) pero no se hereda el valor. Sé que fueron valientes". Y esa es la clave para comprender este diseño. En la batalla de Maldon, un grupo de sajones, sintiéndose ya vencidos, decide arremeter de todas maneras contra los vikingos, aún sabiendo que no pueden ganar, que los espera la muerte. Deciden luchar hasta el final, sin miedo. Esto remite a la muerte del abuelo paterno de Borges: el coronel Francisco Borges, quien murió heroicamente en la batalla de La Verde, buscando también la muerte para demostrar su honor. Y esa era una de las grandes ambiciones de Borges: morir sin temor. Esta lápida es paradójicamente muy criolla


—¿Es decir que hubo un diseño intencionado de su lápida?


—Así es. Sabemos que Borges recitaba y tenía en mente este poema hacia el final de su vida. Por eso digo que esta lápida es paradójicamente muy criolla, muy argentina, pero de una manera indirecta. Recordemos que Borges tenía dos mandatos ancestrales: el primero, su destino literario, heredado de sus antepasados británicos, los Haslam, unos ingleses a la vez eruditos y excéntricos. El segundo mandato, más asociado con su lado criollo, era el de tener el mismo coraje que sus ancestros criollos y militares. Estos dos mandatos formaron un contraste toda su vida y fueron uno de los motores que lo impulsaron a escribir. Y la lápida de Borges constituye una síntesis de esos dos impulsos: lo criollo representado a través de lo sajón





—Hay un cruce de significados.


—Exactamente. Es una referencia indirecta. Los dibujos y textos de la lápida remiten, a través de un combate sajón y medieval, a los antepasados criollos de Borges, a los compadritos y cuchilleros del barrio de Palermo, a Evaristo Carriego, y a la "secta del cuchillo y el coraje" que fueron tan significativos en su obra. Lo nórdico y lo sajón están directamente emparentados en la obra de Borges con la Argentina. Por eso todo el conjunto es tan apropiado. Borges sentía un profundo cariño por Buenos Aires, pero era a la vez un hombre reservado, y cuanto más cariño sentía por algo, menos probable era que representara o nombrara de manera explícita en sus textos. Así que me parece muy bien que su lápida aluda a la Argentina, al coraje, a Buenos Aires, al Palermo de su infancia, pero de manera indirecta, sutil. Es así como él procedía en sus obras.


—¿Quién eligió los contenidos de la lápida?


—María Kodama, quien le encargó la talla a Eduardo Longato. Y creo que esos contenidos fueron muy bien elegidos: esta lápida es un gran homenaje, ya que plasma muy acertadamente ejes centrales de la vida y la obra de Borges, y los pensamientos que él tenía en el último tramo de su vida. Hay un testimonio interesantísimo de Héctor Bianciotti en el que cuenta que visita a Borges en Suiza, y Borges se pone a recitar el poema de Maldon. Al plasmar la batalla de Maldon en piedra, entonces, la lápida alude a sus anhelos y sus temores, y a líneas fundamentales de su creación literaria. Borges quería morir sin temor, como murió el Coronel Borges, y como murieron también su padre y su abuela inglesa.


—¿Y qué hay del reverso?


—Tiene también tallada una frase: "Hann tekr sverðit Gram ok leggr í meðal þeira bert", que proviene de la Völsunga saga, una serie de relatos que fue escrita en el siglo XIII y significa: "Él toma la espada Gram y la coloca entre ellos desenvainada". Este es a su vez el epígrafe de un cuento de Borges, "Ulrica". Es una referencia al amor. Y debajo hay una talla de un barco que, fue –muy acertadamente- tomado de una piedra vikinga. Ese barco simboliza la eternidad y el viaje final del hombre.

El coraje guerrero era un tema recurrente en Borges.


—¿Qué lo llevó a usted a investigar a Borges?


—Bueno, yo también tuve una suerte de "abuela inglesa", y me crie también en una biblioteca de libros ingleses. Originariamente estudié informática, egresé del Massachusetts Institute of Technology y estudié inglés antiguo y escandinavo antiguo en Harvard e hice otra maestría, en antropología, en Texas y además soy lingüista, o como me gusta decir a mí, filólogo y me fascina estudiar idiomas, cuanto más extraños, mejor. He estudiado japonés, chino, galés, hebreo, árabe, sánscrito y tantos otros… También me interesan las religiones, las mitologías, todos temas que fascinaban a Borges y aparecen recurrentemente en su obra.


—¿Qué siente al haber realizado este desciframiento?


—Que pude entender mejor a Borges. La lápida, como he dicho, representa los núcleos de su creación literaria. Tuve una confirmación cuando, después de publicar Siete Guerreros Nortumbrios, leí el siguiente texto de Estela Canto:

La herencia manifiesta en Borges era conspicua: su abuela paterna inglesa y su madre. Su abuela inglesa era el mundo; su madre, la voluntad de arraigarse, de ser argentino ante todo. Las dos tendencias estuvieron siempre contrapuestas en él. Y es probable que los entreveros de los anglos[ajones] del siglo X y las riñas de maleantes criollos lo hayan llevado al intento de unificar en un símbolo las dos vertientes más marcadas de su ser.

El símbolo tallado en el frente de su lapida representa magníficamente esta unificación, de una manera sutil, indirecta. Y esto es, como he dicho, muy apropiado. Como decía el mismo Borges en Otras inquisiciones: "Ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder […] esta inminencia de una revelación, que no se produce, es, quizá, el hecho estético".


Autor: Martín Hadis, https://www.infobae.com/cultura/2016/06/14/los-misterios-de-la-lapida-de-borges/



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