Mientras recorría el campo de su padre en una cosechadora, Philo Farnsworth tuvo la idea que revolucionaría la industria audiovisual en el siglo XX: con solo 14 años, este chico que se había criado sin luz eléctrica, inventó la televisión electrónica. Su futuro se presentaba más que auspicioso; sin embargo, él jamás pudo aprovechar económicamente su creación.
La historia de este genio de la electrónica es la de una gran injusticia, la de un chico humilde que debió enfrentarse con gigantes todopoderosos y que, pese a que se levantó una y mil veces, finalmente cayó derrotado ante la evidente desigualdad de fuerzas y ante la mismísima mala suerte.
Luego de superar un sinnúmero de contratiempos, el 7 de septiembre de 1927, ante los asombrados ojos de su esposa "Pem", Farnsworth demostró que su prototipo de televisión electrónica funcionaba: el sistema transmitió su primera señal, que fue una simple línea recta en movimiento.
Un año después hizo público su invento, pero nada le sería fácil. El todopoderoso presidente de la RCA, David Sarnoff, que manejaba las licencias de radio en los Estados Unidos, se enteró y emprendió una competencia feroz para adelantarse en el mercado: gastó una fortuna en desarrollar un aparato similar, para lo que contrató al ruso Vladímir Zworykin, y cuando lo tuvo, lo patentó.
Farnsworth tuvo que pelear en tribunales para ser reconocido como el primero en crear la televisión y, cuando parecía que todo estaba perdido, sacó un as de la manga: llamó como testigo a un viejo profesor suyo que mostró un papel que él le había dado en 1921 con el dibujo exacto de su invento. La Justicia falló a su favor.
Ahora sí, aquel chico pobre que se había criado en una cabaña sin luz eléctrica, era reconocido como el inventor del aparato que revolucionaría al mundo y tenía en su poder la "gallina de los huevos de oro". Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos, peeeero Sarnoff, el magnate de los medios que había perdido en los tribunales, no se iba a dar por vencido.
Mediante artilugios legales y contactos con políticos, hizo demorar lo más posible la salida al mercado del invento de Farnsworth. Pretendía así ganar tiempo hasta que vencieran sus patentes y le quedara a él la vía libre para salir a vender su televisor.
Esta pelea desigual dañó la salud mental de Philo, que, para colmo de males se volcó al alcohol. Aun así, el genio se levantó una vez más y puso a punto los últimos detalles para sacar al mercado su creación; pero, cuando está a punto de concretarlo, Japón ataca a Pearl Harbor, Estados Unidos entra en la Segunda Guerra Mundial y la televisión pasa a ser la última preocupación de los estadounidenses.
Cuando finalizó el conflicto, las patentes de Farnsworth ya no eran válidas y cualquiera podía usar su tecnología, justo en el momento de la gran explosión de la televisión: en tres años el número de estos aparatos en los hogares americanos pasó de 40.000 a más de 9 millones, algo que fue bien aprovechado por Sarnoff.
Abatido por las circunstancias, con las fuerzas agotadas y sin resto económico, Philo solo pudo observar cómo otros se hacían ricos con su invento. El hombre que había creado la televisión siendo apenas un adolescente nunca más quiso investigar sobre ella, prohibió a sus hijos y su familia verla.
Terminó sus días (el 11 de marzo de 1971) casi en el olvido, desilusionado, deprimido y alcohólico.
Fuentes: varias.
dp
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