Casco de la estancia "Las Hormigas" en Plátanos
Hoy resulta difícil imaginar que en nuestra densamente urbanizada región sudeste hayan existido estancias, pero sí las hubo; y fueron establecimientos de punta en la crianza de ganado, basta solo citar a “San Juan” de Leonardo Pereyra para dar fe de ello.
En la segunda mitad del siglo XIX, la zona que hoy abarca la localidad de Plátanos era completamente rural al igual que todo el actual partido de Berazategui. En 1872 pasará por allí el Ferrocarril Buenos Aires & Ensenada dándole al lugar una estación que llevaría el nombre de los propietarios de la tierra que la rodeaban: “Godoy”. Los Godoy tenían de amigo a quién será pieza fundamental en esta historia: Don Alfonso Ayerza.
Alfonso Ayerza, según nos cuenta Mary Lockwood en su libro “El legado Ayerza”, era un hombre dinámico, muy activo, enérgico, con gran sentido estético, y visionario. Se casa con María Helena Jacobé Iraola y, recién casado, en 1886, adquiere 140 hectáreas a los Godoy frente a la estación ferroviaria del lado oeste, estación que con los años cambiará su nombre por Plátanos.
Matrimonio Alfonso Ayerza - Helena Jacobé Iraola
Adquiridos los terrenos comienza a construir el casco de la estancia que llama “Las Hormigas” por la gran cantidad de estos insectos que allí había. Su propósito era doble, por un lado ser un establecimiento para la cría de ganado y, por otro, que la familia contara con un sitio para pasar el verano.
La casona de tres pisos de estilo francés, fue diseñada por el arquitecto Joaquín Belgrano. Los caminos y parques fueron diseñados por el propio Alfonso, probablemente inspirado en la cercana estancia “San Juan”, a la que solía concurrir, pues Leonardo Pereyra era amigo de la familia. Uno de los primeros trabajos fue transformar las excavaciones que dejara el ferrocarril en lagunas artificiales, cuyos niveles mantenía controlados mediante bombas.
Mary Lockwood nos sigue contando en su libro: “El borde de las lagunas lo decoró con Coronas de Novia, que vestían a fines de invierno la orilla con su floración blanca. Trajo patos exóticos y cisnes de cuello negro para que habitaran las lagunas, y también plantas acuáticas. Trazó caminos, plantó árboles y arbustos, diseñó avenidas de eucaliptus, agrupó pinos, araucarias, cedros, cipreses, etc. Los caminos estaban diseñados de manera que su esposa y las chicas tuvieran paseos para realizar, y en lugares estratégicos ubicaba arbustos de flor y estatuas. Para que estos caminos no se embarraran, estaban tapizados de conchilla que extraían de la costa del Río de la Plata en Quilmes.
Definió canteros y plantó césped. Un cantero en especial era el de los claveles, que debían estar siempre impecables. Hizo construir pérgolas y las cubrió de rosales. Los rosales que se importaban, llegaban prolijamente embalados y cada uno con su etiqueta. En aquellos años prácticamente no había producción nacional de ornamentales. Los rosales arbustivos tenían canteros especiales en una sección del jardín que era el rosedal.
Frente a la casa, diseñó e hizo instalar Don Alfonso una fuente en la que podía verse una niña jugando con una cabra, y a cada lado dos ciervos. Por el parque se paseaban pavos reales, algunos de ellos de color blanco, y detrás de la casa se implantó el monte frutal”.
La vida de los Ayerza en “Las Hormigas”
Don Alfonso y Doña Helena pasaban todo el verano en la casona de Plátanos, a la que también llegaban sus ocho Hijos y luego sus nietos y amigos. La familia vivía en la calle Alsina, en Buenos Aires, y se trasladaba completa en tren, con mucamas, cocinero y todo el equipaje necesario. Llegaban antes de navidad y permanecían allí hasta después de Semana Santa.
“El hielo para las heladeras se traía dos o tres veces por semana desde la estación. En la estancia se producían jamones, chorizos, salchichas y todo tipo de fiambres; y del tambo se obtenía la leche y la crema para el consumo y la fabricación de manteca (…)”.
“Los Ayerza fueron siempre una familia muy devota. Cada día después del desayuno iban a misa. Cuando en verano las hijas estaban en “Las Hormigas” se ocupaban de enseñar el catecismo a todos los chicos de los empleados y de los vecinos.
Cada día entre las diez y once horas atendían a los enfermos en curaciones sencillas, como si tuvieran una salita de primeros auxilios.
La mañana de navidad, Helena y Alfonso y todos sus hijos asistían a misa junto con todo el personal de la estancia, y a su regreso a la casa, la familia Ayerza Jacobé los atendía, sirviéndoles un delicioso desayuno con chocolate y masas bajo los árboles”.
Qué producía la estancia
Hacia 1909-1910, Alfonso Ayerza funda el haras “Las Hormigas”, que se dedicaría principalmente a la cría de caballos árabes. Tenía, además, una estancia complementaria en el partido de Benito Juárez llamada “El Cisne” en la que estaban las yeguas madres del haras y los padrillos. Don Alfonso se encargaba personalmente de viajar a Juárez para el destete de los potrillos, la selección de las mejores yeguas a ser servidas, y decidir qué caballos se expondrían en Palermo. Atravesaba a pié los potreros revisando las pasturas y, anotador en mano, asentaba las distintas órdenes.
Una vez hecha la selección para concursar en Palermo, se enviaban los animales por tren a la estación Hudson; allí se los bajaba y eran arriados hasta “Las Hormigas” por Gregorio Serventi, mayordomo de la estancia, nacido en ella y que Alfonso Ayerza había visto tan bien dispuesto que le había hecho aprender todos los oficios para que heredara ese puesto que anteriormente había obtenido su padre. Para el traslado a Palermo se utilizaban vagones especiales llamados horse-box.
Algunos nacimientos se producían en “Las Hormigas”, pero no eran los caballos los únicos animales de la estancia. También se criaban vacunos, Hereford y Jersey, y gallinas Dorking.
El fin de los días de gloria
Alfonso Ayerza murió en 1942. Su esposa Helena había fallecido en 1935. Las vidas de ambos discurrieron durante las décadas de la Argentina floreciente, décadas de una gloria que comenzaba a esfumarse lentamente. Casi en paralelo con el país, la gloria de “Las Hormigas” también iniciaba el camino del declive.
Helena y Alfonso en sus últimos años de vida.
Al morir Don Alfonso, heredó la estancia su hija Blanca. Su marido, el gran arquitecto Alejandro Bustillo, realiza una serie de reformas en la casona con la intensión de desarrollar sus actividades allí. Sin embargo, tiempo después, la familia Bustillo decide iniciar un proceso de venta de la propiedad. El casco y las construcciones principales son adquiridas por los sacerdotes jesuitas del Colegio del Salvador, quienes tenían la idea de instalar allí el campo de deportes para los alumnos. Pero la distancia de Buenos Aires y los malos caminos hacen que desistan del proyecto, y dos años después la ponen en venta.
En 1949, “Las Hormigas” es comprada por la firma italiana productora de hilados S.N.I.A. Viscosa, que en Argentina giró bajo el nombre Sniafa (Sociedad Nuevas Industrias Argentinas de Fibras Artificiales). Ese mismo año se inicia la construcción de la planta, hecho que reduce considerablemente el espacio verde. 65.000 metros cuadrados de terreno son ocupados por naves industriales, galpones, talleres, oficinas y, más adelante, casas para el personal e instalaciones deportivas y para colonia de vacaciones.
Los ácidos que emanaban las chimeneas de Sniafa picaban los techos de zinc, y el arroyo Conchitas, que en los años de Don Alfonso bordeaba con aguas claras la estancia, se contaminó de manera irreversible. A principios de la década del ‘80 la empresa cierra sus puertas víctima de malos manejos financieros y los desastres que desde el inicio de su decadencia el país había hecho con su economía y con su historia.
El sector donde vivía la familia Bustillo en parte es loteado (así nace el barrio Las Hormigas) mientras que el conjunto de viviendas de la familia, que incluyen una capilla, pileta, y construcciones para animales, se vende en conjunto a una congregación de monjas húngaras que habían escapado de su país natal perseguidas por el comunismo, quienes inauguran allí el colegio María Ward. El área más cercana a la estación de Plátanos, en la que se encontraban las lagunas artificiales, como lo cuenta Ana María de Mena en su libro “Don Gregorio”, “fue comprada por la familia Zaslavski, que formó la firma Naleisa, apelativo derivado de las primera sílabas de los nombres de los tres integrantes: Naúm, León e Isaac. Esta sociedad decidió desagotar las lagunas, para lo que se hizo construir un canal, que todavía existe, que orientó las aguas hacia el arroyo Conchitas. Las excavaciones no eran tan profundas, por eso el propósito de vaciarlas se logró rápidamente.
Las concurridas piletas de Plátanos.
Naleisa encargó al ingeniero agrónomo Martín de Vries el diseño de la parquización y la plantación de nuevas especies que enriqueció lo existente hasta entonces. También se construyeron las piletas, parrillas y comodidades para crear un complejo recreativo como no existía otro en la zona (…) Durante un período fueron muy concurridas y apreciadas por los usuarios. Años más tarde, en 1973, el complejo fue adquirido por el Sindicato de Personal de la Industria de la Alimentación”.
Con el cierre de Sniafa, “Las Hormigas” quedó a merced del abandono y el saqueo. Hace algunos años una luz de esperanza brilló sobre ella cuando la Municipalidad de Berazategui tuvo la seria intensión de instalar allí el Museo del Vidrio. Pero el brillo duró poco, el vandalismo pudo más que la intención municipal de preservar un verdadero hito de la historia local. Víctima del fuego de manos despreciables, aquella hermosa casona que Don Alfonso Ayerza cuidara con tanta prolijidad y con el espíritu típico de los hombres de entonces, quedó convertida en ruinas.
Actualmente en los terrenos de la ex Sniafa funciona el Parque Industrial Plátanos, inaugurado en 2004, y el centro municipal Los Privilegiados.
Autor: Marcelo Pablo Scévola (investigación)
Fuente: "El legado Ayerza" de Mary Lockwood
"Don Gregorio" de Ana María de Mena
1 comentario:
Gracias.
Virginia Civetta.
Entre Rios
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