Por Germán Tinti
El comandante Eduardo Valentini era, en 1986, uno de los pilotos de la flota presidencial. En ese carácter lo destinaron a buscar al Primer Mandatario a la ciudad de Mendoza. Horas antes de comenzar el viaje se dirigió a un geriátrico vecino a la base militar de El Palomar. Una vez allí habló con el dueño del lugar, un expiloto amigo suyo.
La idea de Valentini era llevar «de paseo» a una veintena de ancianos, invitarlos a un almuerzo en Mendoza y regresar acompañando a Raúl Alfonsín. Pocas horas después, el Tango 03 carreteaba por la pista de la 1ª Brigada Aérea con destino a la ciudad cuyana. Los pasajeros estaban tan felices por el inesperado viaje que parecían adolescentes en viaje de estudios.
Una vez en Mendoza, el piloto y su copiloto, Leonardo Sosa, llevaron a la delegación a una bodega cercana a la ciudad para que compartieran el almuerzo. Los anfitriones coincidieron en atacar una cazuela de mariscos. Como estaban en funciones debieron resignar acompañar el majar con algún buen vino blanco y debieron conformarse con bebidas sin alcohol.
En eso estaban cuando Valentini recibió la información de que el Presidente había decidido regresar a la Capital en auto, aprovechando el recorrido para visitar algunos pueblos en el camino. Así, el regreso previsto para las 8 de la noche, se adelantó dos horas.
Y… ¿dónde está el piloto?
En el regreso, Valentini decidió dejar la puerta de la cabina abierta para poder tener contacto directo con los pasajeros. Pero cuando parecía que el alegre recreo que habían disfrutado los ancianos se encaminaba hacia un tranquilo final, sucedió lo inesperado.
Cuando el avión había alcanzado los diez mil metros de altitud y se dirigía de regreso hacia El Palomar, Valentini comenzó a sentirse mal, y cada vez peor. Fiebre y vómitos reiterados lo obligaron a ceder el mando a Sosa. Pero lo cierto es que su segundo no estaba mucho mejor. La conclusión era obvia: esos mariscos de la cazuela no eran precisamente frescos (entre nosotros, ¿quién va a Mendoza y pide cazuela de mariscos?).
La situación era gravísima. Sosa informó a la torre de control de El Palomar de la situación, advirtiendo que, atento a su estado de salud, no sabía si podría afrontar el aterrizaje, lo que dejaba la puerta abierta a una verdadera tragedia. Las azafatas informaron a los pasajeros de la situación y los instruyeron con respecto a la posición de impacto que deberían adoptar durante el aterrizaje forzoso.
«Andá vos»
Fue entonces cuando, desde el fondo del avión, se escuchó a uno de los ancianos decir: «Susanita, andá vos». Entonces, una de las ancianas se levantó de su asiento y encaró a una de las azafatas: «¿El primer oficial puede todavía realizar sus funciones como copiloto?». Ante los balbuceo de las sobrecargo, Susanita se dirigió a la cabina y, una vez allí, se hizo cargo de la situación. La dama le pidió las coordenadas a Sosa y acto seguido activó el radio y se comunicó con la torre. El diálogo que se dio a continuación forma parte de la historia de la aviación argentina:
Tango 03: «Informo unidad en problemas técnicos. Inicio viraje por izquierda rumbo dos-siete-cero, autorizar 150km ILS pista dos-cuatro Palomar, mantengo dos mil quinientos pies hasta establecido. Fokker Tango 03. Cambio».
Torre de control: «Aquí torre de control, Palomar. Autorizado 150 km ILS pista dos-cuatro. Solícito informe T03 nombre comandante a cargo. Cambio».
Tango 03: «Hola chicos. Soy Susanita Ferrari. Bueno, hace 23 años que no vuelo y no sé si me acuerdo del protocolo. Acá les estoy dando una mano a los muchachos, cualquier cosa en que me puedan ayudar, les voy a agradecer».
Torre de control: «……….»
Tango 03: «¿Chicos? ¿Torre de control Palomar, están ahí?»
Torre de control: «Señora, informados del inconveniente técnico a bordo, desplegamos en pista los sistemas de contingencia según protocolo. ¿Ud. será la señora Susana Ferrari de Billinghurst? Cambio».
Tango 03: «Así es chicos. Me sorprende que alguien se acuerde del nombre de esta vieja jajajaja. Cambio».
Torre de control: «Sí, señora, ¡cómo no vamos a recordarla! Comandante, la unidad y el personal a bordo queda enteramente a su cargo hasta los 150 km ILS. Esperamos sus órdenes para tomar el control final y conducirla a pista dos-cuatro Palomar. De parte de la torre Palomar, Ezeiza y Don Torcuato, es un honor que esté usted ahí. Cambio y fuera».
Pionera
En el interín, Valentini tuvo tiempo de recomponerse y, en un acto de respeto, le solicitó a Susanita permiso para volver a hacerse cargo de la nave. Hubiera podido aterrizar el Tango 03 sin ningún problema, pero consideró que estando el comandante en condiciones, no hacía falta.
Susana Ferrari Billinghurst era, desde hacía mucho, una verdadera leyenda de la aviación comercial en nuestro país. Nacida en 1914 en la ciudad de Buenos Aires, era hija del militar condecorado Alfredo Ferrari, sobrina del aviador Lisandro Billinghurst y nieta del empresario Mariano Billinghurst, quien introdujo el tranvía inglés en Buenos Aires.
En 1937 se convirtió en la primera mujer piloto aerocomercial de Argentina. Para ello debió acreditar cuatro mil horas de vuelo, el doble de lo que se le exigía a los pilotos varones. En su foja de servicio se destacaba el vuelo realizado desde Panamá a Buenos Aires en el anfibio Sikorsky, realizó el primer vuelo nocturno sobre la Cordillera de los Andes, lo que inauguró una banda horaria hasta entonces inédita en la aviación mundial. También inauguró el tramo Buenos Aires – Montevideo.
Eduardo Valentini se encargó personalmente de que a Susanita se le acreditara oficialmente el tiempo que estuvo a cargo del Tango 03. Por eso, su historial consigna un total de 8.117 horas de vuelo y 38 minutos. Falleció en 1999, poco después de cumplir 85 años.
Fuente: https://www.altagracianoticias.com/susanita-la-aviadora/
dp
1 comentario:
Impresionante!
Silvia Raquel Diana
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