jueves, 4 de abril de 2024

60 AÑOS DE MAU MAU, LA DISCO DE BUENOS AIRES

José Lata Liste, el anfitrión


Mau Mau: el glamour en la noche porteña, el descubrimiento de Susana y el jet set internacional como habitué

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Hace 60 años abrió sus puertas la más icónica discoteca argentina más exclusiva. La visión de los hermanos Lata Liste. La exclusiva tarjeta que permitía entrar a los más famosos boliches del mundo. El portero infranqueable que le dijo “no” a Vilas, Johnny Hallyday y Silvie Vartan. El incendio del que se recuperó. El hombre que sobrevivió a tostados de jamón y queso y champagne. Y la inevitable despedida.



Por  Carolina Balbiani




José Lata Liste fue el símbolo de la noche porteña de los '60 y '70. Mau Mau jugaba en las grandes ligas de las discotecas del mundo.

Si digo Mau Mau apuesto lo que quieran que solo aquellos lectores argentinos que traspasen generosamente la barrera de los 50 años saben de qué hablo. Mau Mau era “el boliche” de moda de las celebrities de los años 60, 70 y 80. No era fácil entrar, pero si lograbas traspasar sus puertas sobre la calle Arroyo 866 (la misma calle que en 1992 colapsó con el atentado a la Embajada de Israel), ingresabas al mundo de los topísimos del momento. En su mítica pista de baile te podías codear con los personajes más increíbles.

Se cumplen 58 años desde aquel 10 de abril en el que fue inaugurada. Para los nostálgicos del glamour de las noches de la ciudad de Buenos Aires, va esta historia.

Una canción rebelde, una idea distinta.

El nombre Mau Mau remite a una insurrección organizada por un grupo de rebeldes contra el colonialismo británico en Kenia, África. La revuelta de Mau Mau, así se llamó, duró desde 1952 hasta 1960 y dicen que bastante tuvo que ver con el proceso que culminó con la independencia del país en 1963.

Muchos dijeron que el nombre de este movimiento en pleno corazón africano habría sido el que inspiró el nombre de este night club en la sudamericana ciudad de Buenos Aires. Error. El nombre habría surgido de una canción de moda de la época llamada Papa-Oom-Mow-Mow de The Rivingtons. El que confirma esta versión a Infobae es Mariano Wullich, quien era periodista del diario La Nación: “Los Lata Liste no tenían idea de que existía una tribu africana llamada Mau Mau. La verdad es que el nombre viene de la canción de cierre de otro local que tuvieron llamado Costa Norte. Cuando ellos se van al centro, deciden ponerle ese nombre a la nueva boîte. Después, cuando se enteran del nombre de la tribu, es que recurren a los elementos africanos para la decoración”.


La entrada de Mau Mau, en Arroyo entre Suipacha y Esmeralda



En fin, lo cierto es que los veinteañeros hermanos Alberto y José Lata Liste, arrancaron yendo a ver un local sobre la avenida Libertador, muy cerca de la General Paz. Tenían intenciones de poner un night club. Sus padres españoles, Aurora Liste y José Lata, estaban espantados con la idea. Los hermanos avanzaron de todos modos, se asociaron con Federico Fernández Bobadilla y compraron el lugar. Inauguraron Costa Norte, lo pusieron en marcha y, en pocos meses, lo vendieron. Habían hecho un gran negocio.

Quisieron ir por más. Soñaban con crear un local nocturno distinto. Pretendían construir una especie de living íntimo para millonarios, que al mismo tiempo fuera bien administrado y diera ganancias. Les costó ser interpretados. Consultaron a arquitectos amigos a quienes José les repetía su sueño: “Quiero un living donde la gente pueda recibir amigos, tomarse una copa, bailar o conversar con una mujer”. Deseaban romper con la idea de que un club nocturno era un sótano mal iluminado y berreta. Basta de taburetes e incómodas mesas altas, pondrían cómodos sillones como en una buena y distinguida casa.

Freddy, uno de los celosos porteros que tuvo Mau Mau, junto a Cristina Onassis. 



Nace una leyenda de la noche

Finalmente, con 28 años, los gemelos Lata Liste (muchos les decían los mellizos), Fernández Bobadilla, Enrique Bencich y Evaristo Palacio se reunieron con los arquitectos Saavedra y Bruzzoni y terminaron de concretar, sobre la elegante calle Arroyo, el proyecto que se convertiría en la mítica Mau Mau. Algunos empresarios de la noche desaconsejaron la inversión y les dijeron: “con este nivel te fundís en poco tiempo”. Los jóvenes siguieron adelante.

Para la inauguración enviaron 400 invitaciones, nada de amigos, toda gente de altísimo nivel. En abril de 1964 Mau Mau abrió sus puertas. En la entrada pusieron a Julio Fraga, el insobornable portero que mantuvo a raya a todos los clientes durante años. El hombre debía recordar los nombres de los invitados y ser riguroso con la admisión. Una vez dentro, eran atendidos por el maître, el Tano Fabrizzi, quien los conducía hacia sus mesas. Fue el mismísimo José Lata Liste quien le enseñó a Fraga cómo debía manejarse. Lo contó así: “A la gente le gusta que el maître los llame por su nombre y que el portero los reconozca. Una vez paramos a un tipo en la puerta porque estaba muy mal vestido y reaccionó poniéndome una pistola en la cabeza. Le dije: Si quiere tirar, tire, ¡pero usted no entra!”.


El concepto de la discoteca era el de un living para que los clientes -todos ABC1- se sintieran como en una fiesta en su casa.

A esas primeras fiestas inaugurales asistió nada menos que una jovencísima y nada conocida Susana Giménez. Ella lo recordó en su libro autobiográfico: “Llegamos a Mau Mau (...). Entré con mi vestido despampanante provocando todas las miradas como lo había planificado. Los fotógrafos me pedían que posara para ellos, los periodistas me preguntaban mi nombre y anotaban: Su-sa-na Gi-mé-nez. Fue impresionante el éxito de mi llegada. Allí estaban todas, bailando sobre la pista, cancherísimas y divinas. Yo fumaba y bailaba como una más, con mi Cuba Libre en la mano”.

José Lata Liste comenzó a viajar a Europa. Quería ver cómo era la noche en las capitales europeas y en las ciudades glamorosas de la Costa Azul. Aprendió y mucho.

Mau Mau se convirtió enseguida en la boîte de moda o, como dirían hoy, el boliche de onda. Acá viene la primera aclaración semántica: boîte quiere decir caja en francés. A estos lugares para ir a bailar también se los llamaba discoteque (por discoteca). Un léxico, reconozcamos, que delata los años que llevamos puestos.

El primero en pasar música en Mau Mau fue el famoso DJ del momento Exequiel Lanús. Contrataban bandas para tocar en vivo y realizaban fabulosas fiestas temáticas. Mau Mau se convirtió en el sitio al que todos querían ir. Era imbatible. La gente llegaba vestida de gala y la entrada de hombres solos estaba prohibida. Rubias esplendorosas y millonarios se mezclaban con el glamour de las mannequins (otra palabrita de esa época para referirse a las top models) y de los privilegiados… Encandilados por las brillantes burbujas del champagne, sacudían sus esqueletos al ritmo del momento.

Cuarenta y seis mozos y empleados se ocupaban de que el lugar mantuviera su sofisticada marcha.


Susana Giménez, espectacular en Mau Mau. La diva se hizo famosa luego que un fotógrafo la descubriera en el boliche de los hermanos Lata Liste.




Soda para apagar el fuego

Pero el 6 de septiembre, meses después de ser inaugurada, un incendio dejó a Mau Mau hecha polvo.

Exequiel Lanús lo recordó así: “A medio metro de la cabina había una lámpara que estaba apoyada en el cartón del techo y lo calentaba. Entonces yo iba con una botella de soda, la sacudía y mojaba ese sector para que no se incendiara. Todas las noches pasaba lo mismo. Hasta que una vez no hubo soda que alcanzara y se consumió el techo. Pensé: ¡Acá sonamos! Y metí un disco con una sirena y una voz que decía: ‘Corré Marcela, que se te quema la casa’. ¡Fue un suceso! Se caían los pedazos del techo y nadie se iba. A la media hora llegaron los bomberos y nadie se quería ir. Un disparate. La cabina estaba en el primer piso y en un momento empecé a tirar los discos a la gente para que los salven”. Es gracioso como lo contó, sobre todo porque no hubo que lamentar ni muertos ni heridos. Si Exequiel viviera (murió en 1999, con 59 años) habría que preguntarle, también con humor, si lo que había querido era salvar los vinilos o si lo que buscaba era despertar con la caída de los long play a los zombies que bailaban, en el piso de abajo, la danza del humo.


Entre los habitués de esa llameante noche estaban José Antonio Guillermo Divito (dibujante y humorista creador de la revista Rico Tipo y dueño de Zun Zun) y Pocky Evans (propietario de Afrika, situada en el Hotel Alvear, otra boîte del momento). Divito aprovechó para bromear sobre la posible competencia con los Lata Liste y dijo que él había llevado los fósforos y Evans un poco de kerosene. Anécdotas y chistes que nadie objetó porque todo había terminado bien.

Los Lata Liste no se deprimieron por las pérdidas económicas. Todos les pedían que volvieran. Reabrirían. Hicieron un asado para cuarenta amigos entre los escombros del boliche. La carne se cocinó sobre los elásticos desnudos de los sillones quemados que se usaron como parrilla y las maderas que habían sobrevivido al incendio sirvieron de carbón. Fue un evento realmente exclusivo.

Luego, emprendieron la reconstrucción con el dinero del seguro y la ayuda de los adinerados clientes amigos.

En 58 días estuvieron listos otra vez para ensordecer las noches: el techo a nuevo, la mejor decoración, varios extinguidores, aire acondicionado y con Exequiel Lanús al mando de sus dos Winco sin auriculares y a máximo volúmen.

La gente volvió feliz. Habían esperado con fervor el regreso de Mau Mau.


El ingreso de Mau Mau. La etiqueta era rigurosa.



José Lata Liste dixit: “El 12 de diciembre lo volvimos a abrir. (...) si la gente vuelve será porque tenemos algo que no le dieron afuera. (...) Es que los otros no les preguntan ¿Usted quién es? (...) Lo dejan entrar. Eso no me interesa a mí. (...) puede ser que el invitado de honor no tenga un peso en el bolsillo, pero sabemos que es un señor”. En otro reportaje aclaró con sencillez: “La gente va donde va la gente”.

Nada más cierto.

Ingresar a La Catedral del Ruido

El ambiente que generaron fue el adecuado para que los ricos y famosos del momento se sintieran cómodos, como en el living de sus propias casas.

Mau Mau ya era el ícono de Buenos Aires: un sitio donde comenzaban y terminaban amores y, entre whisky y whisky, se iniciaban amistades que propiciaban buenos negocios. La Catedral del Ruido, así llamaban a Mau Mau, se había consagrado como el rincón de Buenos Aires donde se daban cita los poderosos, los aristócratas, el jet-set local y del mundo. Si alguien quería ser conocido y llegar lejos, Mau Mau era el lugar donde dejarse ver. Había que pertenecer. O parecer que se pertenecía.

Aunque, para ser claros, entrar al lugar de moda no era tan sencillo. O bien estabas en la lista de las reservas o llegabas con alguien que tenía acceso garantizado o, simplemente, te lanzabas a la suerte. Podían bocharte porque no les gustaba tu cara, porque no tenías la edad suficiente o porque no les parecía adecuada tu forma de vestir. No importaba cuánta fama ostentaras ni cuánto dinero tuvieras en tu cuenta bancaria. Si al de la puerta no le cerrabas, te quedabas afuera con un amable y seco “ya no hay lugar”.


Además de bailar, en la discoteca los clientes disfrutaban de los más selectos recitales.

En los primeros años, los hombres solían concurrir de saco y corbata; las mujeres, de vestido largo. El lugar tenía las paredes enteladas con pieles de cebra y en sus muros había colgados dos cabezas embalsamadas de búfalo, una de oso, tres de antílope y un par de colmillos de elefante. Sin dudas, las generaciones actuales cancelarían esta propuesta decorativa. Pero los tiempos eran otros y las modas y la conciencia ambiental, también. Mau Mau tenía capacidad para 400 personas sentadas, tres niveles, 80 mesas y su pista era redonda con un diámetro de 7 metros. Era un poco chica, pero dicen que la idea era justamente provocar “el roce” de los asistentes.

La Fugaz clausura, famosos rechazados y un visitante atrapado

Los códigos de ingreso fueron evolucionando con la moda que suele practicar muy bien el rupturismo. En 1968 las mujeres ya iban a bailar a Mau Mau enfundadas en hot pants y con diminutas minis. Fue entonces que la discoteca tuvo un encontronazo con la dictadura que la mandó a clausurar porque consideró que el lugar contrariaba la moral. El cierre duró solo unos días y la noche siguió con su propio vértigo.

Habían llegado los atuendos más informales, pero no tanto como para que el rígido Fraga le permitiera pasar al célebre tenista del momento, Guillermo Vilas, que se presentó con traje y zapatillas. Tuvo que irse. También a Johnny Hallyday y Silvie Vartan se les cerraron las puertas por no respetar la etiqueta. Y el famoso bailarín Rudolf Nuréyev estuvo a punto de correr igual suerte por llevar un traje con cuello Mao. Nada ni nadie te aseguraba el ingreso al lugar más exclusivo de Buenos Aires. Eso sí: había una mascota que entraba sin problemas varias noches a la semana. Se llamaba Carajito y era el perro boxer del habitué Carlos de la Cruz que vivía justo en frente de Mau Mau.


Guillermo Vilas se va de Mau Mau. No lo dejaron ingresar porque tenía puestas zapatillas



Una anécdota increíble que relata el periodista Wullich, fue la que protagonizó un porteño amante de la noche llamado Eduardo Hasperue. Una madrugada envuelto en el vibrar de los parlantes y luego de tantos brindis se quedó profundamente dormido detrás de un sillón. La gente de limpieza terminó sus tareas y se retiró. El lugar fue cerrado sin que nadie se percatara de que había alguien roncando dentro. Justo al día siguiente hubo una asonada militar que duró tres días e impidió que Mau Mau abriera sus puertas. Eduardo sobrevivió gracias a los tostados de jamón y queso y al abundante champagne que encontró para regar su encierro. Cuando reabrieron la boîte lo encontraron feliz, bailando arriba de la barra Zorba el griego.

Sucursales de la noche porteña

Mau Mau pasó a integrar una liga mayor: las de las discotecas internacionales de París, Londres y Madrid. Llegó incluso a tener sucursales: en 1970, abrió en la capital española y, en 1971, en Marbella. El socio de Lata Liste en Marbella fue el mismísimo príncipe Adolfo de Hohenlohe, quien había sido marido de Ira von Fürstenberg. En fin, los codazos en la pista de baile habían encumbrado a los Lata Liste hasta llegar a lo más alto de las élites reales europeas.

En todos esos años en los que vivió en la capital española José se casó con María Teresa Villanueva y tuvo a su hijo José Ignacio.

Durante los años ‘70 la decoración de Mau Mau viró a paredes laqueadas de bordó, espejos y acrílicos del artista Rogelio Polesello. En los ´80, pasó a tener vidrios ahumados, bronces brillantes y montones de helechos. Los clientes tenían cuenta abierta y abonaban a fin de mes. Los días clave eran los jueves.


Alberto de Mendoza y Graciela Borges con Raúl de la Torre en Mau Mau



En 1977 murió de un infarto masivo uno de los hermanos Lata Liste: Alberto. Era muy joven y fue el primer golpe fuerte para José y también para el negocio.

Con el tiempo desapareció Fraga de la puerta y quedó el Negro Andrés, quien una vez fue sorprendido con 70 sobres de cocaína en un macetero y terminó preso.

Lata Liste se sintió traicionado. Dijo que no era la disciplina que había inculcado.

“Nosotros estábamos todas las noches al pie del cañón. Jamás bailamos o bebimos en Mau Mau. Éramos los últimos en irnos, después de hacer la caja y dejar todo listo para el día siguiente”, dijo en un reportaje.

La vida continuó. José Lata Liste no se quedó solamente con el negocio de la noche, también incursionó en los caballos de pura sangre, en los restaurantes y en el mundo de las plantaciones de cítricos.

El implacable almanaque

Entre las paredes de Mau Mau que ya no existen desfilaron Alain Delon, Omar Sharif, el torero Dominguín, Rudolf Nuréyev, Roberto Carlos, Charles Aznavour, Antonio Gades, Margaux Hemingway, Liza Minelli, miembros de muchas familias reales europeas y todas las estrellas locales del momento. Después de horas de baile y blablabla, de tragos y coqueteos, a las 4 de la madrugada la movida se trasladaba a los bares de La Biela, Las Delicias o La Rambla para desayunar. Conductas de la época.


Barry White junto a Alberto Lata Liste



A los extranjeros que venían de Europa les decían que no podían volver sin conocer el Teatro Colón y… ¡Mau Mau! Así de claro. Lo cierto es que a Lata Liste no le gustaba intentar explicar el por qué del éxito de su negocio: “Es una cosa que a todos les preocupa… que algunos consiguen y otros no… No tiene demasiada relación con el dinero que haya en el banco, pero tampoco se puede intentar estando en la miseria”.

En los últimos años de esplendor de Mau Mau, la que escribe hoy esta nota, pudo conversar en esos célebres sillones con Philippe Junot, el ex de Carolina de Mónaco. Sin embargo, como suele suceder, la moda es caprichosa y cada tanto cambia de rumbo. Esos volantazos de época sumados al atentado a la Embajada de Israel que hizo que estuvieran cerrados durante seis meses, profundizaron su crisis económica.

La clientela se mudó y eso aceleró su caída.

Las selectas puertas de Mau Mau cerraron en 1994, tres décadas después de su apertura.

Como todo en la vida, Mau Mau había cumplido su ciclo.


Una entrevista a Lata Liste en el famoso living de Mau Mau



En 1998 el edificio fue demolido. En su lugar se levantaron dos modernas torres de departamentos.

José Lata Liste aseveró que creía haber salido vivo de tanta noche loca gracias a que sus padres los habían preparado “para eludir las trampas nocturnas y los vicios. Ahora las disco son para 1500 personas, con patovicas en la puerta y un lugar al que llaman VIP donde entra cualquiera. ¡No tengo nada que ver con ese mundo!”.

El 12 de agosto de 2010 José, que era diabético, ingresó en la clínica madrileña de La Luz por un cuadro de hemorragia digestiva alta. Al día siguiente, quedó en coma y a pedido de su familia fue trasladado a la Argentina el 22 de septiembre. Murió el 18 de junio de 2011 sin despertar nunca. Estaba divorciado desde hacía tiempo y tenía 78 años.


Para los 25 años de Mau Mau hubo un gran festejo. José Lata Liste recibió a figuras como Susana Giménez y Susana Traverso

El que había cantado tangos a dúo con Aristóteles Onassis; el que había organizado las fiestas más audaces y divertidas; el que había practicado caza mayor en África con el príncipe Bernardo de Holanda y con Rainiero de Mónaco… ya no estaba. Había sobrevivido a su querido gemelo 34 años.

Esas noches fantásticas ya solo habitan en el recuerdo de los que alguna vez danzaron en la esférica pista de Mau Mau. Porque, como en el también circular tablero de la vida, el nacimiento y la muerte se funden al ritmo invencible del calendario. Nada puede hacerse para evitar que las hojas del almanaque vuelen hacia el papelero devorador.

Un día ya nada estará allí.

Ni los maravillosos recuerdos de ese rincón lleno de vida y de música llamado Mau Mau ubicado en el “codo aristocrático de Buenos Aires”, como llamó el escritor Eduardo Mallea a esa elegante curva que dibuja la calle Arroyo.

Bye Bye Mau Mau.


Fuente: https://www.infobae.com/sociedad/2022/04/10/mau-mau-el-glamour-en-la-noche-portena-el-descubrimiento-de-susana-y-el-jet-set-internacional-como-habitue


dp



Predio de Mau Mau en venta



3 comentarios:

Anónimo dijo...

En alguna ocasión aparece en la historieta de Isidoro Cañones...
Hernán Lemos

Anónimo dijo...

Hermosos recuerdos!!
Liliana Garcia

Anónimo dijo...

Hace un tiempo estuve hablando con una señora ya mayor, en la pizzería Las Carabelas de Lomas. En la conversación le dije que yo había vivido en la Plaza Vicente López. Ella me dijo que iba mucho a un lugar frente a la plaza que se llamaba 05. Le respondí que nunca había ido porque era más bien un lugar de reunión de gente que se conocía, como Minujin , Peralta Ramos y otros. No quería yo aparecer como un intruso. También le agregué que me hubiera gustado haber ido a Mau Mau, pero con motivo de que allí cantaría Ornella Vanoni, no para codearme con poderosos, y que además tenían una lista y si no estabas era difícil entrar. Entonces se sorprendió y me dijo que ella iba seguido a Mau Mau, con su novio y el amigo de su novio, agrego que cuando era jovencita ella era muy bonita. Y que nunca había visto una lista, el novio y su amigo saludaban a Fraga y entraban directamente sin ningún trámite. Le pregunté cómo se llamaba el novio y su apellido no me dijo nada. Entonces le pregunté el nombre del amigo, y me contestó ... Charly Menditeguy el amigo de Fangio.
Claro, si yo hubiera tenido ese amigo entraba en sillita de oro.
Raul Bolatti