viernes, 31 de marzo de 2023

CAPILLA DE LOS NEGROS - CHASCOMÚS

 


Incorporada como sitio de memoria en el programa “La Ruta del Esclavo” de la UNESCO.


La Capilla de los negros se encuentra en Chascomús, provincia de Buenos Aires. Es una construcción rectangular sin revoque exterior con paredes  pintadas interiormente de blanco, techo de chapa acanalada, piso de tierra, ventanas y puertas verdes, zócalos, una imagen de la Virgen morena de los Milagros, una cruz, un altar para la Virgen del Rosario y otras figuras. 


Si bien la Capilla no celebra misa porque no cuenta con el reconocimiento de las autoridades eclesiásticas, es un sitio de religiosidad popular donde visitantes de cualquier pertenencia religiosa depositan ofrendas, imágenes, velas, fotos, pulseras, rosarios y flores. Allí conviven figuras de santos católicos, deidades afroamericanas, santos populares no canonizados, personajes históricos e imágenes de diversos credos. 


En su interior también se encuentran notas de prensa y retratos de doña Eloísa Soler, bisnieta del primer cuidador de la capilla que abrió las puertas del sitio al público.


Durante los siglos XVI a XIX, la trata de esclavos formó parte del “comercio triangular” que conectó a Europa, África y América mediante el intercambio de mercancías, seres humanos y materias primas. Las personas esclavizadas eran capturadas, compradas y/o intercambiadas por artículos de poco valor para ser vendidos en América a cambio de azúcar, algodón, tabaco, café, madera, oro, plata y otros metales preciosos.


Buenos Aires era un lugar de recepción y tránsito de personas esclavizadas hacia Potosí, El Callao, Asunción, Valparaíso, Santiago de Chile, Santa Fe, Corrientes, Tucumán, Santiago del Estero, Misiones, Córdoba, Salta y Catamarca.


 Allí desembarcaban hombres y mujeres provenientes del Congo, Angola y Mozambique que se vendían como “negros bozales”. Sus propietarios les ponían nombre e incluso su propio apellido para indicar que eran de su propiedad y los obligaban a convertirse al cristianismo mediante el bautismo. Los hombres eran destinados a tareas domésticas, talleres, oficios, comercios, iglesias y milicias mientras que las mujeres eran lavanderas, cocineras, sirvientas y esclavas sexuales. 





A fines del siglo XVIII terrenos lindantes a la Laguna de Chascomús comienzan a poblarse de estancias debido a la creación de un fortín para la defensa de los territorios y “la lucha contra el indio”. Muchas de estas primeras viviendas fueron construidas por negros. A mitad del siglo XIX ya como negros libertos, éstos continuaron realizando trabajos domésticos para las familias asentadas.

 

Si bien en 1813 se decreta la libertad de vientre y de todo esclavizado que pisara suelo argentino, la abolición de la esclavitud recién se declara en la Constitución Argentina de 1853 y se instrumenta en la provincia de Buenos Aires luego de 1861. 


En ese contexto, la comunidad negra de Chascomús organizada como la Nueva Hermandad de Morenos Bayonbé de Invenza solicitó en 1861 un permiso a las autoridades para construir un “cuarto de las ánimas y demás objetos indispensables a nuestros regocijos festivos” y se le otorgó un terreno. Un año más tarde se construye allí la Capilla que rápidamente se conforma como un lugar de encuentro, baile, fiesta y culto en sentido religioso y social para la comunidad afrodescendiente. La Capilla sirvió también como espacio de atención a los enfermos durante la epidemia del cólera en 1868 y de la fiebre amarilla en 1871.



Video:https://www.youtube.com/watch?v=uYw1WIvTKvg 


Autores: Historia Visual Argentina (HVA)


Publicado en Fb por @Marcela Cooke




dp 









jueves, 30 de marzo de 2023

FIN DEL LENGUAJE INCLUSIVO






Inocente Duke escribió un glosario de palabras del lenguaje inclusivo en español y lo protegió bajo la propiedad intelectual.

"Se acabó escribir así y se acabó hablar así", remarcó el popular Youtuber español, Inocente Duke, en un video en el que anunció que nadie podrá usar palabras del lenguaje inclusivo sin su permiso, porque ha registrado todos esos vocablos a su nombre. 

Inocente Duke escribió su primer libro, titulado "Diccionarie: glosario completo del lenguaje inclusivo" y lo ha registrado bajo la propiedad intelectual. Por esa razón, el youtuber asegura que nadie podrá usar ninguna palabra de las que figuran en su "Diccionarie" con fines de lucro o políticos. 

En el anuncio, Duke aclara: "me da igual que la gente escriba así o hable así, lo que no se puede hacer es utilizar esas palabras con ánimo de lucro, con fines publicitarios, propagandísticos o políticos, ni tampoco en los medios de comunicación, a no ser que vaya bien entrecomillado y citando a su respectiva autora, que soy yo."

Además, aclaró que a aquellos Youtubers que utilizan las palabras del lenguaje inclusivo para burlarse de ese lenguaje y que son denunciados o perseguidos "ellos sí tienen mi permiso para utilizar este lenguaje".

"El lenguaje inclusivo nos pertenece a todos aquellos a los que amenazais, extorsionais y chantajeais", alertó. 


Si quiere ver todo el video explicativo de esta genialidad perpetrada, copiar y pegar en una nueva página: https://youtu.be/e68VCjQ68ig (Sobre todo a partir del minuto 6:30)


dp




martes, 28 de marzo de 2023

LEYENDAS EN TORNO A THE BEATLES IV


La muerte de Paul McCartney: como nació la fake news, las pistas en los discos y la tapa de revista que desmintió la noticia.

Lo que empezó con una llamada a una radio y una nota satírica en un medio universitario terminó convertida en una de las teorías conspirativas más tenaces del siglo XX. Cómo se gestó, los intentos del Beatle por negar su propio fallecimiento y la risueña aceptación años después.


Por Matías Bauso23 Sep, 2021






El auto destrozado de Paul McCartney... solo que él no iba en ese coche


Todas las conclusiones y datos añejos que esta nota reúna serán rebatidos por varios en las redes sociales. No hay pruebas contundentes que hagan dudar al creyente, al convencido. Están quienes prefieren pensar que eso sucedió y que desde hace más de cincuenta años se despliega una trama de mentiras, encubrimiento y falsedades para no revelar la verdad impactante: Paul McCartney está muerto. Sin importar lo inverosímil de la cuestión.

Lo que empezó como un juego, como un artículo satírico en una revista universitaria y como una llamada de un bromista o de un trasnochado a un programa radial de madrugada, terminó convertida en una de las teorías conspirativas más famosas de la segunda mitad del siglo XX.

La tapa de Abbey Road, una canción que se pasa para atrás, una referencia en el sobre interno de un disco, una foto descentrada, alguien descalzo. Cualquier elemento puede servir de pista, de indicio dejado adrede por los pocos que saben la verdad, para que aquellos que saben mirar, para que los iniciados conozcan los hechos reales. Los demás, los ingenuos y crédulos, viviremos sumergidos en la mentira.

El hecho de que alguien pueda creer que Paul McCartney murió a los 28 años y que luego siguió más de medio siglo de encubrimiento y engaño, que alguien pueda creer que una de las personas más famosas del mundo, prolífica en su profesión y que siempre estuvo en la mira de los medios haya muerto en un accidente automovilístico hace pensar que cualquier teoría conspirativa puede encontrar terreno fértil para propagarse.



A pesar de las desmentidas, la teoría conspirativa sobre la muerte de McCartney prendió en muchos. Aquí, el músic en 1968, un año antes de su supuesta muerte (Photo by David Redfern/Redferns)

- Hola, ¿Quién habla?- preguntó Russ Gibb en la madrugada del 12 de octubre de 1969. Era el conductor de un programa radial en una FM de Michigan y, entre canción y canción, conversaba al aire con oyentes. Entre los que llamaban había, como siempre, de todo. Solitarios, los que pedían algún tema, los que buscaban fama, los que querían dedicarle una canción a la persona que amaban y hasta gente que no estaba bien.

El oyente no se identificó. El locutor insistió.

-Tom- dijo el otro de mala gana.

Su voz era rugosa y adormecida. Urgido y solemne, escupió:

- “Paul está muerto”- dijo.

Hubo un silencio. Tom, o cómo se llamara, repitió: “Paul McCartney está muerto”. En el estudio se escuchó una risa. Una risa incómoda.

- “Poné Revolution 9 al revés y en la parte que John repite number nine, vas a ver que dice con claridad Turn me on, dead man (Enciéndeme, hombre muerto)”- conminó al DJ radiofónico.

Dos días después en un diario universitario, The Michigan Daily, un estudiante que esa madrugada, desvelado, escuchaba a Russ Gibb, urdió una larga nota en la que enmarcaba esa afirmación, imaginó las condiciones en las que eso sería verdad y la firmó como Fred LaBour. El titular impactaba “La muerte de McCartney: Nueva evidencia sale a la luz”.


El artículo sostenía que Paul había muerto en un accidente de autos en la madrugada del 9 de noviembre del 66 después de salir enojado del estudio de grabación. En el camino había subido a una chica que hacía dedo para acercarla a su casa. Ella recién cuando el auto se puso en marcha se dio cuenta quién era el conductor y se abalanzó emocionada sobre él. Esto habría hecho que Paul perdiera el control y el Aston Martin terminara debajo de un camión. El Beatle terminó decapitado.

El hecho causó una lógica conmoción en el grupo. George Martin convocó a una reunión secreta. Sólo eran cinco. El productor, los tres Beatles sobrevivientes y Brian Epstein, su manager. Decidieron seguir adelante. Pero siendo otra vez cuatro. Paul seguiría con ellos. Lo reemplazarían pero nadie debía darse cuenta de ello. No informarían de la muerte de su compañero. Organizaron un concurso de dobles de Paul que ganó un señor llamado William Campbell (al que algunos también le agregan un segundo apellido, Shears, de dónde surgiría Billy Shears, mencionado en Sargent Pepper).

Este hombre no sólo tenía una cara como la de Paul -parecido que se extremó con algunas cirugías estéticas-, su voz también era similar aunque algunos dicen que a partir de la grabación de Lady Madonna se nota el cambio de cantante.


De pronto, surgió un obstáculo en ese plan. Brian Epstein se arrepiente y amenaza confesar el engaño. Alguien solucionó el tema: el manager aparece muerto. Una supuesta sobredosis. Luego el artículo de LaBour develaba pequeñas pistas que los de Liverpool habían dejado sembradas en sus canciones y discos para que alguien atara cabos, para no mentir tanto; otros atribuyen esto a una variante más elaborada: que todo fue idea del MI5 (el servicio secreto británico) y que los tres Beatles sobrevivientes no pudieron negarse pero sí plantar indicios para ser descubiertos.

Lo que al autor, al editor y a los primeros lectores les pareció evidente, a otros no. La publicación tenía un evidente tono satírico. No tenía más ambición que la de ser un chiste elaborado, eso sí, y nacido de una situación bizarra en una radio local. Sin embargo, la nota (o su contenido) se propagó con facilidad: bastó con un puñado de lectores que la leyeron literalmente. Circuló como lo hacían las noticias en esos tiempos. Lenta pero firmemente, sin que se pusiera en duda la verosimilitud de lo dicho. El argumento de autoridad: si lo decían los diarios debía haber sucedido. La fuente se olvidó. Y la historia se fue repitiendo.

Tal fue el revuelo que los mismos Beatles debieron salir a desmentir la información. Ringo dijo que todo era mentira pero que importaba poco lo que él dijera porque la gente creería lo que quisiera creer. John se enojó, lo consideró ridículo.

El que peor la pasó fue Paul. Encontró merodeando e intrusando su propiedad a un periodista y a un fotógrafo de la revista Life. Peleó con ellos, hubo una agria discusión. La reconciliación se selló con un pacto. McCartney les daba una foto, con toda su familia pero aseado y ellos no utilizaban las fotos robadas y se iban de su propiedad. La tapa de Life mostraba en blanco y negro a la familia McCartney en pleno en un paisaje campestre. Paul con el hastío instalado en su cara, a Linda y a sus dos hijos. El título era: “Paul todavía está con nosotros”. En una solapa externa que agregan varias revistas norteamericanas a modo de sumario reducido, la referencia a la supuesta muerte también se hacía presente: “McCartney: Los hechos detrás de la muerte que no fue”.


La tapa de Life donde se desmentía la noticia de la muerte



Paul, parafraseando a Mark Twain, pudo haber dicho que la noticia era cierta sólo que algo prematura. Se mostró sorprendido y no pudo disimular que toda la situación le parecía ridícula. En cierto punto lo interpretó como una extorsión porque durante años hizo apariciones semanales en la prensa y en el momento que decidió recluirse se vio obligado a volver a aparecer para aclarar esta situación. “Los rumores sobre mi muerte han sido algo exagerados- dijo con humor-. De todas maneras si estuviera muerto, sería el último en saberlo”.

Un rumor, argumentaciones endebles y ridículas para sostenerlo, una desmentida contundente e inmediata, pruebas fotográficas. Asunto zanjado. O eso debería haber sucedido. Muy por el contrario, la versión siguió corriendo y engordando. Se generó la duda en muchas personas. Y, de esa modo, la muerte de Paul, el famoso Paul is dead, mutó de broma a teoría conspirativa.

Y como todas las de su especie, se invirtió la carga de la prueba: Paul debía probar lo que nunca pensó que le sería exigido: que estaba vivo.

Antes del llamado telefónico al programa de radio de Michigan se encuentra un antecedente de la versión. El 17 septiembre de 1969 se publicó en el diario de la Universidad de Drake de Iowa una nota de alguien llamado Tim Harper. Hay quienes sostienen que hay una versión anterior del rumor que recorrió, tenuemente, sin llegar a demasiadas personas, en Inglaterra.

El hecho, el accidente automovilístico, tenía un antecedente real.

A fines de diciembre del 66 Paul chocó con su automóvil. Como resultado le quedó un diente partido, una ligera cicatriz sobre el labio superior y una estadía en el mecánico para arreglar las abolladuras del vehículo. El 7 de enero de 1967, un asistente del Beatle, el marroquí Mohammed Hadjij chocó el Minicooper de Paul y lo destrozó. Hadjij no sufrió lesiones de gravedad. La foto del auto destruido tuvo alguna difusión. Paul no iba en ese auto, sino en el de atrás con dos célebres compañeros, Mick Jagger y Keith Richards.


La tapa de Abbey Road generó un sinfín de teorías conspirativas sobre la supuesta muerte de Paul y su reemplazo

Una revista que hacía un reporte pormenorizado de las actividades de los de Liverpool, una especie de órgano de club de fans llamada Beatles Book Monthly publicó en su número de febrero de 1967 un recuadro titulado “Falso Rumor”. Consignaba que la mañana del 7 enero se había producido un accidente con el auto de Paul pero que él no iba dentro y que nadie había resultado herido.

Las pistas dejadas por los otros tres y por George Martin en las canciones, según quienes creen en esta teoría conspirativa, son múltiples y evidentes. En realidad, cada verso oscuro o poco claro, cada juego de palabras, cada referencia a la muerte o a una fuerza superior, es interpretada como señal de que Paul se encuentra muerto. Por ejemplo afirman que al final de Strawberry Fields Forever, John canta “I buried Paul” (Enterré a Paul). Sin embargo, parece que la línea correcta es “Cranberry sauce” (salsa de arándano). Pero no sólo hay que buscar huellas en las letras. La parte gráfica de los discos también es terminante. En la tapa de Sargent Pepper creen hallar casi una decena de referencias. El bajo hecho con flores -en realidad homenaje al fallecido Stu Sutcliffe-, en una mano que sobrevuela la cabeza de Paul, un Aston Martin de juguete, una insignia que lleva el bajista en su pecho que no dice lo que los conspiranoicos afirman y varias más.

También hay rastros dejados adrede en el libro que iba en el interior de Magical Mistery Tour. Casi uno por página creen los que prefieren creer. Cada foto en la que un Beatle, en especial Paul, mira para otro lado o está de espaldas se considera semiplena prueba de la muerte prematura del bajista.

Alguien también esgrimió que existe un estudio antropométrico realizado por dos universitarios que determinó sin lugar a dudas que el rostro y la cabeza de Paul en 1966 y los de 1967 no corresponden a la misma persona. Es una lástima que sólo conozcamos esa conclusión pero no cómo se arribó a ella ni los antecedentes de los pretendidos expertos.

Pero sin dudas el punto máximo de toda esta elucubración es la tapa de Abbey Road. En ella los cuatro cruzan por la cebra peatonal. Paul es el único descalzo. Eso que tuvo origen en el calor reinante al momento de sacar la foto y en una broma medio boba de Paul se convirtió en el principal argumento para sostener que se encontraba muerto: a los cadáveres se los entierra descalzos. La vestimenta de los demás y el orden de aparición serían otros datos irrefutables. Cada uno cumple un rol específico: Lennon, delante de todos y de prístino blanco, sería el sacerdote, el celebrante, o el mismísimo Dios; Ringo, de negro, el de la funeraria; Paul, descalzo, con los ojos cerrados y un cigarrillo en la mano (en la mano ¡DERECHA!, y todos sabemos que es/era zurdo) el muerto; y George con camisa y pantalón de jean, el enterrador, el que cava la tumba. Por detrás un auto estacionado con una chapa que dice IF28. Es decir, Si 28. Lo que significa: Si Paul viviera, tendría 28 años. Esto se esgrimió como gran dato, como elemento incontrastable durante años, sin que se tuviera en cuenta que al momento de la foto y al momento de la publicación del disco, Paul tenía 27 y no 28.

Pero los datos, las pruebas por sencillas y esclarecedoras que sean no interesan demasiado en estas circunstancias. Siempre es preferible creer en la conspiración.


A los 51, Paul parodió la situación en la tapa de un disco en vivo



Fred LaBour, el autor de la nota original, todavía hoy se muestra atónito ante la repercusión que tuvo su texto paródico. Lo siguen contactando, cinco décadas después, quienes creen en este complot para presentarle nuevas pruebas. Recuerda que poco tiempo después lo invitaron de un programa de televisión. Él les aclaró que se trataba de una broma. El productor lo llamó al orden: “Usted no puede decir eso. Piense en nosotros. Tenemos una hora de aire que llenar”.

John Lennon otra vez se hizo eco del rumor en su diatriba contra Paul en esa canción enojada y furiosa post-divorcio beatle que es How do you sleep: “Esos freaks tenían razón cuando decían que estabas muerto; el error que cometiste estaba en tu cabeza”.

En 1993, Paul se rió de este tema desde uno de sus discos. El trabajo era el registro de sus presentaciones en directo. Paul is live (Paul está vivo) fue el título. En la tapa Paul atravesando la senda peatonal de Abbey Road llevando de la correa un perro. Al fondo el escarabajo blanco, subido a la verdad. La chapa ya no es I28. Ahora dice: 51 IS (Tiene 51: la edad de Paul en ese momento).

Paul McCartney con su vitalidad permanente desmiente esta teoría cada día de su vida. Con cada presentación en vivo, con cada disco nuevo. Su vitalidad deslumbra cuando se está acercando a los ochenta años. En el peor de los casos habría que reconocer que los Beatles, al menos los otros tres, eran geniales hasta para decidir castings. William Campbell en este medio siglo demostró, más allá de las coincidencias fisonómicas, dos cualidades que hicieron que la gran mayoría hayamos creído en que nada había sucedido. Campbell demostró ser longevo e increíblemente talentoso.


Fuente: https://www.infobae.com/historias/2021/09/23/la-muerte-de-paul-mccartney-como-nacio-la-fake-news-las-pistas-en-los-discos-y-la-tapa-de-revista-que-desmintio-la-noticia/


dp 



lunes, 27 de marzo de 2023

REVOLUCION EN LA MUSICA. LA ELECTRONICA

 



Robert Moog, el exponenciador de sonidos



Por Paco Mayoral  (2020) 





La friolera de 210 años son los que un humanoide necesitaría para poder reproducir los sonidos creados por Robert Moog. Hasta el infinito y más allá de sonidos, unos 7 millones, sonido arriba, sonido abajo. Esta afirmación, aunque suene a exabrupto de barra de bar, fue realizada por una revista especializada en ciencia y tecnología.

El 21 de agosto de 2005 falleció Bob Moog, dejando un legado inmenso en la experimentación sonora con la electrónica. El sintetizador popularizado por él, es, sin ninguna duda, el arma musical que llenó los pentagramas de futurismo y modernidad. La masificación de su uso marcó uno de los grandes momentos bisagra en la historia de la música. Pero antes de cyborgs, hubo prehistoria. Aunque los instrumentos musicales electrónicos nos evoquen coolismo High Tech, su uso lleva rondándonos más de 150 años.


A principios del siglo pasado, a rebufo de la fiebre de la electricidad, empezaron a surgir los primeros intentos fructíferos de reproducir música electrónica, hasta que ya en los años 70, se produjo la explosión definitiva de los sintetizadores.


El Telarmónio, de Thaddeus Cahill, terminado en 1906es comúnmente considerado como el primer invento musical electromecánico. De 7 toneladas, 18 metros de largo y al módico precio de 200.000 dólares. Parece que no tuvo mucho tirón, ya que solo fueron tres los que se construyeron. No conseguimos entender la razón.


Posteriormente aterrizaron el Audion Piano, El Ondes Martenot, el Trautonium o el Theremin. Aunque suenen a jardín botánico, son solamente algunos de los artilugios creados bajo esta ola. El último de ellos fue ideado por Léon Theremin y sedujo al mismísimo Lenin, quien dicen, se inició en su uso.

No fue el único que cayó en el encanto de este instrumento manos-libres, ya que Robert Moog, construyó uno cuando era un imberbe adolescente. Poco después, en 1954 y con tan solo 20 años de edad, fundó su primera empresa: R.A. Moog. Co. Con el lema Do it yourself por bandera, las piezas del theremin, con instrucciones adjuntas, eran enviadas al comprador por 50 dólares. Ríanse de Ikea o Nike.

En aquella época tuvo lugar un encuentro crucial en el devenir de nuestro protagonista. El prestigioso pianista Raymond Scott, famoso por componer las melodias de Warner bros, mostró a Bob el electronium, un aparato que acababa de construir, capaz de producir melodías de forma aleatoria. Este hecho avivó la llama, ya de por si candente, de Mr. Moog, quien emprendió su personal búsqueda en la sintetización del sonido.

En 1964 presentó en sociedad el Moog Modular Shynthesizer, sintetizador que, aunque no fue el primero, presentaba algunas novedades interesantes. Entre ellas, el control del voltaje y, posteriormente, la incorporación de teclados en los aparatos.

Pero el gran aporte, en el que la mayoría están de acuerdo, es la accesibilidad y popularidad que, gracias a Moog Music, adquirió el nuevo instrumento. La compañía creció de manera espectacular en los primeros años, sobre todo por dos golpes de efecto. El primero, gracias a Wendy Carlos, autor del álbum Switched-On Bach, que tiene el honor de ser el punto de partida del uso de sintetizadores a modo de orquesta. El segundo golpe de efecto, de la mano de Gershon Kingsley, quien lo utilizó en directo antes que nadie. Además, fue él también quien compuso «Popcorn», primer hit popular de la nueva era del sintetizador. Vuelvan a la infancia por un momento. Palomitas de maíz.




Envalentonado por el éxito que estaban cosechando, la compañía lanzó más modelos al, cada vez más ávido, mercado de instrumentos electrónicos. De todos, el aparato que, para muchos es el definitivo, vio la luz en 1971. Con el Minimoog Model D, se resolvieron los problemas de tamaño y peso que presentaba el antecesor y fue fácilmente incorporado a las giras de los artistas. Con el paso de los años, ha sido puesto al nivel de influyentes instrumentos como el órgano Hammond, el melotrón o, incluso, de Fender Stratocaster y Gibson Les Paul.

Desde ese momento, su sonido se coló en la mayoría de estudios y escenarios. Bandas sonoras, series, performances, etc. Nada podía ir mal, o ¿sí?. Parece ser que todo lo que tenía de genio de la electrónica, le faltaba en la gestión de empresas. Paso de tener listas de espera de nueve meses, a no recibir ni un solo pedido. Tras años de deudas, perdió el control de la compañía, hasta que pudo recuperarla en 2003 tras una dura batalla legal.

Durante los 80’s en adelante, fue reenfocando su carrera a la enseñanza y a las conferencias, pero nunca cesó en su actividad de investigación y creación de nuevos instrumentos. Su idilio con el theremin siguió vivo durante 50 años, en los que nunca dejó de fabricarlos y promocionarlos. Gracias a esta labor, el instrumento que se toca sin tocarlo, está teniendo un resurgimiento importante en los últimos tiempos. Antes de dejarnos, pudo ver como su pasión fue reconocida en forma de premio, al recibir un Grammy en 2002 por sus innovaciones técnicas y creativas.

No obstante, el futuro ya estaba escrito. Desde Kraftwerk y sus cimientos de la música electrónica hasta el jazz de Chick Corea. Keith Emerson, Pink Floyd, Funkadelic, Bob Marley, Beach Boys, Rolling Stones, The Beatles, Michael Jackson, Dr. Dre … Todos, todos y cada uno de los estilos, abrazaron, en mayor o menor medida, las innovaciones que aportaron los sintetizadores.

El gran compositor alemán de bandas sonoras Hans Zimmer, lo resume perfectamente: «En un momento determinado tuve que elegir entre el minimoog y comprarme un coche. A día de hoy, aún no se conducir».


Fuente: https://muzikalia.com/robert-moog-exponenciador-sonidos/



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The Beatles "jugando" con un sintetizador