RUSIA VA POR UCRANIA

Algunos rebajaban las protestas en Ucrania al simple razonamiento de un levantamiento popular más, provocado por el descontento de un sector que hasta calificaban de minoritario, cosa que está muy lejos de la realidad.

Pero la defensa de la inclusión de Ucrania al sistema europeo (Euromaydán), no sólo marcaba la pertenencia natural a ese continente, ni era el simple problema de la integración económica, sino también el pueblo quería, definitivamente, salir de la influencia criminal rusa, de la que viene padeciendo desde hace casi tres siglos.

De ahí viene ahora la invasión rusa a Crimea, aduciendo causas de “defensa de sus conciudadanos”, cuando en verdad fueron colonizadores que se implantaron en ese territorio para provocar el desplazamiento de la población autóctona. A esto le siguió una política de "rusificación" de la cultura a escala nunca antes vista en parte alguna del globo. Otra forma de sometimiento más, llevada a su máxima expresión durante la era criminal ruso-soviética.

Con sangre siempre se escribió la relación histórica entre Ucrania y Rusia, y nuevamente pretenden hacerlo. Rusia no dudó en masacrar a casi 10 millones de ucranianos con la imposición de la colectivización forzada de los recursos de la tierra, provocando una hambruna artificial en los años 30 (el Holodomor).

Ucrania es el granero de la región, la llave de salida hacia el sur de Rusia a través del Mar Negro, único lugar donde la inclemencia del invierno no impide el tráfico comercial y militar. Es, también, el territorio de paso del petróleo y gas ruso que compra Europa Occidental, originado en la zona del Mar Caspio.

Por esto Rusia quiere controlar Ucrania a toda costa, para así también poder acechar el Mediterráneo con su flota, vía el Mar Negro.

Un choque armado solo terminaría en un conflicto internacional a escalas inmensas, porque ni a Estados Unidos ni a Europa le conviene que nuevamente el oso ruso imponga su hegemonía en el oriente europeo.

Rusia es sinónimo de imperialismo, dictadura, exterminio en masa, traslado forzado de personas de un lugar a otro de su inmensa geografía, con fines de colonización o exterminio. Prueba de todo esto es el apoyo de Rusia al dictador genocida de Siria, que gobierna una zona del planeta que Rusia considera, desde siempre, como parte de su “espacio vital”.

Es una nación bárbara, cruel, retrasada culturalmente, despiadada. La historia lo cuenta.

Fue el engendro del más grande asesino de la historia, José Stalin y ahora de un “corderito pseudo democrático” como Putin que en verdad cree en la supremacía racial rusa.

Pero los ucranianos son europeos asumidos y están cansados de tanto sometimiento.

El mundo libre y democrático debe apoyar la causa ucraniana porque ella es la causa de la libertad, la democracia, la integración regional europea, el desarrollo y el bienestar del pueblo.

Eso podrá degenerar en una guerra frontal y a escala regional.

El destino de la libertad y la democracia se juega en Ucrania.
Antes fueron los zares. Luego los soviéticos. Ahora es el populista demagogo de Putin, pero la idea es siempre la misma: el salvaje dominio al que consideran inferior, sin importar el costo, la razón, la moral.

dp