jueves, 11 de julio de 2024

LAUREL Y HARDY ACTUARON EN BUENOS AIRES



"El Gordo y el Flaco" en Buenos Aires



Antes de convertirse en el maravilloso dúo cómico que tantas horas felices nos hicieron pasar cuando éramos niños, Stan Laurel y Oliver Hardy actuaron en Buenos Aires. El empresario Charles Seguín fue quien los contrató. El inglés Stan Laurel llegó en 1915 y se presentó en el Teatro Casino. Oliver Hardy estuvo en 1914 y actuó en el Pabellón de las Rosas y el Parque Japonés.


Tuvieron que pasar varios años más, hasta 1927, para que el director Leo McCarey lograra el descubrimiento del dúo. "A partir de ahí no se separaron", asegura el biógrafo. Y sobrevivieron bien a ese salto tecnológico que arruinó las carreras de tantos divos del cine mudo: la incorporación del sonido a la pantalla. "No les afectó porque los diálogos eran insustanciales, no como ocurría con otras estrellas de la época como los hermanos Marx, en los que el texto hablado era tan importante", dice Louvish. "La acción, la peripecia, lo que les ocurría, era lo que contaba", sigue el autor del libro.

Las cosas estuvieron claras desde el principio en una sociedad que perduró 25 años en la pantalla, en los escenarios, con giras teatrales europeas también y en apariciones en la televisión. Todo era perfecto. Jamás se produjeron altercados por las disparidades, aunque éstas fueran enormes a veces. Unas eran de peso: si Oliver Hardy marcaba alrededor de 140 kilos en la báscula, Laurel no pasaba de 75. Pero otras eran más llamativas, como los salarios: si en 1935, Hardy había ganado 85.310 dólares, Laurel había engordado su cuenta corriente con 156.266. "El Flaco era el autor de todos los gags y los guiones. En lo creativo era mucho más lanzado que Hardy, que resultaba mucho menos ambicioso. Stan Laurel era el auténtico cerebro", certifica Louvish.


Francisco García Jiménez recuerda la entrevista que les realizara Adolfo R. Avilés, el autor de tantos tangos famosos (Gardel le grabó 7 temas), en los estudios de Hall Road, donde era difícil entrar para hacer reportajes, pero casualmente lo dejaron pasar por el hecho de ser argentino y corresponsal de El Diario..


Grata sorpresa. Se dio de manos a boca con el flaquísimo Stan laurel y el gordísimo Oliver Hardy. Y el gordísimo Hardy le espetó:

-Ou..¿Argentinou, che? ¡Muy macanudo, che viejou...!

El chapurreo estableció inmediata comunicación. Con el agregado de que el flaquísimo Laurel también se la rebuscaba con pintoresquismo idomático:

-Ou, moucho gusto, sinior.


Acapararon ambos al periodista. Y no se diga de qué manera agradeció éste esa oportunidad. Una frase mágica, allanó todo....

-¡Ou, Buenos Aires! ¡linda cousa la tangou!


Casino, Pabellón de las  Rosas y Pacho


Buenos Aires y el tango, fusionados en un grato recordar, dominaron la nostálgica charla. En 1915, Stan Laurel había venido al teatro Casino, de la calle Maipú -Music hall siempre alerta a la presentación de las grandes varietés mundiales-, con la troupe Flinn. Como no tenía mayores habilidades acrobáticas, hacía el papel de un sonso. Pero no del clásico tony del circo de alta escuela. El cuero no le daba para tanto. Era un panete común, que recibía las cachetadas y se daba los porrazos con dolorosa verdad.


-El públicou argentino era muy cachaudor -decía Laurel recordando-- Mi agaraba pir fara. dispoés mi agaró simpatía, che, pirque in una iscena de moujiganga mí, imitaba unos pasos de tangou. ¡Ou, grande ouvación mi daba, con moucha bronca di los otros compañiros del show!...


Y en ese punto intervino el gordo Hardy -que también actuó en Buenos Aires- diciendo con una estomacal murria evocativa:

Ou, qué ricas churrasquirías en Argentina! ¡Chinchoulines wonderful!



El gordo había llegado un año antes que Laurel, en 1914, para trabajar en espectáculos circenses del Pabellón de las Rosas, de Palermo, y en el Parque Japonés, del Retiro.... Dos detalles de las matinées del Pabellón de las Rosas le habían quedado grabadas en la memoria al gracioso gordo. La falta de locomoción para trasladarse hasta allí desde la Pensión del centro de la ciudad donde vivía... ¡y el tango!


.-La tramway mi dejaba a ocho coadras -decía-, que mí caminaba rimolcando las mías duscientocincoenta libras de peso. Pir eso no quisi firmar contratou pir otra añou. Ché, ¿osté poida dicirme si hay tramway, por fin hasta poerta Pabillón de las Rousas?


Cuando el periodista le dijo a Hardy  que ya era innecesario ese tranvía pues ya no existía más el Pabellón de las Rosas, por los ojos del gordo pasó una rápida nube de tristeza, desvanecida por otro recuerdo grato:

-In matinées de doumingo dil Pabillón, toucaba in salón de baile il músicou criollos"Páchou" con acordión grande incima las piernas. ¡Lindou! ¡Mí me daba cada panzada de tangou, che!


Hardy se miró con Laurel. Pensaron lo mismo. Repitieron a dúo:

-¡Ou, Buonos Aire! ¡Linda cousa la tangou!...



Fuente: https://tangosalbardo.blogspot.com/2018/11/stan-laurel-y-oliver-hardy-en-buenos.html




dp




1 comentario:

Anónimo dijo...

Daniel. Muchas gracias. Abrazos.
Mirian Veleda.
Uruguay