CONSTRUCTOR DE CATEDRALES
Quizás en otro momento supimos dominar la química, vimos convertirse masas amorfas en polvos cristalinos, lo purificamos, y hasta estudiamos su solubilidad, el punto de fusión y el rendimiento del proceso sumidos en un estado casi hipnótico frente a un recipiente de vidrio y el fuego, procedimiento y técnica que perfeccionarla podía llevar horas, días o incluso años...
...y a medida que ese balón recristalizaba, cristalizaba yo por dentro.
Pero hoy me tocó ser constructor de catedrales, emprendo una obra en la que el tiempo no está determinado por días o años, ni siquiera la propia vida, sino por generaciones.
Empiezo los planos, empiezo la obra y sé que me voy a morir sin ver la catedral terminada. Confío en que mi sucesor termine la obra.
Pero él tampoco es constructor de catedrales, tampoco sabe dominar la química y es una incógnita ese potencial.
Pero mi fuerza impulsora es el amor. Y estoy dispuesto a usar todo mi conocimiento y toda mi capacidad para que salga bien. Lo tengo planificado, seré traductor de lenguaje, para que pueda entenderse él mismo, la naturaleza humana y el funcionamiento del mundo. Para no interferir en su propio proceso, como un acto de amor y de confianza, tendrá que descubrirlo por sí mismo, todo a su tiempo.
Lo dejaré fijado en las constelaciones que le enseñé y en las representaciones que le conté, para que si se siente perdido pueda usar las estrellas como mapa de viaje.
Las medidas serán humanas para que pueda referenciar a la naturaleza del hombre.
Dejaré los planos para que cada espacio, cada columna, cada detalle lo referencie a esas historias que no por casualidad le contaba de niño, para que descifre la maquinaria del mundo, de sus secretos, del pensamiento y pueda ponerse su propia corona sobre su propia vida.
Y si todo sale bien, cuando sea el momento, nos sentaremos frente a frente ya no como padre a hijo sino como iguales ,para ver si llegamos a la misma verdad, si precisa la revelación de la idea original ,si logró descifrarla, transmutarla o expandirla.
Y según el destino, comenzará la preparación de otra generación de constructores de catedrales... o tal vez de maestros de la química.
Autor: Elizabeth Ríos
dp
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