¿Por qué los romanos usaban letras en lugar de números como los conocemos hoy? La respuesta no está en la matemática, sino en la practicidad, el poder y la tradición.
El sistema romano nació en los mercados y en los campamentos militares, no en las escuelas. Sus símbolos (I, V, X...) eran fáciles de grabar en piedra, metal o madera y de reconocer a simple vista. Un trazo equivalía a I, cinco se representaban con V (la mano abierta) y diez con X, la unión de dos V enfrentadas.
Más allá de contar soldados, monedas o ganado, los números romanos se convirtieron en símbolos de autoridad imperial, usados en leyes, legiones, impuestos y monumentos. No existía el cero, porque en la mentalidad romana todo debía tener valor y peso.
Aunque resultaban incómodos para cálculos complejos, cumplían perfectamente su función: dejar constancia en mármol, monedas y documentos. El sistema fue dominante durante siglos hasta que, en la Edad Media, los números indo-arábigos llegaron a Europa gracias al mundo islámico. Los banqueros italianos descubrieron entonces su enorme ventaja y el viejo sistema quedó relegado a fechas, capítulos y relojes.
Hoy, los números romanos siguen presentes en el Coliseo, en los créditos del cine y en los relojes clásicos, recordándonos que fueron la herramienta con la que Roma contó y organizó su imperio.
dp
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