Olga de Kiev: la viuda que quemó un imperio. Asesinaron a su marido, y Olga no lloró, sino esperó...
En 945, el príncipe Ígor de Kiev fue asesinado por los drevlianos, una tribu eslava que decidió que su gobierno (y sus impuestos) eran demasiados. Lo capturaron durante una carrera de tributo, ataron sus piernas a dos árboles doblados, y dejaron que la naturaleza lo partiera por la mitad.
Su esposa, la princesa Olga, era por entonces una viuda de 25 años con un hijo heredero y un estado hambriento que mantener unidos.
Los Drevlians cometieron un error fatal: asumieron que ella se casaría con uno de ellos y se convertiría en su marioneta. Así que enviaron a veinte enviados para "negociar" el matrimonio.
Olga los hizo enterrar vivos.
Entonces pidió más enviados, alegando que aceptaría la propuesta. Cuando llegó la siguiente tanda, ella los hizo quemar vivos en una casa de aseo público.
Entonces, ella organizó un festín fúnebre para los hombres que mataron a su marido. Cuando se emborracharon, sacrificó a 5.000 de ellos.
Todavía no había terminado con todo ello... Cuando los drevlianos le rogaron por la paz, ella solo pidió tributo en forma de pájaros, palomas y gorriones de cada casa. Agradecidos de escapar con vida, cumplieron.
Entonces, Olga ató telas empapadas de azufre a los pájaros, les prendió fuego y los liberó.
Los pájaros volaron a casa. La ciudad ardió desde dentro hacia fuera.
Así fue como una mujer sin ejército aplastaría a toda una compleja y elaborada rebelión.
Más tarde, se convirtió al cristianismo y se convirtió en la primera santa rusa, Santa Olga. La misma que quemó vivos a los hombres e incendió ciudades con palmas.
Gobernó durante décadas, sostuvo el trono para su hijo, y allanó el camino para la cristianización de la Rus de Kiev.
Fue temida en vida, venerada en la muerte y canonizada por la iglesia que nunca explicó por qué.
Fuente: Crónica Primaria, Iglesia Ortodoxa Rusa, Enciclopedia Británica.
dp
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