Algo sin duda reseñable es que hemos estado a punto de desaparecer de la faz de la Tierra al menos 2 veces hace escaso tiempo, y poca gente es consciente de ello:
Que no lo hayamos hecho ya, es gracias a la inteligencia y sangre fría de dos señores.
De un lado, el joven oficial soviético Vasili Arkhipov, quien, a bordo de un submarino armado con un torpedo nuclear en plena crisis de los misiles de Cuba, se negó a dar la tercera autorización necesaria (oponiéndose al deseo expreso del Capitán y otro alto oficial) para lanzar el proyectil contra una escuadra americana que les había detectado y de forma disuasoria les estaba lanzando cargas de profundidad.
Dentro del submarino, se interpretó por los mandos como un ataque directo y el inicio de la III Guerra Mundial. Vasili sin embargo, tuvo la personalidad, temple, valentía e inteligencia para considerar eso como lo que fue realmente y calmar al capitán, saliendo del cerco yankee (bloqueando al entrada de Cuba) sin ninguna repercusión para su país, EE.UU y el mundo entero.
Este hombre el año anterior al suceso, ya se había expuesto a fuertes radiaciones para salvar otro submarino con un reactor sobrecalentado. Por lo que el respeto, reputación y admiración de sus compañeros fue clave para que sus palabras al capitán fueran tomadas tan en consideración.
Dos décadas más tarde de la historia de Vasili se repetiría de modo muy similar: los mismos actores EE.UU y la URSS volvieron a poner en peligro al mundo.
En plena Guerra Fría, aún latente precisamente las consecuencias de la Crisis de los Misiles de Cuba, y con una serie de acontecimientos como el derribo por los soviéticos de un avión civil surcoreano, el Globo entero contenía el aliento ante lo que parecían esta vez sí, los prolegómenos de una Guerra mundial con una escalada nuclear inherente e inimaginable.
A primera hora de la madrugada del 26 de septiembre de 1983, Stanislav Petrov, quien estaba a cargo de comunicar las alertas del nuevo y avanzado sistema de satélites Oko, (diseñado expresamente para detectar lanzamientos de misiles desde Estados Unidos) se sobresalta por las alarmas y ve en pantalla lo que parecen ser 5 misiles nucleares balísticos intercontinentales que se dirigen a territorio soviético.
El militar, sabedor de las consecuencias de notificar la alerta, desconfiando del nuevo sistema de misiles y extrañándose porque EE.UU iniciara un ataque con 5 misiles balísticos a la vez, decide contenerse y transgredir las órdenes. Espera con la máxima angustia a que las manecillas del reloj más inmóviles que nunca le den la razón… como finalmente ocurrió. Era un falso aviso.
Tanto Arkhipov como Petrov se enfrentaron a situaciones en las que la obediencia ciega al mando y los protocolos podría haber desencadenado el apocalipsis nuclear. Ninguno fue castigado de manera formal, pero sus acciones tampoco fueron celebradas, debido a la naturaleza secreta y extremadamente sensible que comprometía la fiabilidad de los protocolos y los sistemas de seguridad de la Unión Soviética como Oko.
En ambos casos, el reconocimiento y la gratitud por salvar el mundo, llegaron mucho más tarde. Para Petrov, al final de su vida, y para Arkhipov (quien siguió escalando jerarquías y galones con una brillante carrera militar) ya lamentablemente, de forma póstuma.
Y una doble reflexión: si en tan breve lapso de tiempo ya hemos lanzado la moneda al aire dos veces, desclasificándose la información décadas después, ¿Pueden haber existido ya, otros Vasilis y Petrovs que aún no sepamos y que jugaron con la existencia de la humanidad, mientras el resto estábamos ajenos a lo que podían ser nuestros últimos instantes?
Además, y sin pretensión de ser alarmista, es objetivo que cada vez hay más países y actores con esta tecnología armamentística y la misma o menor cordura. Quizá la cuestión que deba hacerse no es si ocurrirá o no, si no cuándo va a suceder.
Autor: Alejandro Farnesio
dp
2 comentarios:
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