Uno de los momentos más dramáticos de la relación entre españoles e indígenas americanos fue el encuentro entre el emperador inca Atahualpa y el conquistador español Francisco Pizarro en la ciudad de Cajamarca, en el altiplano peruano, el 16 de noviembre de 1532.
Por Miguel A. Hernández
Atahualpa era monarca absoluto del estado más extenso y avanzado del Nuevo Mundo, mientras que Francisco Pizarro representaba a Carlos I de España, por entonces el Estado más poderoso de Europa. Pizarro, al mando de un grupo de 168 soldados españoles, desconocía el terreno, nada sabía sobre los habitantes de la región y estaba totalmente fuera de contacto con los españoles más cercanos (eventuales refuerzos). Atahualpa, en cambio, estaba en el centro de su imperio y rodeado por su ejército de decenas de miles de soldados. Sin embargo, Pizarro capturó a Atahualpa apenas unos minutos después del comienzo del encuentro entre ambos.
Pizarro tuvo a Atahualpa como prisionero durante ocho meses, tiempo durante el cual obtuvo el mayor rescate de la historia, a cambio de la promesa de liberarlo. Sin embargo, después de completarse la entrega del rescate –suficiente oro como para llenar completamente una sala de unos 6 metros de largo por 5 m de ancho y 2,5 m de alto, toda llenita, eh– Pizarro renegó de su promesa (un hombre de palabra, se ve) y ejecutó a Atahualpa.
La captura de Atahualpa fue decisiva para la conquista europea del imperio inca y provocó que dicha conquista fuera más rápida y mucho más fácil. Atahualpa era venerado por los incas como dios-sol y ejercía una autoridad absoluta sobre sus súbditos, que seguían obedeciendo sus órdenes aún mientras permanecía cautivo. La situación de cautiverio del emperador permitió además que Pizarro enviara partidas de soldados en exploración hacia otros lugares del imperio sin que fueran molestadas, y le dio tiempo para solicitar refuerzos a Panamá. Así, cuando comenzó finalmente la lucha entre españoles e incas tras la ejecución de Atahualpa, las fuerzas españolas eran mucho más importantes y temibles.
Pero... ¿cómo pudo Pizarro capturar a Atahualpa con tal diferencia de fuerzas? Sencillamente, porque esa “diferencia” no era tal. Había diferencia de soldados, eso es indiscutible. Pero la calidad del “armamento” era tan pero tan diferente a favor de Pizarro y sus muchachos que la comparación resulta hasta burda. La enorme ventaja militar de Pizarro y sus hombres residía en que poseían armas de acero (los factores más decisivos de todos: espadas, lanzas y puñales), armaduras de acero, armas de fuego (arcabuces, el factor menos importante, ya que solo contaban con algo menos de veinte) y caballos. Cuatro elementos imposibles, no ya de vencer, sino directamente de combatir por las huestes de Atahualpa que, además de no tener animales sobre los cuales montarse o cabalgar para librar una batalla más o menos pareja, solo podían oponer palos, mazas y hachas de mano de piedra, bronce o madera, además de hondas y algunos acolchados usados como armaduras. Este desequilibrio en cuanto al equipamiento fue decisivo en los enfrentamientos (y lo fue en cada batalla entre los españoles y los indígenas americanos). Recordemos que los rifles y los caballos eran desconocidos al principio por los indígenas americanos, ya que fueron llevados a América por los europeos; asimismo, fueron con el tiempo transformando a las sociedades indias que los adquirían. Gracias a su dominio de los caballos y los rifles, los indios de las llanuras de América del Norte, los araucanos del sur de Chile y los indios de la pampa argentina rechazaron a los invasores “blancos” durante mucho más tiempo que los otros indígenas americanos, y solo sucumbieron tras grandes operaciones militares de los ejércitos de los gobernadores “blancos” en las décadas de 1870, 1880, etc., o sea, mucho después de la época en la que se desarrolla este encuentro entre Pizarro y Atahualpa.
Pero volvamos a Cajamarca y veamos cómo fueron los hechos puntualmente. Pizarro llegó a Cajamarca el viernes 15 de noviembre de 1532. Se instaló en la plaza con su gente y envió un mensajero a decirle a Atahualpa que quería entrevistarse con él. Atahualpa le contesta con un emisario propio que sí, que irá a verlo, pero que irá con su gente y que irán armados. Pizarro le manda entonces este mensaje: “di a tu señor que venga en buena hora como quisiere, que de la manera que viniere lo recibiré como amigo y hermano”. Un embustero de primera, hay que decirlo.
Pizarro mandó al general Hernando Pizarro y a los capitanes Soto, Mena y Belalcázar, armados y a caballo, a que ocuparan lugares estratégicos con parte de los soldados, mientras que Pedro de Candía era el responsable de los tiradores en lugares elevados y ocultos alrededor de la plaza. Lo que se dice, una emboscada típica. Sabían que eran muchos menos en cantidad, pero las diferencias de equipamiento señaladas anteriormente les daban absoluta confianza.
El asunto es que atardecía y Atahualpa no aparecía. Pizarro manda otro emisario a pedirle a Atahualpa que venga de una vez, ya que quería encontrarse con él antes de que se hiciera de noche. Este emisario vuelve diciendo que ahí vienen, y que la gente que viene con el emperador tiene armas secretas debajo de las libreas, que eran “jubones (casacas que iban de los hombros a la cintura) de algodón fuertes y talegas de piedra y hondas, y que le parecía que traían “ruin intención”.
Sin embargo, cuando al fin llegan Atahualpa y su gente (unos diez mil indios), resultó que venían con banderas, bocinas, patenas y coronas de oro, llevando a su emperador entre varios y elevado sobre sus hombros. Pizarro envía primero a un fraile (cuándo no), fray Vicente de Valverde (fraile dominico), quien se acercó a Atahualpa con una Biblia y una cruz en sus manos y le dijo: “yo soy un sacerdote de Dios, y enseño la los cristianos las cosas de Dios; y así mismo vengo a enseñar a vosotros. Lo que yo enseño es lo que Dios nos habló, que es lo que está en este libro. Y por tanto, de parte de Dios y de los cristianos, te ruego que seas su amigo, porque así lo quiere Dios; y ve a hablar con el Gobernador (Pizarro), que te está esperando”. O sea, la conocida perorata conquistadora. Los incas hablaban quechua, pero seguramente el fraile se hizo entender (además, como en todas las épocas, siempre hay un traductor por ahí buscando una changa). Las versiones varían de aquí en adelante, se dice que Atahualpa tomó el libro, que no podía abrirlo (!!), que el fraile quiso hacerlo, que Atahualpa le apartó el brazo con desdén, que finalmente Atahualpa le dijo algo así como “bien sé lo que han hecho por el camino, cómo han tratado a mis caciques y tomado la ropa de los bohíos (pequeñas casuchas elevadas donde se guardaban cosas)”. El fraile le contestó que no, que no habían hecho eso, que la ropa esa “se las habían traído unos indios”, bla bla. Atahualpa le dice que quiere que le devuelvan lo que han robado, que no se irá de ahí “hasta que toda me la traigan”.
El fraile se excusó, se alejó, Atahualpa estaba empacado, quería un poco más de respeto (en definitiva estaba en su casa y era el emperador, qué es eso de que soy yo el que tiene que moverse...), y así siguió un conciliábulo de histeriqueos hasta que un tiro de ballesta aterrizó en las huestes de Atahualpa. Se generó una batalla, murieron más de dos mil indios y muchos más fueron heridos. Finalmente Atahualpa fue llevado ante Pizarro, tomado como botín de guerra, retenido y chantajeado, como fue dicho. Historia conocida.
¡Ah! Un detalle... ¿Por qué estaba Atahualpa en Cajamarca? Atahualpa y parte de su ejército estaban en Cajamarca porque acababan de vencer en batallas decisivas de una guerra civil que dejó a los incas divididos y vulnerables (Pizarro sabía de esas divisiones y las aprovechó). Y la razón de la mencionada guerra civil de los incas... fue que una epidemia de viruela (adivinen de dónde vino) propagada desde el norte de Sudamérica con la llegada de los colonizadores españoles había causado la muerte del emperador inca Huayna Cápac, de la mayoría de su corte y de su heredero, Ninan Cuyuchi, hacia 1526. estas muertes precipitaron la lucha por el trono y el poder entre Atahualpa y su medio hermano Huáscar. De no haber sido por esa epidemia, los españoles hubieran enfrentado a un imperio inca fuerte y unido. Armas, acero, caballos... y virus. Así gana cualquiera, eh.
Fuente: https://www.historiahoy.com.ar/encuentro-cajamarca-pizarro-captura-atahualpa-n1371?fbclid=IwAR1_VMUpJpn21waGQoE4_W0WgBcU2xicPu1oN60fDp5FZvNIYkkrX7Os8_U
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1 comentario:
Es imperdonable!!!
Marta Cassinera
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