miércoles, 19 de marzo de 2025

MASACRADOS POR TIBURONES


El trágico naufragio del USS Indianapolis: torpedos japoneses, la bomba atómica, alucinaciones y el ataque de tiburones.

Hace 75 años el barco militar norteamericano se hundió en 12 minutos. Del agua sólo salieron con vida 317 de los 1196 tripulantes. Estuvieron cinco días en el mar a la deriva, sedientos e imaginando monstruos, esperando un rescate que tardó en llegar. Fue la peor catástrofe de la armada de los Estados Unidos. El hallazgo de los restos hace solo tres años


Por Matías Bauso 30 Jul, 2020 





Habían pasado diez minutos de la medianoche. El cambio de guardia se produjo sin mayores novedades. El ritmo de navegación era tranquilo. El frenesí del viaje de ida había quedado atrás. Hasta que el barco cimbreó. Una explosión y un pequeño sismo. El shock duró unos pocos segundos. Gritos, humo, corridas; los que estaban descansando intentaban vestirse. Enseguida, otra explosión. Otra vez la nave convertida en una coctelera descontrolada. No había que ser un experto para darse cuenta que los daños eran severos. Sin embargo, confiaban en que podían minimizar la situación. Unos meses antes habían logrado sobrevivir a un ataque kamikaze.

Esta vez era diferente.

El comandante ordenó sellar varias escotillas. Detrás quedaban decenas de marineros condenados a la muerte. Era la única manera de mantener la esperanza de salvar a los demás. En un par de minutos todos se dieron cuenta de que la situación era muy grave. Los daños eran muchos. Había fuego por todas partes. El USS Indianapolis se estaba hundiendo.

No hubo tiempo ni manera de sacar todos los botes salvavidas, unos pocos fueron lanzados al agua. Con los chalecos inflables la situación no fue mejor. Los que pudieron tomaron uno. Los otros se lanzaron al agua escapando del desastre o tratando de apagar las llamas que los habían alcanzado. El barco se hundió en doce minutos. 315 hombres quedaron dentro suyo. Los 890 restantes trataban de mantenerse con vida en medio del mar oscuro. Algunos nadaron durante horas, habían empezado a hacerlo para alejarse de la succión de la nave y luego siguieron y siguieron sin saber por qué.

Los hombres tenían confianza. Estaban bien preparados y sabían que la marina norteamericana tenía desarrollado un sistema muy eficaz de rescate en casos de naufragio. Demorarían un par de horas, no mucho más. Sin embargo, los hombres del USS Indianapolis debieron esperar cinco días hasta que llegara la ayuda. Durante esos días debieron enfrentar tiburones, el sol, el hambre, la sed, la contaminación producida por el agua salada, las alucinaciones, las peleas entre ellos.

El USS Indianapolis era un crucero pesado enorme de casi 190 metros de largo. Había sido botado en 1931 y había recorrido la mayoría de los mares del mundo. Se convirtió en el buque presidencial. A bordo de él, Franklin Roosevelt había llegado a Buenos Aires a fines de 1936. Casi como confirmando su buena estrella, el barco se salvó por unas pocas horas del ataque a Pearl Harbor. Luego participó activamente en la Segunda Guerra. Combatió durante años en el Pacífico.

Todo empezaría a cambiar el 31 de marzo de 1945. En esos años, el Indianapolis había cambiado. Su armamento era mucho más profuso y estaba modernizado. En medio de una batalla, un avión japonés logró superar los disparos de las baterías antiaéreas y en un ataque kamikaze se estrelló contra la cubierta del barco. Un incendio, 9 tripulantes muertos y un gran agujero. Viajó de regreso a California para ser reparado. Allí estuvo un tiempo hasta que le avisaron al comandante que debían estar listos para zarpar.

Mientras alistaban todo, los hombres del USS Indianapolis vieron llegar a varios altos oficiales y a soldados fuertemente armados. Introdujeron en una bodega especial un cargamento misterioso. Los testigos dijeron que parecían dos heladeras de playa pero blindadas. Cuando Charles Butler McVay III, el comandante, pidió explicaciones e información a sus superiores, estos sólo le comunicaron una serie de normas inviolables: el viaje debía realizarse a toda velocidad, nadie podía acercarse al cargamento, en caso de desastre o naufragio la carga tenía prioridad sobre los hombres, y en la puerta de la bodega debía haber siempre dos hombres armados como custodia.



El destino era la isla de Tinian. La misión era súper secreta. Y pareciera que le fue asignada porque era el barco de gran porte que estaba más cerca de Álamo Gordo.

El barco había sido bien reparado. Llegó en tiempo récord a Tinian con su carga misteriosa. Poco tiempo después se sabría que el USS Indianapolis transportó el material fisionable de las bombas atómicas que poco después serían arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Uranio y otros componentes que viajaban sin que los marinos conocieran su capacidad letal.

Cumplido el objetivo sin sobresaltos, el barco tenía unos días para llegar a su nueva destino. Debía arribar al Golfo de Leyte, en Filipinas, para, junto a otros miembros de la flota aliada, mantenerse alerta por un posible ataque a tierras japonesas o para ser parte importante en el posible bloqueo a la isla.

Desde la comandancia les informaron que eran aguas seguras, que desde hacía varias jornadas no había actividad japonesa en la zona. El apuro del viaje inicial había quedado atrás. Navegaban a velocidad crucero sin la compañía de los acorazoados a pesar del pedido realizado por McVay.

Todo cambió esa noche de hace 75 años, la del 30 de julio de 1945. El submarino japonés I-58 bajo el mando de Mochitsura Hashimoto divisó el enorme barco. Hashimoto ordenó un ataque con seis torpedos lanzados en racimo. El impacto de dos de ellos fue suficiente para el colapso del barco.

Apenas amaneció los sobrevivientes trataron de agruparse y de hacer un recuento de cuántos eran. Pero era una tarea imposible. Todavía se mantenían intactas las esperanzas de un pronto rescate. Todavía la sed y el hambre no habían aparecido con su ferocidad. La salida del sol fue recibida como una bendición. Un poco de calor luego de horas en el agua helada. Pero eso duro sólo un rato. Los rayos empezaron a quemarlos. Era como si su cabeza estuviera en medio de un espejo hiciera rebotar los rayos contra sus ojos. Algunos llegaron a cubrírselos con paños. Quienes no lo hicieron sufrieron daños irreparables en su vista.


El agua estaba negra. El derrame de combustible hizo vomitar a varios aunque quienes estaban todos cubiertos por la sustancia negra y aceitosa al menos estaban más protegidos de los rayos solares. Cuando oscureció, que el sol desapareciera produjo alivio. Pero también eso duró muy poco. Otra vez el frío. Y así se estableció un ciclo donde los hombres en el agua siempre deseaban que fuera otro momento del día distinto del que transcurría.

Lo peor ocurrió durante la segunda mañana. Atraídos por el movimiento humano, por ese inesperado cargamento alimenticio los tiburones comenzaron a rondar a los cientos de hombres. Ellos se juntaron, formaron cuadros como el de los ejércitos de la antigüedad para protegerse y para hacerles creer a las fieras que no eran presas fáciles. Una vana ilusión. Tiburones tigres y tiburones punta blanca los atacaban. Algunos probaban con aullidos y pataleos para alejarlos. Eso podría ser una técnica de defensa o una desembozada muestra del natural terror.

“La idea era que cuando el tiburón se acercara los hombres empezasen a chillar y chapotear con todas sus fuerzas y a veces el tiburón se iba, pero otras veces no. Se quedaba mirándote fijamente, a los ojos. Con esos ojos negros, sin vida, como si fueran los de una muñeca. Se lanza a por ti y ni siquiera parece estar vivo hasta que te muerde y esos ojos negros giran hasta ponerse blancos y entonces ya sólo escuchó un grito espantoso, el agua se vuelve de color rojo y a pesar del pataleo y el griterío esas bestias vuelven y te van despedazando. Luego me enteré de que esa primera noche perdimos cien hombres”, dice Quint, el personaje interpretado por Robert Shaw en Tiburón en su célebre monólogo. Una noche los tres protagonistas masculinos (aunque el personaje principal sea el escualo) de la película de Spielberg hablan en la embarcación. Pelean por quién tiene la herida más grande (gana la discusión Richard Dreyfuss cuando se abre la camisa y muestra el pecho mencionando a una mujer: “Me rompió el corazón”, sentencia). Las risas se acaban cuando le preguntan a Quint por su tatuaje y cuenta la historia del USS Indianapolis.

Es imposible saber cuántos fueron víctimas de los tiburones. Cómo tampoco conocemos cuántos sobrevivían en ese momento. Ni siquiera podemos conocer el número de los que llegaron con vida al agua tras los dos torpedos japoneses.

Woody James, uno de los sobrevivientes, contó hace pocos años: “Todo estaba tranquilo hasta que escuchabas un grito, un aullido: otro tiburón había atacado”.

Los hombres veían las aletas acercarse y nada podían hacer. A veces pasando por debajo del agua, los escualos los chocaban y seguían rumbo a un cuerpo que despedía sangre. Esa mañana el agua también cambió de color. Se había teñido de rojo.




Otro fragmento del monólogo de Quint: “El jueves por la mañana me tropecé con un amigo mío, un tal Robinson de Cleveland, jugador de béisbol, bastante bueno. Creí que dormía. Me acerqué para despertarlo. Se balanceaba de un lado a otro. De pronto volcó. Vi que había sido devorado de cintura para abajo”.

Después fue el tiempo de la sed, el hambre y la desesperación. Hombres que pese a la advertencia tomaban el agua salada del mar. Las alucinaciones hacían que algunos creyeran que el de al lado, el compañero que lo sostenía, era un japonés. Los ataques entre los náufragos se reprodujeron. Muchos habían perdido la razón.

El 2 de agosto en un vuelo de rutina, Chuck Gwinn, a bordo de un hidroavión, avistó algo raro en el agua. Luego de unos minutos se dio cuenta que eran hombres. Lo primero que pensó fue que se trataba de japoneses. Era lo que a esa altura el curso de la guerra hacía sospechar. Cuando se acercó se dio cuenta que eran compatriotas suyos. Dio aviso y luego de pensarlo mucho amerizó. Asistió a los que pudo. En las horas siguientes llegaron varias embarcaciones para recoger a los que quedaban. Del agua sólo salieron con vida 317 de las 1196 tripulantes que zarparon. Dos de ellos murieron a las pocas horas.

La noticia pasó casi desapercibida en la prensa norteamericana. No era momento para malas noticias. El dominio definitivo sobre Japón se llevaba la mayoría de los titulares. Sin embargo pocos meses después, el comandante McVay fue llevado ante una corte marcial. Lo acusaron de no dar la voz de abandono del barco y de no ultimar los cuidados para no ser hundidos; específicamente se le endilgaba no navegar en zig zag.

La armada norteamericana sufrió más de 300 naufragios durante la Segunda Guerra Mundial sin embargo el único comandante juzgado fue el del USS Indianapolis. Fue encontrado culpable por no navegar en zig zag pese a que uno de los testigos fue el mismísimo Hashimoto, comandante del submarino enemigo que lo hundió, quien declaró que ni de esa manera el barco se hubiera salvado. Las preguntas que planteó McVay y no fueron respondidas en la Corte: por qué sus superiores le negaron la escolta de otros dos barcos, por qué nadie se percató de la ausencia de nave, por qué el rescate demoró cinco días. McVay fue degradado aunque en una apelación posterior el fallo fue revocado.

En 2017, una misión financiada por Paul Allen, uno de los fundadores de Microsoft, pudo dar con el paradero del USS Indianapolis. A casi seis mil metros de profundidad fue encontrado cerca de la costa de Filipinas.

McVay sobrevivió al hundimiento de su barco y a la muerte de 900 hombres; pero no pude resistir la muerte de una sola mujer, la suya. Luego que un cáncer se llevara a su esposa, el comandante se pegó un tiro en la cabeza en el jardín de su casa. Fue en 1968. Tenía 70 años y un largo historial depresivo detrás. No dejó ninguna carta explicando su decisión. Lo encontraron tirado en el césped. En su mano derecha el arma que disparó; en la izquierda, apretado por su puño cerrado, un soldadito de juguete.

Hace un mes murió Tony King. Un ex marino norteamericano y tripulante del USS Indianapolis. Tenía 94 años. Ahora sólo quedan 8 sobrevivientes de aquel barco. Algo bastante natural. Pasaron 75 años. Y los que siguen vivos ya son nonagenarios. Pero se los recuerda y se mantiene el conteo porque ellos fueron parte de los 317 que lograron salir con vida del agua tras el peor naufragio de un buque militar norteamericano.


Fuente: https://www.infobae.com/historias/2020/07/30/el-tragico-naufragio-del-uss-indianapolis-torpedos-japoneses-la-bomba-atomica-alucinaciones-y-el-ataque-de-tiburones/


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domingo, 16 de marzo de 2025

ENIGMATICO MONUMENTO EN LA CIA




Kryptos: la enigmática escultura de la CIA que esconde un secreto indescifrable

La obra guarda un mensaje que todavía no ha podido ser develado, pese al esfuerzo de miles de personas que lo intentaro.



Es un enigma que ya cumplió 30 años sin ser develado. Y para colmo, se encuentra en un lugar del mundo donde abundan los expertos en descifrar ese tipo de incógnitas. Se trata de una obra escultórica que se llama Kryptos (”oculto”, en griego antiguo), que incluye un mensaje secreto y que fue inaugurada el 30 de noviembre de 1990 nada menos que en el patio de la sede central de la Agencia Central de Inteligencia Estadounidense (CIA), en la ciudad de Langley, estado de Virginia.

Kryptos es una obra de arte. Pero también es un misterio a manera de escritura críptica que genera una verdadera pasión en cientos de personas a lo largo y ancho del planeta, que se mantienen unidas y siempre enfocadas en el intento de decodificarlo.

Formalmente, la escultura es una especie de pantalla ondulada de bronce de unos 3,6 metros de alto y 6 metros de ancho. En ella se encuentran, en un caótico despliegue, unas 2000 letras cuyas siluetas están perforadas sobre el metal, que guardan ese secreto no develado por nadie en tres décadas.

El escultor del enigma


La obra fue encargada al escultor estadounidense Jim Sanborn que, a modo de apuesta lúdica, sabiendo que su criatura sería vista por los expertos en códigos de la CIA, los más renombrados del país, decidió incorporarle un desconcertante desafío.

Paradójicamente, el escultor no conocía nada de códigos ni de criptografías. Se asesoró de manera pertinente por el experto Edward Scheit, que había sido presidente del centro criptográfico de la CIA. Munido de algunos conocimientos bastante más firmes, Sanborn puso manos a la obra y empezó a trajinar el bronce para darle forma a Kryptos.


Y para dotarlo de todo su misterio
.

Pero, pasados los años, el mismo artista que implantó el mensaje secreto se mostró sorprendido de lo difícil que resultó a todo el mundo desentrañar su intríngulis. “No pensé que duraría tanto tiempo -30 años- sin ser descifrado”, dijo Sanborn en una entrevista a la CNN.

Los mensajes descifrados


Los miles de entusiastas que tratan de descifrar los arcanos de Kryptos alrededor del mundo no se han dado por vencidos. Y tienen motivos para no hacerlo. Sucede que, de acuerdo a lo que explicó el mismo autor, los enigmas de la obra se dividen en cuatro partes, y tres de ellas, ya han sido desveladas.

Además, el autor, que no revelará nunca la respuesta del código que ha creado, de vez en cuando da algunas palabras que funcionan como pistas para estimular a los rastreadores del enigma en su incansable lucha por decodificarlo.

Un científico californiano llamado Jim Gillogly fue el primero que aseguró haber descifrado los tres tramos iniciales del críptico mensaje. Luego lo hicieron especialistas de la CIA. Pero, ni con toda la tecnología moderna, que incluye la inteligencia artificial y el uso de sofisticados decodificadores informáticos se ha podido hallar una respuesta al cuarto fragmento.

El primero de los tres textos revelados dice: “Entre la sutil sombra y la ausencia de luz se encuentra el matiz de la ilusión”. Por supuesto, el fragmento está escrito en inglés y, también en ese idioma, la palabra “ilusión” se encuentra mal escrita -iqlusion-, como para despistar a los rastreadores.

El propio Sanborn señaló que quería que el Kryptos se revelara de a poco, en un proceso que funciona como “pelar capas de una cebolla”. En ese sentido, la segunda “capa” del enigma también fue descubierta.

Se trata de un fragmento más largo que el anterior, armado en forma de sopa de letras, que brinda las coordenadas para ubicar la sede central de la CIA, insinúa que hay algo enterrado allí y hace referencia también a quien era el director de la agencia en tiempos en que se realizó la escultura: William Webster, a quien se lo nombra simplemente como ”WW”.

El tercer pasaje, más largo aún que el anterior, hace una referencia a otro gran develador de misterios que hubo en la historia humana. También con faltas intencionales de ortografía, el fragmento repite una parte del relato realizado por el arqueólogo británico Howard Carter cuando abrió la tumba de Tutankamón, en noviembre de 1922

El cuarto pasaje de la Kryptos


La buena noticia es que la cuarta parte del enigma es más corta que las otras. Tiene apenas 97 caracteres. Además, el propio Sanborn fue dando algunas pistas de palabras que se encuentran en ese revoltijo de letras en código. En 2010, dio como una ayuda la existencia en el criptograma de la palabra “Berlín”.

En 2014, agregó el término “reloj”, y finalmente, en enero del año pasado, antes del acoso de la pandemia de coronavirus, el artista reveló la tercera palabra: “noreste”.

Pero eso fue toda la ayuda otorgada por el autor de Kryptos, que ya cuenta con 75 años, y dice que se sentiría “aliviado” si alguien llegara a resolver pronto su secreto desafío.

La decodificadora


Todas las letras en forma desplegada


Posiblemente si alguien puede representar a los miles de “descifradores” de Kryptos que pululan por todo el mundo, ella es Elonka Dunin. Esta mujer, desarrolladora de videojuegos y consultora, creó una página web que desborda información sobre la críptica escultura.

Ella también trata de decodificar el enigma, pero recibe además muchos mensajes de personas que creen haberlo resuelto. Señaló que muchos se obsesionan demasiado y que parecen haber caído en una enfermedad mental a causa de esa empresa. “Siempre soy amable con ellos y hago todo lo posible por escucharlos”, dijo Dunin, en una entrevista con The New York Times.

Dunin organiza también reuniones con los fanáticos de Kryptos, que una vez cada dos años se reúnen en un restaurante o en el mismísimo estudio de arte del creador de la escultura, que los escucha pero no suelta prenda sobre el enigma que encierra su criatura.

La solución de Kryptos, ¿se subastará?


Sanborn, como el creador de la obra, estableció un sistema para recibir mensajes de las personas que creen haber dado con la solución a sus arcanos. Creó una página que, por 50 dólares, procesa las respuestas que le envían. Pero hasta ahora, ninguna de ellas ha podido dar en el blanco.

El artista señaló también que no sabe qué pasará con la solución del misterio cuando él muera, pero se encuentra casi seguro que subastará la respuesta si nadie puede hallarla antes de su muerte. El que obtenga el remate del enigma podrá publicar la solución, o conservar el secreto.

En cuanto al dinero que se recaude, Sanborn señaló que planea donarlo para financiar los estudios sobre crisis climática en la zona donde vive, la península de Chesapeake, en Maryland, donde hay un alarmante ascenso del nivel del mar.


En otro de los elementos que pertenecen a Kryptos también hay inscripciones en código Morse, algo que forma parte del mismo gran misterio sin resolver.


Pero hay otra mala noticia para los amantes de este tipo de misterios. Cuando se resuelva el cuarto fragmento del Kryptos, todavía restará resolver otro interrogante más. Es que los cuatro pasajes forman entre todos otro enigma a revolver.

Además, por fuera del pergamino de cobre se ven en la obra trozos de código morse esparcidos, un pilar de madera petrificada, una pileta giratoria y losas de granito. Todos elementos que suman más confusión al ya de por sí enmarañado mensaje cifrado, que, tal parece, estará unos cuantos años más sin ser resuelto.

Por Germán Wille



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/kryptos-la-enigmatica-escultura-de-la-cia-que-esconde-un-secreto-indescifrable



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sábado, 15 de marzo de 2025

NUEVA DISTINCION DE DAN BROWN

 

Acabo de ser nombrado en la máxima categoría de seguidor de Dan Brown en Fb.

Lo considero una enorme distinción, que viene de parte del más grande escritor de novelas de nuestro tiempo y gran experto en Simbología 


Muchas gracias Sr. Brown (autor del Código Da Vinci, entre otros libros).


14/3/2025


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