SERAN EL FIN DE SEMANA DEL 28 Y 29/9
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ARGENTINO. LIBREPENSADOR. CRONISTA. COMENTARISTA. BLOGUERO. INVESTIGADOR HISTORICO. GUIADAS CULTURALES: RECORRIDOS POR BUENOS AIRES ESPECIALIZADOS EN INTERPRETACION DE SIMBOLOS, HISTORIA Y SOCIEDADES INICIATICAS. E-mails: danielpena1872@gmail.com o daniel_pena1872@yahoo.com.ar
Si de batallas que marcaron un antes y un después se trata, sin lugar a dudas serían la de Caseros y Pavón. Ambas marcarían el rumbo de la República que estaba formándose y con Justo José de Urquiza como protagonista.
Batalla que algunos historiadores describen como irregular y otros de desenlace misterioso, consiguiendo que se saquen conclusiones hipotéticas sobre la derrota de Urquiza y la victoria de Bartolomé Mitre.
DESMITIFICANDO RELATOS
- Urquiza abandona la lucha por enfermedad
Si bien comienza diciendo "enfermo y disgustado al extremo por el encarnizado combate", luego confiesa "...causas independientes de mí voluntad que han obligado mí retirada y mí presencia en Entre Ríos, que no será inútil para asegurar el éxito de la campaña y el afianzamiento de nuestras instituciones".
- Mitre y Urquiza eran masones, pero el militar porteño tenía más grado en la Orden que Urquiza.
Ambos tenían el Gr. 33 en la Masonería, que les fue otorgado en la tenida secreta del Supremo Consejo de Masónico el 21/07/1860. Aunque Mitre era más antiguo que Urquiza dentro de la milenaria Orden.
Sucedió que la noche anterior a Pavón un norteamericano de apellido Yateman, posiblemente masón, intervino en ambos campamentos concertando un arreglo entre los líderes de bandos. Es posible que en dicho pacto se acordara la victoria a Mitre, no obstante Urquiza quiso demostrar que era el de mayor fuerza y adiestramiento militar. Hecho logrado al ser claramente el entrerriano quien llevaba amplia ventaja en el enfrentamiento bélico. Habiendo logrado su cometido de demostración de poder, cumple con su parte del arreglo y emprende la retirada del campo de batalla.
Así lo expresa Alcibíades Lapas en su libro La Masonería Argentina: "Ésta vez el Gral. Urquiza supo dar victoria a las armas de la Confederación, en los campos de Pavón. Pero no obstante eso, el general victorioso, en magnífico gesto de autosacrificio y renunciamiento se retiró a Entre Ríos dejando el campo de batalla a las fuerzas opuestas comandadas por Mitre, convencido esa era la única manera de terminar con las disidencias y obtener la meta ideal de la pacificación definitiva."
Autor: Hernán Lemos
Fuentes:
Justo José De Urquiza, Félix Luna.
Blog Simbología Y Librepensamiento, Daniel Pena Dp
La Masonería Argentina, Alcibíades Lapas.
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HAMBRE Y REPRESIÓN EN EL SIGLO XIX:
Los terratenientes ingleses eran los únicos que podían obtener beneficios de las tierras irlandesas, y esta situación continuó durante los siglos siguientes. En los terrenos se cultivaba principalmente el trigo y mientras que los cultivos de aquel cereal eran exportados directamente a Inglaterra, los campesinos irlandeses se abastecían única y exclusivamente de patatas y de leche. De repente, en el año 1845, en las plantaciones de patatas apareció una terrible plaga provocada por un hongo llamado tizón tardío (Phytophthora infestans), que se extendió rápidamente y afectó de manera fatídica a prácticamente todos los cultivos de este tubérculo, acabando con ellos. Por su parte, los cultivos de trigo seguían su ritmo normal y los terratenientes seguían exigiendo a los campesinos "sus" cosechas. El Parlamento inglés no tomó ninguna medida para ayudar al campesinado irlandés, por lo que la plaga siguió extendiéndose, los cultivos continuaron perdiéndose y la gente moría de hambre al no tener acceso a otro tipo de alimento.
Antes de la llegada de los ingleses, y antes de que fueran forzados a mantener una dieta exclusivamente a base de patatas, la alimentación tradicional irlandesa se basaba en cereales, carne, lácteos, verdura y frutas, pero después tanto los cereales como el ganado salían diariamente de los puertos irlandeses hacia Inglaterra en grandes cantidades. De esa forma, Inglaterra se hizo con decenas de millones de cabezas de ganado de los productores irlandeses, y toneladas ingentes de harina, grano, carne, aves y productos lácteos. En Escocia se prohibieron las exportaciones de alimentos durante la crisis de la patata, y los ingleses enviaron a Irlanda 200.000 soldados para mantener la situación bajo control y evitar el levantamiento de la población.
Cuando los índices de mortalidad alcanzaron cifras muy elevadas, y el mundo entero estaba pendiente de Irlanda, la reina Victoria envió a la isla una ayuda de 2.000 libras, pero en cambio no permitió la ayuda que ofrecía del sultán otomano, que quería enviar 10.000 libras, y tampoco aceptó la llegada del barco Sorciére enviado por los Estados Unidos y cargado con toneladas de alimentos. Aquella situación tan dramática se convirtió en tragedia cuando al hambre se añadió el frío y la expulsión de sus casas de miles de familias que no podían pagar los alquileres a los arrendatarios ingleses. Se impuso un toque de queda para evitar una sublevación que podía ser castigada con penas de hasta tres años de cárcel o quince de destierro. De esa manera, miles de personas que quedaron a la intemperie fueron encarceladas o desterradas. El gobierno era consciente de la situación en Irlanda, pero los únicos que recibieron ayuda fueron los cuáqueros. El odio a los católicos era tal, que incluso el influyente ensayista británico Thomas Carlyle llegó a escribir: "Irlanda es como una rata medio muerta de hambre que cruza el camino de un elefante. ¿Qué debe hacer el elefante? Aplastarla, por los cielos, aplastarla".
"EL NUEVO MUNDO"
Fueron muchos los irlandeses que decidieron emigrar en vez de pasar hambre, aunque éstos también pusieron en gran riesgo sus vidas. En los conocidos como "barcos ataúdes", los traficantes de la época embarcaban a la mayor cantidad de pasajeros posible para realizar la travesía del Atlántico, proveyéndoles de la mínima cantidad de agua y comida. Tras varias semanas hacinados como animales, muchos morían durante el viaje; incluso algunos buques, debido al exceso de peso, se hundían antes de salir del puerto. Se calcula que un setenta por ciento de los irlandeses que iniciaba la travesía llegaba con vida a su destino final. De todos modos, los que lograban alcanzar el Nuevo Mundo tampoco lo tenían fácil: los recién llegados eran pobres, analfabetos y católicos devotos. Al llegar en grandes oleadas, la inmigración irlandesa fue percibida por muchos estadounidenses como una amenaza para su identidad nacional.
La vida cotidiana de los recién llegados estaba llena de dificultades: eran considerados vagos, sucios, violentos, machistas y alcohólicos. Muchas ofertas de empleo colgaban carteles que decían: "No Irish need apply" (irlandeses abstenerse), y los barrios donde se concentraba la inmigración irlandesa solían ser sinónimo de decadencia urbana, marginalidad y delincuencia. Sin embargo, con mucho trabajo, algunos lograron escapar de la pobreza y pasar a formar parte integral de la burguesía norteamericana, una oportunidad totalmente inexistente en su Irlanda natal. Allí, muchos de sus compatriotas morían en lugares como la Kilkenny Union Workhouse, una especie de centro de acogida construido a raíz de la promulgación de la Poor Law (ley de pobres) de 1834, con capacidad para 1.300 personas, donde se obligaba a los pobres a trabajar duramente y a mostrar una obediencia absoluta por un mísero plato de gachas.
Fuente: National Geographic https://historia.nationalgeographic.com.es/a/gran-hambruna-irlandesa-desastre-humanitario_15669
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Espionaje en el sur. El intrépido piloto naval que instaló una base aérea en el Nahuel Huapi y detuvo la invasión chilena a la Patagonia en 1930.
PARA LA NACION
Alberto De Sautu Riestra, alférez de fragata, aviador naval, promisorio oficial de la Armada Argentina, nace el 28 de marzo de 1903 en la ciudad de Buenos Aires. Es nieto de un oficial que participó en la Batalla de Caseros y sobrino directo, por línea materna, de un Premio Nobel: el afamado médico argentino Bernardo Houssay.
Lleva en su interior una apasionada obsesión por la historia. En especial, por la desconocida y extensa Patagonia. Posee una voluptuosa biblioteca sobre ese pedazo de la patria que desveló a Juan Facundo Quiroga, Julio Argentino Roca, Juan Manuel de Rosas... y a los pioneros que exploraron sus vastos territorios.
Su agudeza intelectual le permite leer entrelíneas y, a través de las noticias, adelantarse a hechos que se presentan como insignificantes. Es así como descubre, entre las publicaciones que llegan al casino de oficiales de la Aviación Naval en Punta Indio, una publicación técnica del país trasandino. En una de sus páginas informa que el gobierno chileno ha inaugurado un correo aéreo con hidroaviones biplanos Vickers Vedette entre dos de sus puertos australes: Puerto Montt y Puerto Aisen.
Semejante revelación no lo sorprende. De Sautu Riestra entiende que los vuelos de reconocimiento pueden ser el principio de un plan de invasión a la inhóspita Patagonia argentina. Sin dudarlo, se pliega a Gregorio Portillo -futuro almirante- en su pequeña guerra fría
Coinciden en la necesidad de generar medios para controlar y detener a los intrusos chilenos. Ambos señalan sobre un mapa una posición clave en la provincia de Rio Negro, ideal para establecer un destacamento aeronaval transitorio. El lugar elegido es el Lago Nahuel Huapi.
Y seleccionan también las primeras aeronaves que afectarán al nuevo destacamento: los biplanos Fairey III.F de manufactura británica que posee la Aviación Naval Argentina. Fundamentan su elección en que poseen un motor potente, el Panther VI de 625 hp, especial para vuelos de reconocimiento, y en que son capaces de realizar tareas de bombardeo.
Portillo no sabe con exactitud cuántas naves posee la aviación chilena. Le han informado sobre dos biplanos Fairey de un modelo anterior, más antiguos que los de la Aviación Naval Argentina. También trascendió en su momento que habían comprado otros cinco biplanos del nuevo modelo Fairey III.F, el mismo que opera la Armada Argentina. Pero tiene conocimiento de que poseen otros modelos de aviones, en número desconocido, y esto pone un manto de peligro sobre toda la operación.
El capitán de fragata Marcos Zar, fundador de la Aviación Naval Argentina, valiéndose del servicio de escucha de radiotelegrafía en Puerto Belgrano confirma la presencia de un modelo de aeronaves desconocido. Localiza además la numeración de los aviones trasandinos y agrega un último dato: “Es evidente que aviones chilenos están volando sobre nuestro territorio, desde Chile hasta Brasil o Paraguay. Su capacidad y radio de acción está probado, creo que ninguno de ellos se ha quedado en nuestro territorio o desconocemos si se reaprovisionan aquí (sospecho lo hagan), hay que aceptarlo”.
Vuelo de exploración a Nahuel Huapi
Finalmente, la operación (secreta, por supuesto) comienza con un vuelo de exploración. El teniente de fragata Evaristo Velo y De Sautu Riestra asumen la responsabilidad de “abrir” la ruta entre Punta Indio y Nahuel Huapi. Eligen un biplano entelado de escuela identificado como (E-30) de origen americano conocido como Huff Dalland Petrel equipado con motor radial Wright y hélice de madera.
Antes de partir los mecánicos preparan el frágil Petrel: el tren de aterrizaje del biplano no parece apto para operar en la pampa agreste. Despegan desde la pista de tierra en la Base Aeronaval. El bramido del motor radial se amplifica allá abajo sobre los pequeños poblados y las pequeñas lenguas de fuego que salen de los escapes le indican al piloto que todo marcha en orden. Ponen rumbo hacia el Valle del Río Negro buscando cubrir su primer tramo. Siguen la vía del Ferrocarril General Roca que los llevará hasta la Estación Fortín Uno, primera etapa a cumplir en el raid de exploración.
Durante la aproximación final, el Petrel cruza por encima de un alambrado y una imprevista ráfaga de viento empuja al biplano contra el terreno. El Petrel golpea el suelo y se desliza marcando un surco a su paso que señala el fin del vuelo.
De Sautu Riestra y Velo emergen de sus puestos conmocionados. Poco después, desde la estación de trenes, radian un mensaje a Punta Indio; “Accidente en Fortin I, tripulantes ilesos, volvemos con el avión a bordo de un vagón de carga”.
Apenas 72 horas después del aterrizaje fallido, Velo y Sautu Riestra retoman la misión, cubren las etapas con éxito y alcanzan el destino anhelado: la Estancia El Cóndor junto al Lago Nahuel Huapi.
Los pobladores extasiados ante la aparición de la Aviación Naval se vuelcan de lleno al lugar para saludar a los aviadores navales y conocer el modesto pájaro entelado que lleva las anclas pintadas en sus alas.
De Sautu Riestra solicita ser llevado sin perder tiempo hasta la oficina del Telégrafo y comunica a la base de Punta Indio el escueto parte; “Ruta abierta para la Aviación Naval”.
De regreso en la base de hidroaviación de Puerto Belgrano, ultiman detalles para repetir el raid al lago Nahuel Huapi, esta vez con los dos Fairey III.F adaptados con pontones para poder aterrizar en la superficie del lago. Además, incluyeron soportes para colgar bombas.
El despegue se demora porque uno de los Fairey falla en la puesta en marcha. De Sautu Riestra informa el contratiempo a la superioridad. Corre contra el tiempo, siente que su obsesión por lograr que el lago sea una futura base de operaciones lista para la acción puede diluirse entre sus manos. Finalmente, llega la escueta orden desde la comandancia de la Aviación Naval: “Suspenda el vuelo, no es necesario, la cordillera está en paz”. Su desazón es total.
Vale una aclaración: Hindenburg siente un especial aprecio por el caudillo radical que nunca declaró la guerra a su país, Alemania.
Yrigoyen no pierde tiempo y envía al general Severo Toranzo, inspector general del Ejército Argentino, junto a su hijo, el teniente Carlos Severo Toranzo Montero.
Hindenburg, los recibe y revela el secreto sin tomar rodeos: “Chile planea una invasión a la Patagonia argentina. El presidente Ibáñez tiene problemas y necesita de acciones bélicas para dominar su frente interno. Dígale al presidente Yrigoyen que esté atento, muy atento”.
Ambos oficiales, a su regreso de Europa, comunican la noticia al presidente Yrigoyen que resuelve ir tras el futuro problema.
En la Base Aeronaval de Puerto Belgrano De Sautu Riestra prosigue con sus tareas diarias y carga consigo su obsesión reavivando el vuelo de los Fairey. El capitán de fragata Jensen, le ordenan presentarse en enero de 1930 ante el General Toranzo. Pocas palabras le bastan para comprender la gravedad y el peligro en que se encuentra la Patagonia.
Hindenburg
Toranzo interroga a De Sautu Riestra;-¿Que necesita usted para ejecutar el raid y montar una pequeña base de operaciones en la frontera sur?
-La orden, contesta el aviador naval
-Ya la tiene… responde el general Toranzo.
El 29 de enero de 1930, a las 4:55 horas, los dos Fairey III.F con flotadores (AP-1) y (AP-2) corren por las aguas de Puerto Belgrano. El ronquido de los motor Panther se amplifica entre los hangares de la Base Naval perdiéndose con el graznido salvajes de las primeras gaviotas que despuntan la mañana.
El reducido grupo de avanzada está compuesto por ocho hombres. Van tres en cada hidroavión mientras que los otros dos conducen a destino en un pequeño camión cargando herramientas y combustible.
Los Fairey, comandados por el alférez De Sautu Riestra y el suboficial Arturo Feilberg, vuelan directo a San Carlos de Bariloche. Acuatizan en Puerto Pañuelo, Llao Llao, una isla hoy transformada por el hombre en una península. Entre los tripulantes de los hidroaviones se encuentra el fotógrafo Jaime Mut, cuya misión es fotografiar las posibles fuerzas chilenas al otro lado de la Cordillera.
En tierra los esperan el teniente de fragata Bachini y el mecánico ayudante Luis Pefaure, oriundo de Bariloche, que ha sido recomendado por De Sautu Riestra pues sabe que conoce de memoria la zona. El señor Otto Rothlisberger les ofrece alojamiento y a su disposición una lancha.
De inmediato, De Sautu Riestra y Feilberg comienzan los vuelos de exploración. Se elevan por encima de los picos más altos de la cordillera y recorren los pasos fronterizos. El fotógrafo Jaime Mut descubre y retrata, muy cerca de los límites argentinos, movimiento de tropas chilenas. Sus imágenes detallan la existencia de dos importantes agrupaciones que parecen esperar órdenes frente a los pasos del Arco y Tromen.
Las fotografías llegan a manos del presidente Yrigoyen que dispone el traslado de tropas al sur. El conflicto parece inminente. Sin embargo, al enterarse que el gobierno alemán reveló sus planes y que la Argentina tenía imágenes de sus tropas movilizadas, Ibáñez detiene la invasión. Su temeraria acción fue desbaratada gracias al rápido accionar de la Aviación Naval.
De regreso a Base Naval Puerto Belgrano, De Sautu Riestra es informado de una nueva misión: debe viajar a Buenos Aires, el Presidente Yrigoyen lo ha convocado. Unos días más tarde, en la antesala del Despacho Presidencial, el general Toranzo lo felicita.
Minutos más tarde, Yrigoyen recibe al joven alférez de fragata. Le extiende la mano, lo mira fijamente y le dice; “Gracias, en nombre del país, gracias en nombre de la patria”
La brillante carrera de Alberto De Sautu Riestra se confunde con la turbulenta historia política de Argentina. Milita en el radicalismo revelando su faceta de orador en actos públicos, pero finalmente busca el exilio de Montevideo, Uruguay, donde contrae matrimonio con Sarah Murray. Regresa con su familia a Buenos Aires poco tiempo después.
La empresa Aeroposta Argentina S.A lo contrata como piloto de sus aviones postales Latecoere 28. Sus manos aferradas a los controles lo llevan de nuevo a la Patagonia, el paraíso que lo tuvo como custodio.
Nota de dp: como dato, Argentina era una potencia económica en esos años. Chile la hubiera pasado muy mal en caso de concretar la invasión. Esto es un dato objetivo.
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