La historia no contada de Justo Rufino San Martín y su relación con el Libertador
El hermano del Padre de la Patria participó en Europa en numerosas batallas que lo convirtieron en un héroe y finalmente lo acompañó en el exilio
26 de febrero, 2024
La historia asociada al General José de San Martín, a pesar de ser naturalmente muy trillada, tiene varios puntos desconocidos que nunca fueron abordados e investigados en profundidad.
Por ejemplo, pocos saben de la intrincada trama familiar que se tejió entre el Padre de la Patria y sus hermanos después de su partida a Sudamérica en 1811.
Algunos autores ignoraron o tergiversaron este vínculo fraterno, pero hoy sabemos que la realidad fue mucho más compleja de lo que nos quisieron contar.
Uruguayos y correntinos
La familia San Martín, compuesta por Don José y sus cuatro hermanos, se gestó en la hacienda de Caleras de las Vacas, departamento de Colonia, en la República Oriental del Uruguay.
Luego establecieron raíces en la reducción de Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú, actual provincia de Corrientes, donde nació el penúltimo vástago, Justo Rufino, en 1776.
En 1781, la familia partió desde Yapeyú hacia Buenos Aires, dejando atrás sus raíces para buscar nuevos horizontes.
El exteniente gobernador Juan de San Martín arrendó la majestuosa "casa grande" en la calle Piedras, convirtiéndola en el refugio familiar mientras él ocupaba la oficialidad en el batallón de voluntarios.
En 1783, la vida de los San Martín tomó un giro inesperado. La fragata Santa Balbina los llevó hacia la Península Ibérica. Siete miembros de la familia, junto con un fiel criado, embarcaron en una travesía de ciento ocho días a través del Atlántico, culminando en Cádiz el 23 de marzo de 1784.
Los varones San Martín, siguiendo los pasos de su padre, abrazaron la carrera militar en España. Manuel Tadeo y Juan Fermín se incorporaron a regimientos en Valencia, seguidos por José Francisco en Málaga y, finalmente, Justo Rufino.
El otro ‘hijo e' tigre’
En 1793 emergió un joven intrépido, Justo Rufino San Martín, con apenas diecinueve años, decidido a labrar su destino en las gestas heroicas de la recién creada Compañía Americana del Real Guardia de Corps, impulsada por la visión del rey Carlos IV el 7 de abril de ese mismo año.
Este paso audaz marca el comienzo de la travesía legendaria de Justo Rufino, donde realizó su propia epopeya en los desafiantes campos de batalla.
Siguiendo los pasos de su valeroso progenitor, el teniente coronel Juan de San Martín, Justo Rufino se distinguió rápidamente como un soldado excepcional, destacando en diversas campañas a fines del siglo XVIII y principios del XIX.
Sin embargo, el verdadero y monumental desafío le aguardaba en 1808, cuando las tropas francesas de Napoleón irrumpieron en suelo español. En un contexto político tumultuoso, el rey Carlos IV cedió el trono a su hijo Fernando VII antes de ser capturados por el emperador galo en la famosa farsa de Bayona.
Este episodio crucial desató un levantamiento popular que dio inicio a la llamada Guerra de la Independencia Española (1808-1814). En medio de este conflicto, el ejército español encontró un aliado estratégico en el gobierno del Reino Unido.
En la Guerra de la Independencia
El bautismo de fuego del entonces capitán correntino resonó en la defensa de la ciudad de Tudela, el 10 de junio de 1808, marcando el comienzo de una serie de episodios donde su temple y destreza militar brillaron con intensidad.
Los asaltos de Mallén y Aragón, el 13 y 14 del mismo mes, sirvieron como preámbulo a su destacada participación en la tenaz resistencia de Zaragoza durante los asedios implacables de 1808 y 1809.
En el epicentro de la batalla, sirvió como ayudante de campo del marqués de Lazán y lideró una de las compañías de Húsares de Aragón, una unidad recién creada para responder a las exigencias de la guerra.
Enfrentándose a ataques franceses, el joven oficial de caballería se erigió como un héroe y fue distinguido con el grado de teniente coronel, protagonizando hazañas heroicas que quedaron grabadas en la memoria de sus compañeros de armas.
Pero el destino le tenía preparadas pruebas más difíciles. Tras la rendición de la plaza en febrero de 1809, el hermano de nuestro héroe fue hecho prisionero el 21 de ese mismo mes.
Sin embargo, su espíritu indomable no se doblegó ante las cadenas. El 8 de mayo, con astucia y valentía, logró evadirse, regresando a las filas peninsulares para continuar su misión con renovado ímpetu.
Edecán de un británico
Justo Rufino San Martín, bajo las órdenes del teniente general británico Charles William Doyle (1770-1842), se destacó como guerrero incansable, desempeñando roles clave como ayudante de campo y edecán de este líder extranjero.
Esta colaboración no sólo forjó una estrecha amistad, sino que también lo llevó a ocupar la secretaría de la Junta militar, demostrando su versatilidad en funciones de responsabilidad.
Su participación en el ataque de Ulldecona, la estratégica retirada de Vinaroz y la toma de la torre de Codoñol en mayo de 1811 consolidaron su reputación como líder intrépido y estratega audaz.
La leyenda de Justo Rufino continuó en el fuerte de San Carlos de la Rápita, donde desafió las probabilidades al inutilizar dos cañones bajo el fuego enemigo. La torre-fuerte de San Juan sucumbió ante su valentía, y la quema de pontones en los canales de las Salinas exhibió su audacia sin límites.
En Tarragona, a principios de junio de ese mismo año, Justo Rufino se desempeñó como teniente coronel en el regimiento 3º de Caballería del Príncipe, participando en las acciones finales de la plaza sitiada. Su destacado papel en estas operaciones lo posicionó como un líder militar respetado y una figura crucial en los episodios históricos que marcaron aquel período.
Hermanos liberales
Después de la guerra y la restauración de Fernando VII en 1814, el teniente coronel Justo Rufino San Martín fue condecorado con la Orden de San Hermenegildo.
El coronel Justo de San Martín fue distinguido con la Orden de San Hermenegildo en 1815.
Sin embargo, permaneció fuera de los regimientos hasta 1818, cuando se unió al de Caballería de Voluntarios de España y fue destinado en Ocaña, Toledo. Dos años después, se unió al regimiento de caballería de Almansa, que respaldaba la revolución liberal.
La participación de Justo Rufino en la causa libertaria se destacó en enero de 1820, cuando las tropas lideradas por el coronel Rafael de Riego se sublevaron en Las Cabezas de San Juan. La conspiración, contra la orden de embarcarse a América dictada por el rey absolutista español, fue gestada por miembros civiles y militares de sociedades secretas.
Se especula que tanto Justo Rufino como su hermano, el coronel Manuel Tadeo, fueron liberales confesos y pudieron haber pertenecido a estas logias.
El gobierno del Trienio Liberal (1820-1823) fue seguido por conflictos que socavaron los ideales liberales, y en septiembre de 1823, los monárquicos, liderados por Fernando VII, tomaron el poder poniendo fin a las aspiraciones liberales en España.
Encuentro entre José y Justo
En el otoño de 1823, más de 20.000 liberales españoles se refugiaron en el Reino Unido y Francia. En este último país, el coronel Justo Rufino San Martín se estableció en París, en un departamento ubicado en la 30 Rue Taitbout, a más de un kilómetro al norte de la Place de la Concorde.
En abril de 1824, cuando el Padre de la Patria, acompañado de su hija y un mayordomo, llegó al puerto de El Havre desde Buenos Aires, las autoridades francesas lo detuvieron por portar periódicos de ideología liberal.
Inmediatamente, Justo Rufino intervino ante las autoridades a través de un amigo, logrando la liberación del ex Protector del Perú. Se cree que el militar peninsular se reencontró con él después de más de una década sin verse.
A principios de mayo de ese año, el prócer argentino se dirigió hacia Londres, donde residiría temporalmente. Ya establecido en la capital del Reino Unido, Justo Rufino lo visitó y conoció a su única sobrina, Mercedes Tomasa, y al criado Eusebio.
A finales de septiembre de ese mismo año, el General San Martín, para reducir sus gastos, decidió vivir en Bélgica y, acompañado por su hermano, se dirigieron a Bruselas, donde se alojaron en el hotel de la Croix Blanche, en la 47 Rue Fossé Aux Loups.
Allí, los hermanos correntinos llevaron una vida más tranquila, frecuentando el teatro y desarrollando una vida social menos agitada.
Posteriormente, alquilaron una casa a tres cuadras del centro de la metrópoli belga. Luego se mudaron a Rue de la Fiancée 14, donde además de los hermanos San Martín, vivió Mercedes.
En 1830, la paz del hogar a la que estaba acostumbrado aquel armonioso grupo familiar, se vio sacudida por la revolución en los Países Bajos. Esto llevó a que el General José de San Martín, su hija, su criado y su hermano Justo Rufino, decidieran mudarse a París, Francia, a un departamento en la Rue Providence, a dos cuadras del teatro de la Ópera.
Tras calmarse los ánimos en España, el coronel Justo Rufino San Martín viajó a Madrid, la capital de España, donde falleció en 1832 a los 56 años.
dp