lunes, 1 de noviembre de 2021

OTRA FORMA DE CONSTRUCCION DE MITOS

 



El falso mito de las banderas de los pueblos originarios



 “El lenguaje no solo describe la realidad, sino que además es capaz de crearla”, esta descripción del Dr. Mario Alonso Puig, sirve para introducir el tema del mito.  El mito es un relato, una historia que ha sido contada muchas veces y que su objetivo es expresar una forma de ver el mundo.

¿Por qué es importante entender la importancia del mito? Como dice el profesor y escritor estadounidense Joseph John Campbell “El mito dice responder a ciertas crisis de desilusión o placer o fracaso o éxito, el mito me dice dónde estoy”, El austro húngaro Bronislaw Malinowsky afirma que “el mito resucita una realidad primordial con el fin de satisfacer necesidades religiosas, morales, etc”.

El mito delimita cuatro funciones importantes:

  • La función mística, por la que abre al mundo a la dimensión del misterio y lo torna imagen sagrada
  • La función cosmológica, al mostrar la forma del universo patentizando su misterio, no como la ciencia.
  • La función sociológica, en virtud de la cual valida y fundamenta un orden social.
  • Función pedagógica, la enseñanza de cómo vivir una vida humana bajo cualquier circunstancia.

Podemos decir que el mito no se limita a expresar el sentido de la vida, es también la resonancia interna de la experiencia de la vida. He allí la importancia de no menospreciar los mitos que se forman en nuestras realidades.

Claude Lévi-Strauss sostiene que “nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política”.

Los mitos buscan navegar por los cauces de la memoria, y en ese aspecto, como diría Todorov “todo depende del propósito que perseguimos con su evocación”. Y es que en este tiempo donde hay nuevos mitos y la mayoría de ellos de carácter progresista históricos, sufrimos una manipulación de la historia.

Parafraseando a Enrique Krauze diremos “El populismo fue y es un mal endémico de América Latina…anuncia el amanecer de la historia, promete el cielo en la tierra. Cuando llega al poder, micrófono en mano, decreta la verdad oficial, desquicia la economía, azuza el odio de clases, mantiene a las masas en continua movilización, desdeña los Parlamentos, manipula la historia, genera nuevos mitos, acota las libertades.


Siguiendo la línea de pensamiento de Axel káiser en su libro junto a Gloria Álvarez diremos que el mito populista se ajusta a esta descripción, “para entender el engaño que debemos enfrentar y superar. La primera es un desprecio por la libertad individual y una correspondiente idolatría por el Estado…La segunda es el complejo de víctima, según el cual todos nuestros males han sido siempre culpa de otros, y nunca de nuestra propia incapacidad para desarrollar instituciones que nos permitan salir adelante. La tercera, relacionada con la anterior, es la paranoia «antineoliberal», según la cual, el neoliberalismo —o cualquier cosa relacionada con el libre mercado— es el origen último de nuestra miseria. La cuarta es la pretensión democrática con la que el populismo se viste para intentar darle legitimidad a su proyecto de concentración del poder. La quinta es la obsesión igualitarista, que se utiliza como pretexto para incrementar el poder del Estado…”

Veremos el mito de la bandera de los pueblos originarios que hoy se asocia de manera natural a la bandera del colectivo LGBTQ+ ¿Por qué consideramos importante hablar de ello? El novelista Albert Camus dijo “los mitos tienen más poder que la realidad”.

 En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió mediante la resolución 49/214 instaurar el 9 de agosto como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, en conmemoración a la primera reunión del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Poblaciones Indígenas. En esa y otras fechas en diversos países de Hispanoamérica se cuelga una “bandera indígena”, la gobernación de la Ciudad de Buenos Aires izó la supuesta bandera de los pueblos originarios, también presentó un pequeño video clip basado en la Wiphala de origen moderno y del altiplano andino. 

¿Cuál es el fin con estas presentaciones? Entre otras cosas buscar eliminar o menospreciar la herencia cultural española, repotenciar de manera engañosa el supuesto ideal de los pueblos originarios y desde la perspectiva política alinearse con la ideología socialista. Siendo que, en algunos ámbitos de la investigación social y la academia buscan reinterpretar el día de la hispanidad como el día de la resistencia indígena, idea propuesta y promovida por Hugo Chávez y luego difundida por Evo Morales, los Kirchner, entre otros ex mandatarios populistas. Pero ¿por qué sucede el hecho de seguir los mitos? George Steiner comentaba al respecto “En este momento del siglo XX tenemos hambre de mitos, de explicaciones totales, y anhelamos profundamente una profecía con garantías”.

Usaremos las palabras de Mario Bunge hablando de la ciencia y el mito, y como la ciencia se basa en datos es pertinente su comentario: “El mundo del hombre contemporáneo se funda sobre los resultados de la ciencia: el dato reemplaza al mito, la teoría a la fantasía, la predicción a la profecía”.

Hagamos un poco de historia, existen dos datos a tener en cuenta: La bandera incaica con sus 7 colores nunca existió como tal y la wiphala que se compone de 49 cuadros con los colores del arcoíris, agrupados en diagonal, la exhiben como un símbolo étnico ancestral de los indígenas andinos y, por ello, como emblema de la lucha contra los españoles en el siglo XVI. Sin embargo, tales emblemas no son más que un fraude bastante reciente.

Bandera Incaica del Cuzco

Su diseño consta de siete bandas horizontales de siete colores a imitación del arcoíris. Fue adoptada oficialmente en 1978. En el año 2021 la modificaron con el fin de incluir el escudo del Cuzco en la parte central.

La génesis de la historia de dicha bandera es la siguiente. La radio Tawantinsuyo del Cuzco, fundada por el locutor Raúl Montesinos Espejo inicialmente con el nombre de Radio Rural se dedicaba a la transmisión de música folklórica donde alcanzó gran difusión y audiencia. En 1973, hacia el vigésimo quinto aniversario de la emisora, Montesinos propuso la bandera arcoíris presentándola como propia de los incas.

La gerencia de la cervecera Cervesur auspició con S/.500 la confección de una bandera que fue trasladada en procesión desde el local de la radio en la Av. El Sol hasta la Plaza de Armas donde fue izada. Cinco años después, el 9 de junio de 1978, Elberto Muñoz Carpio alcalde de la Municipalidad Provincial del Cusco adoptó la bandera como oficial, a propuesta del profesor Mario Cutimbo Hinojosa, a la sazón regidor e Inspector de Cultura del municipio, mediante Resolución Municipal N° 17 de esa misma fecha.

Fruto de la confusión creada por la forma en que Raúl Montesinos Espejo presentó a esta bandera multicolor, la gente empezó a asociarla con el Tahuantinsuyo (o imperio inca). Sin embargo, la historiografía peruana ha sido enfática en precisar que para la cultura inca no existió el concepto de bandera, y que por tanto ésta nunca tuvo una. Así lo ha afirmado la historiadora e investigadora María Rostworowski (1915-2016), quien al ser consultada sobre esta insignia multicolor señaló: “Le doy mi vida, los incas no tuvieron esa bandera. Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella. […] Separemos las cosas verídicas de las tonterías. Es momento de hacer un deslinde y rectificar, porque está tomando cuerpo una cosa que no es histórica. Y la Historia hay que defenderla”.

En el año 2011, el Congreso de la República del Perú, citando a la Academia Peruana de la historia se pronunció contra esta supuesta bandera del Tahuantinsuyo: El uso oficial de la mal llamada “bandera del Tahuantinsuyo» es equívoco e indebido”. En el mundo prehispánico andino no se vivió el concepto de bandera, no corresponde a su contexto histórico.

Paralelamente a la creación de la bandera del Cuzco, a finales de los años setenta, se gestaba en California la similar Bandera LGBT, la cual adoptaría su actual forma en 1979, y posteriormente se haría conocida internacionalmente, mientras que la bandera cusqueña comenzaba a ser usada por varias comunidades andinas indígenas, especialmente desde Ecuador hasta Bolivia. Esa situación produjo la expresa disconformidad de varios cusqueños, lo que devino a un fuerte debate acerca de si cambiar la bandera de la ciudad.

Bandera LGBT

Por otro lado, El primer uso registrado en el Perú de una bandera arcoíris estaría vinculada al movimiento cooperativista que aparece en escena a principios del siglo XX.

El francés Charles Fourier, uno de los precursores ideológicos del cooperativismo, habría adoptado el emblema de la bandera del arcoíris como símbolo propuesto para sus utópicos falansterios, que nunca vieron la luz. Los seguidores de Fourier mantuvieron el recuerdo de la bandera tras su muerte, acontecida en 1837. En 1896, durante el Segundo Congreso de la Alianza en París, el representante del Familisterio de Guisa, F. Bernardot, propuso a la organización la adopción del símbolo de los familisteristas: una bandera con los siete colores el arcoíris representando “la unidad en la diversidad”. En 1923 en Gante (Bélgica), en el Comité Ejecutivo de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), por iniciativa del economista cooperativista francés Charles Gide, se tomó la decisión de institucionalizar la propuesta de Bernardot. Según el ex alcalde cusqueño Julio Gilberto Muñiz Caparó, en cuya gestión municipal fue adoptada oficialmente la bandera cusqueña, la idea de una bandera arcoíris le habría sido propuesta a Fourier por la feminista franco-peruana Flora Tristán, según la inspiración que tuvo ella al visitar un supuesto templo en Cumana dedicado al arcoíris.

¿Qué dice la historia con datos reales?

Entre las crónicas más tempranas del Virreinato, Jerez y Sancho, 1534; Betanzos, 1551; Santo Tomás, 1560 son ausentes o vagas las referencias a símbolos tipo bandera dentro del ejército de los incas.

Para cronistas más antiguos, posteriores a las reformas del virrey Francisco de Toledo y al Tercer Concilio de Lima, hubo algún estandarte (unancha) imperial, “la cual era utilizada por las huestes incaicas al momento de su arribo al territorio que actualmente pertenece al Perú en 1533. el guion o estandarte real era una banderilla cuadrada y pequeña, de diez o doce palmos de ruedo, hecha de lienzo de algodón o de lana, iba puesta en el remate de una hasta larga, tendida y tiesa, sin que ondease al aire, y en ella pintaba cada rey sus armas y divisas, porque cada uno las escogía diferentes, aunque las generales de los Incas eran el arco celeste y dos culebras tendidas a lo largo paralelas con la borda que le servía de corona, a las cuales solía añadir por divisa y blasón, cada rey las que le parecía, como un león, un águila y otras figuras. Tenía por borla el dicho estandarte ciertas plumas coloradas y largas puestas a trechos”.

La Wiphala




Se compone de 49 cuadros con los colores del arcoíris agrupado en diagonal, la exhiben como un símbolo étnico ancestral de los indígenas andinos y, por ello, como emblema de la lucha contra los españoles en el siglo XVI.

El indigenista boliviano Franco Limber en su obra “Breve historia real de la Wiphala” argumenta que las referencias históricas de la Wiphala “son contadas, incluso muchas de ellas son de imposible comprobación” y que, por ello, “los intelectuales indios recurrieron a la imaginación para llenar un vacío”. De hecho, el primer vacío que se vieron obligados a rellenar fue la misma inexistencia del concepto de “bandera” en la América precolombina.

En 1945 un historiador llamado Hugo Lanza presentó en el Congreso Indigenista Boliviano el término “wiphala” basado en un par de conjeturas lingüísticas, el termino derivaba según él, de la palabra “wiphai” (triunfo) y de “lapks-lapks” (onomatopeya que significa viento) palabras derivadas del Aymara y que podría ser traducido como “triunfo ondeante”. Tuvieron la palabra, pero no el símbolo, fue ahí donde apareció la figura del cofundador del movimiento nacionalista revolucionario German Monroy, quien propuso un patrón de diseño que ya había aparecido en algunas prendas y complementos como las chuspas, o bolsas donde se llevaba las hojas de coca y cacao, y que gozaba de cierta popularidad en esos años, también se asemejaba a la etiqueta de un refresco con alcohol de producción boliviana, la “champancola”.

En los años 70 del siglo pasado se difundió y estandarizó la wiphala de la mano del intelectual y diputado indigenista German Choque Condori quien se auto-tituló,  Inka Waskar Chukiwanka, este diputado indigenista reclamó ser el “re descubridor” de la wiphala y restaurador del “año nuevo indio”, además se atribuyó la recuperación del milenario idioma Tawa e inventó el calendario marawata o calendario indio.

El mismo Choque Condori describe que “en un primer momento, incluso nuestros propios hermanos indios lo rechazaban”.

Eric Hobsbawn sostiene que “muchas tradiciones son realmente invenciones de las elites nacionalistas como justificación de la supuesta existencia e importancia de sus naciones”

Parafraseando a Karl Popper diremos que la historia debe comenzar hablando de los mitos y críticando a los mitos”.


Autor: Juca Fevel


Bibliografía:

Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo (1609)

Axel káiser / Gloria Alvarez, El engaño populista.

Marcos moreno, El fraude histórico de la “bandera indígena”.

Alfonso Galindo Hervás, Los mitos, sobre la falsedad de los mitos

Franco Limber, “breve historia real de la Wiphala”



dp 





1 comentario:

Anónimo dijo...


Daniel. Ante todo mis saludos y respetos. Cada ves que veo una publicación suya me alegro pues se que algo APRENDERE. MUCHAS GRACIAS DESDE CUBA.
Ramón Arias Aguet