miércoles, 5 de diciembre de 2007

Naufragio del cazatorpedero “Rosales”




“Las presiones políticas lograron acallar los hechos debido a que el comandante Funes era sobrino de la esposa del presidente Julio Argentino Roca.”

El 7 de julio de 1892 zarparon del río de la Plata los cruceros argentinos “Almirante Brown” y “25 de mayo” y el cazatorpedero “Rosales”, invitados por el gobierno español al puerto de Palos para la conmemoración de los cuatrocientos años de su llegada a América.
El cazatorpedero era una pequeña nave de apenas 550 toneladas de desplazamiento, diseñado para navegación fluvial o costera. Poco antes del viaje había sufrido una colisión con una nave mercante y la reparación no había sido aún concluida cuando zarpó al viejo mundo.
Navegaba al mando del capitán de fragata Leopoldo Funes y la tripulación la formaban ochenta hombres, en su mayoría inmigrantes italianos y campesinos reclutados que carecían de experiencia, hasta el punto que algunos, por primera vez, veían el mar.
Al día siguiente de abandonar Buenos Aires se desató un viento huracanado y una fuerte tormenta que levantó olas que alcanzaban a los nueve metros de altura y barrían la cubierta del pequeño buque y las fuertes sacudidas le abrieron una brecha en el casco, desprendiendo varias planchas a causa del trabajo aún inconcluso.
Los dos cruceros que le acompañaban se habían perdido en el horizonte y se encontrarían luchando con el temporal, mientras el “Rosales” había quedado solitario, librado a su propia suerte y sin posibilidad de pedir auxilio.
El comodoro de la formación, al no recibir respuesta de las señales luminosas transmitidas, dio por sentado que el cazatorpedero había buscado refugio en la costa y continuó viaje.

Insuficiente cantidad de botes

El naufragio era inminente, las bombas de achique era incapaces de expulsar el agua que lo inundaba, por lo que el comandante tomó la decisión de abandonar el buque.
Los botes salvavidas con que contaba el “Rosales” eran insuficientes para salvar a toda la tripulación; más aún, no tenían capacidad para rescatar ni a la mitad.
El comandante ordenó embarcar a los contramaestres y a los suboficiales en los botes disponibles y en su lancha acomodó a los oficiales, a los ingenieros, a dos marineros y él mismo, veinticuatro náufragos en total.
El resto quedó librado a su suerte. De los contramaestres y suboficiales no se supo más, pues solamente llegó a la costa uruguaya la lancha del comandante.
Al acercarse esta a un lugar donde avistaron un faro, chocó violentamente contra las rocas y se volcó, logrando sobrevivir solamente diecinueve. Entre los muertos estaba el alférez Miguel Giralt.
La situación vivida comenzó a crear muchas dudas en la opinión pública, pues no parecía lógico que se hubiesen salvado todos los oficiales y la tripulación quedara abandonada a su suerte, pero inicialmente las presiones políticas lograron acallar los hechos debido a que el comandante Funes era sobrino de la esposa del Presidente de la República Julio Argentino Roca, el segundo comandante era hijo de un diputado y sobrino del ministro de Guerra y Marina y otro de los oficiales sobrevivientes era hijo del jefe de la policía.

Confesión de Batagglia

Los rumores y una protesta de la embajada de Italia obligaron a la detención de los sobrevivientes y el fogonero, Francesco Batagglia, destapó la olla.
De acuerdo a su versión, antes de abandonar la nave, un contramaestre había sido designado para encerrar al resto de la tripulación en una bodega, la cual clamaba desesperadamente sobre la cubierta para que no los dejaran abandonados, mientras eran rechazados por los oficiales, revólver en mano. Una vez cumplida la macabra misión, el contramaestre fue asesinado de un balazo por un oficial.
En la lancha en que se había salvado Batagglia estaba también el alférez Giralt, quien tuvo una violenta discusión con el comandante por su actitud, amenazándolo con declarar la verdad, por lo que al tocar tierra habría recibido un balazo del jefe, acallándolo así.
Fue nombrado fiscal para investigar los hechos el contralmirante Antonio Pérez, quien sufrió toda clase de presiones de parte de los poderosos apoderados de los inculpados y cuando se aprestaba a dictar sentencia contra el comandante del “Rosales” al día siguiente, sobreseyendo al resto de los oficiales, repentinamente renunció “por razones de salud”.
Fue reemplazado por el capitán de navío Jorge Lowry, que gozaba de fama de incorruptible y recto, quien pidió la pena de muerte para el comandante del buque por pérdida de su buque y culpabilidad criminal por abandono voluntario y criminal de su tripulación, diez años de prisión para el segundo comandante, diez años para otro oficial, seis para el resto de los náufragos y una menor para Batagglia por haber contribuido al esclarecimiento de los hechos, terminando su dictamen con la sospecha que Funes había asesinado al alférez Giralt al llegar a tierra.
A pesar de las evidencias, el tribunal militar optó por desechar la pena de muerte para el comandante y la prisión y degradación para el resto de los oficiales, quedando como único castigo recibido por el primero el de inhabilitación por un año “por impericia en la navegación”.

Autor: Germán Bravo V. Historiador
Publicado en: http://www.elsur.cl/edicion_hoy/secciones

La película

En 1984 se filma la película "La Rosales", del director Daniel Lipszic y con la actuación de Héctor Alterio, Ricardo Darín, Ulises Dumont, Alicia Bruzzo y Oscar Martínez. Duración: 77 minutos. Argentina.
En este artículo publicamos el afiche de esta filmación.

dp


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente. Leí el de Rosales también. Impecables ambos.
Rosendo Pomba

Anónimo dijo...

Interesante la historia y sus desiciones y el poder para destruir evidencias y castigar culpables