Acaban de inaugurarse los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, concretando la postulación que efectuara este ciudad en el 2013, cuando un gobierno nacional de distinto signo al actual, controlaba las riendas del país.
Pero la actual administración dio un carácter absolutamente novedoso a los históricos juegos, incluidos los principales que se vienen desarrollando desde 1896.
Por primera vez en la historia la ceremonia se efectuó fuera de un estadio, sin costo alguno para los espectadores, en pleno corazón de una gran ciudad, al alcance de todos.
El despliegue de la tecnología más avanzada y la participación abierta, donde incluso las delegaciones de deportistas y atletas de cada uno de los 206 países participantes, desfilaron todos mezclados, poniendo aún más la inclusión, la caída de los límites territoriales de cada nación, la unión fraternal de los pueblos, por sobre otras cuestiones.
Por primera vez una mujer y un hombre encendieron juntos la llama olímpica, resaltando el concepto de inclusión absoluta.
Pero al hacerse fuera de un estadio y sin cobrar entrada, se mostró otro aspecto de la inclusión social en forma contundente, derribando preconceptos maliciosos que califican al actual gobierno de antipopular y de derecha.
Si fuera el gobierno del anterior signo, que nos sojuzgo por 12 años, seguramente el lugar elegido hubiera sido un estadio y con costo para los participantes. La permanente agresión a la cual fue sometida la actual administración nacional y de la ciudad, por su presunto alejamiento de las clases menos pudientes, fue hoy nuevamente contrastada con la realidad.
Ni este es un gobierno de aristócratas, ni el pasado fue nacional y popular. El anterior puede ser calificado de un gobierno populista, totalitario y clientelista, que no logró someter al país del todo, porque este aún conserva una dosis de equilibrio, cultura y sentimiento democrático incontrolable. Argentina es muy diferente a otros países de Latinoamérica, que aún están sometidos a la irracionalidad populista y totalitaria.
La ciudad se benefició de obras que mejoraron notablemente el sur de la misma, el más postergado. La Villa Olímpica, cuyos departamentos serán vendidos a vecinos, el nuevo puente sobre el Riachuelo, los complejos deportivos nuevos, mejoras en avenidas, calles, paseos públicos, son un legado para todos los ciudadanos. Se están haciendo obras públicas por todo el país, con una fracción de los presupuestos que disponía el anterior gobierno, que solo estaba orientado hacia el negociado y la corrupción vía la ejecución de estas obras.
Usar el más representativo ícono ciudadano, El Obelisco, nos colocó en una nueva dimensión de difusión, identificando al progresismo con nuestra principal urbe, fácilmente reconocible en todo el mundo. Esto personalizó la inauguración, como nunca antes se vio en otras ceremonias similares.
El mensaje enviado al mundo fue muy claro en el aspecto de modernidad. La tecnología exhibida, el despliegue de sonido, música, bailes, fue de tal magnitud cercana a la pretensión de avanzar hacia el mundo y el desarrollo, no hacia consignas del pasado, la nostalgia incomprensible o la vulgaridad.
Argentina va hacia adelante. Plena. Integrada. Acorde a algo que el mundo occidental anhela, que es el desarrollo y no la prebenda del subsidio parásito.
Se espera que este camino continúe, aún asediado por problemas internos graves, sobre todo en lo económico, porque de lo contrario volveríamos al pasado que vendría a buscar revancha, a costa de cualquier precio, mucho más caro de lo que pagamos hasta ahora.
Si no saltamos al futuro y el desarrollo, caeremos nuevamente en las pretensiones del populismo izquierdista que hasta lavó las mentes y narcotizó a una parte gran de nuestra juventud.
dp
Villa Olímpica de Buenos Aires |