En la cultura popular se ha enraizado la creencia en los días fastos y nefastos, que deviene desde los orígenes de la civilización.
La etimología de ambas palabras comienza con el calendario romano, donde los días fastos eran los permitidos para las actividades comerciales, administrativas y aún cívicas, y los nefastos eran los reservados a la religiosidad, es decir no se podía ejercer ninguna de las actividades antes nombradas. Los romanos no daban a estos días necesariamente el carácter de días de suerte o faltos de esta, pero con el tiempo ambos términos han adquirido su actual significado.
Por supuesto que la creencia en días de mala suerte, es anterior a la civilización latina. Ya los egipcios dividían sus días en buenos, amenazadores y malos, y en los calendarios antiguos americanos, cinco días al año eran considerados nefastos y en lengua náhuatl se llamaban “nemontemi”.
Una de las fechas que han pasado al inconsciente colectivo como portadoras de mala suerte, es sin lugar a dudas el viernes 13.
Pero…¿dónde tiene su origen ese mito? Veamos.
La idea de la mala suerte acarreada por el viernes 13, tiene su origen en un hecho histórico concreto.
En efecto, el viernes 13 de octubre de 1307, y por orden del rey Felipe IV de Francia, son detenidos los principales miembros de la Orden del Temple, o Caballeros Templarios.
Cuenta la tradición, que para evitar la fuga de los Templarios, cada oficial encargado de una detención, recibió con anticipación una orden secreta, sellada y lacrada, con instrucciones de ser abierta y leída en un determinado día y horario, ejecutándose las órdenes de inmediato.
Algunos de los Templarios consiguieron escapar al destino decidido por el monarca francés, alimentando el mito de que la orden continuó su actividad en la clandestinidad, dando luego origen a organizaciones secretas, como la misma masonería.
Pero lo cierto históricamente, es que Jacques de Molay, su Gran Maestre, y sus hombres, fueron detenidos y torturados, bajo los más variados cargos.
Pero cabe preguntarse si no hubo otras razones tras las expuestas primero por el rey de Francia, y luego también por el pontífice Clemente V. Esas razones están en las características que definían a la Orden del Temple prácticamente desde su creación. Veamos.
La primera cruzada cristiana a Tierra Santa, fue lanzada por el Para Urbano II en el año 1095, con el argumento de proteger a los peregrinos que iban a Jerusalén, de los ataques tanto de los musulmanes que la ocupaban, como de los salteadores de los caminos que a ella llevaban. Esta acción, que aglutinó a nobles y plebeyos, realizada bajo el lema de Urbano II “Deus Vult” (Dios lo quiere), finalizó con la toma de Jerusalén en 1099, tras lo cual se nombra Rey a Balduino I.
En el año 1118, uno de los cruzados, Hugo de Payens, decide crear una orden de caballería que aúne los ideales de la misma con el de una orden monástica, cuya finalidad era la custodia de los peregrinos y la guarda de los peligrosos caminos que conducían a los lugares de peregrinación. La denominaron Orden de los Pobres Soldados de Cristo.
Al año siguiente, Balduino I, cambia su residencia a la Torre de David, dejando el edificio que fuera el antiguo Templo de Salomón, y los Pobres Soldados de Cristo, pasan a ocupar toda la mezquita que se levantaba sobre las Ruinas del Templo, pasando a denominarse “Orden del Templo” y a sus caballeros “Templarios”.
Mediante solemnes votos pronunciados ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos contra los salteadores y los ladrones, a proteger los caminos y a servir en la caballería al Rey Soberano.
Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia, según la regla de los canónigos regulares.
Sus jefes eran dos hombres venerables: Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer.
En un principio, quienes tomaron tan santa decisión eran solamente nueve y durante 9 años sirvieron con ropas de seglar y se vistieron con lo que los fieles les dieron en limosna.
Los Caballeros debían, para ser aceptados como templarios, renunciar a todos sus bienes a favor de la orden, convirtiéndose en los "pobres soldados de Cristo", como Hugo de Payens, su fundador, y sus primeros ocho caballeros se hacían llamar.
Esto hizo, con el tiempo, a la orden muy poderosa económicamente, y la llevó a ser, cuando las casas reales se vieron en aprietos financieros, en el gran acreedor de las coronas europeas. Precisamente, Felipe IV era un gran deudor de los Templarios, y allí está la verdadera causa de la maniobra antes mencionada.
Por otra parte, el Papa Clemente V, un permanente títere del monarca francés, es sorprendido por la orden de detención de los templarios, que dependen del papado. Felipe lo convence con las confesiones de los más abyectos pecados, arrancadas bajo la más violenta tortura.
La historia tuvo un triste final el lunes 11 de marzo de 1314, cuando el Gran Maestre de la Orden Templaria, Jacques de Molay, y su compañero Godofredo de Charnay, fueron quemados en la isla de La Cité, frente a Notre Dame, en París.
Aunque sus secuelas se vieron de inmediato: ya entre las llamas, Jacques de Molay, convoca a monarca y pontífice, a comparecer junto a él ante el tribunal divino, a Clemente, “…antes de cuarenta días…”. Al rey, “…dentro de este año.” El Papa moriría veintiocho días después; El rey, el veintinueve de noviembre, a ocho meses y dieciocho días de pronunciada la maldición.
Por otra parte, en un detalle menos conocido, también muere ese año, antes que el rey, otro de los grandes enemigos de la orden del temple, Guillaume de Nogaret, uno de los principales consejeros de Felipe IV, y autor inmediato de la orden de arresto contra los templarios, que se ejecutó el 13 de octubre. El mismo Nogaret arrestó a los Caballeros del Temple de París y elaboró la proclamación justificando el crimen y él fue quien dirigió todas las medidas por las que Jacques de Molay y los principales templarios terminaron en la ejecución en 1314.
|
Placa colocada en el lugar donde fue ejecutado De Molay, con vista a la Catedral de Notre Dame |
Luego, con el pase a la clandestinidad de los pocos templarios que lograron sobrevivir, vendrían los mitos acerca de su infiltración en las primeras organizaciones secretas con características iniciáticas, como la masonería operativa. Pero como todos sabemos, esto es solo un mito. O no?
Autor: Francisco Palmieri
|
La película que tanto hizo por difundir la leyenda del Viernes 13 maléfico |
dp