Un nuevo aniversario del asesinato de José Luis Cabezas nos encuentra padeciendo otro crimen como el del Fiscal Nisman.
Ambos casos están unidos por el hilo del garantismo de impunidad que pretendían imponer dos gobiernos distintos, como el de Menem y el de los Kirchner, pero de una misma raíz ideológica totalitaria y cruel.
Como siempre, la culpa la tiene el otro y por eso, además, vemos como debe partir al exilio el periodista que difundió como primicia la muerte de Nisman, el representante del Buenos Aires Herald, Damián Pachter, que amenazado, abandonó el país rumbo a Israel, haciendo ver que solo regresará el día que el kirchnerismo deje el poder.
Las persecuciones, el patoterismo ya son moneda corriente en nuestra Argentina y personajes como D`Eliía, portavoces oficiales de lo que no se atreven a decir funcionarios como incluso la propia Presidente, intervienen abiertamente en todo tipo de situaciones de gobierno y usan del poder para constituirse en verdaderas fuerzas de choque.
Otros personajes, como Freyre o el periodista de América, Navarro, verdaderos partícipes del complot armado para denigrar la figura de Nisman y sus denuncias, hasta “misteriosamente” se expresaban en redes sociales o por TV insinuando que el Fiscal no se presentaría a declarar ante el Congreso o que algo le había pasado, mucho antes de saberse la noticia de su muerte.
¿Esto no forma parte de una conspiración mafiosa que ya había cometido un crimen y buscaba la manipulación de la opinión pública en contra de la propia víctima?
La respuesta es clara, un SI rotundo.
Pero, una vez más, subestimaron al pueblo, que sabe leer la información de prensa, que ya no cree en nuestros dirigentes, que se cuestiona todo, y que usa su mente para pasar en limpio la información de las líneas tendenciosas que pretenden desvirtuar la verdad.
¿Se imaginan que hubiera pasado si la Ley de Medios se imponía como pretendía el gobierno K?
Nisman se hubiera suicidado, el móvil hasta podría ser, no solo las mentiras de sus denuncias, sino hasta un crimen pasional gay de un desalmado que dejó a su hija en medio del aeropuerto de Barajas para volver presuroso a Bs. As.
Los primeros comentarios del Secretario de Seguridad, Berni, o de la Fiscal interviniente, estaban direccionados al armado de una opereta suicida, refrendada por las declaraciones de funcionarios o legisladores, como Aníbal Fernández, Capitanich, o la misma Presidente del Bloque de Diputados oficialistas.
Todos estos nombres y muchos más estaban dentro de la conspiración armada, porque tuvieron el tiempo necesario para hacerlo, difiriendo la hora del fallecimiento de Nisman con el fin de armar la trama de la impunidad.
¿Si esto no es una conspiración, qué es?
Pasó de una forma similar hace 18 años y también quedó en claro, para la gente, quién estuvo detrás de todo: siempre fueron los gobiernos mafiosos. Antes fue el de Menem, ahora el de CFK.
Pero la verdad, siempre sale a la luz y tiene patas muy cortas, porque un simple test como el de pólvora que se le hizo al cuerpo de Nisman, o las declaraciones de un cerrajero, tiraron abajo una trama urdida por autonombrados sabios de la manipulación, que se creían tan pero tan inteligentes, atribuyéndose la facultad de vender lo que quicieran con su retórica.
Pero no recordaron que no podían morderse su propia lengua. Así se envenenaron y ahora deberán pagar las consecuencias políticas y penales.
dp
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