
El radicalismo está atomizado. No es ninguna novedad esto, pero es fiel reflejo de la actualidad argentina.
“Puros”, K, Cobistas, de Alem e Yrigoyen, Alfonsinistas más papistas que el Papa, con Lilita, con López Murphy, o donde sea, son algunas de las ofertas que andan intentando seducir a la inmensa maza radical de todo el país, pero en estos momentos están tomando fuerza, casi como otro sector interno, “los que se fueron”.
Este último grupo, hoy la inmensísima mayoría de los viejos radicales por convencimiento, apartado de la estructura partidaria, afiliado o no, pero decididamente enfrentado con antiguos dirigentes, con “los que se quedaron”. Se están reuniendo y tienen ganas de volver a la militancia, dentro o fuera de la formalidad estatutaria.
Y cuidado con ellos, porque son muchos, son jóvenes aún, quieren dar pelea y, sobre todo, porque se fueron del partido con los puños llenos de verdades.
Van por una revancha y van a recuperar la mística primero, la que hizo que el radicalismo naciera peleando por el sufragio universal, por la democracia y las libertades y derechos individuales.
No transaron y por eso se fueron. Quedaron al margen de los negocios por convicción, porque son honrados. Vieron como otros se vendían al mejor postor y cambiaban de vida con la rapidez del rayo. Se rompieron, pero no se doblaron.
En momentos en que en la Argentina se quiere perpetuar uno nuevo régimen donde la esposa sucede al marido en la primera magistratura, donde vemos como el enfrentamiento es la única táctica de gobierno válida para ese régimen, donde los partidos políticos dejaron de existir y son ahora meros instrumentos de los personalismos, donde los valores cayeron por debajo de los índices cotizables en la escala moral, donde la digitación de candidaturas suplantó a las elección interna en forma absoluta, donde candidatos de una misma sigla política se disputan todo el poder y la oposición hoy es de una forma y mañana de otra, el radicalismo debería tomar nuevamente las banderas principistas de 1890.
Pero como ya asoman en el horizonte interno los viejos dinosaurios que hundieron al radicalismo en todo esto, pero hoy se muestran como los únicos que pueden sacarlo de su autodrestrucción, muchos radicales decidieron volver y, junto a otros pocos que aún quedan adentro, se constituirán en el meteorito que borrará a esos dinosaurios de la faz de la tierra.
Es tal vez la última oportunidad que tiene el radicalismo de salir adelante, con la vieja doctrina, pero con una moral nueva, con mensajes nuevos, con caras nuevas, que no muestran rasgos de incineración política.
Como en 1890 “la causa contra el régimen” será la fuerza motora. Y en estos momentos hay que empezar por casa, dentro de la propia U. C. R.
dp