lunes, 26 de febrero de 2007

LA CINEMATOGRÁFICA VIDA DE HIPÓLITO BOUCHARD





André Paul Bouchard nació el 15 de enero de 1780 en Bormes una localidad francesa cercana a Saint Tropez. Aún hoy, todos los 9 de julio la comuna de Bormes conmemora acto la independencia argentina, homenajeando así a la patria adoptiva de uno de sus hijos dilectos.
Ya desde niño se vinculó con marinos y evidenció un gusto particular por sus historias. No se sabe en que momento el joven André cambió su nombre a Hippolyte, desconociéndose también el motivo.
En 1798 Hipólito se incorporó a la armada francesa sirviendo en las campañas de Egipto y Santo Domingo y al desencantarse con el curso de la Revolución Francesa, emigró al Río de la Plata en 1809.
Bouchard pronto comenzó a sentir simpatía por las ideas del sector más duro de la Junta de gobierno, encabezado por Mariano Moreno, y puso sus conocimientos navales a disposición de la Revolución de Mayo de 1810, iniciadora del proceso de liberación del yugo español.
Cuando los patriotas enfrentaron las primeras hostilidades contra España, Bouchard sirvió bajo la comandancia de Azopardo en la primera escuadrilla argentina, al mando del bergantín "25 de Mayo". Tras la derrota de San Nicolás, el 2 de marzo de 1811, fue injustamente acusado de cobardía e irresolución. Sustanciado un proceso, terminó absuelto, reconociéndose que cumplió con su deber hasta que se vio desamparado por su tripulación, que entró en pánico en pleno combate. La propia ciudad de Buenos Aires fue bloqueada y bombardeada tras este combate y Azopardo fue capturado por los godos.
En 1812 ingresó al Regimiento de Granaderos a Caballo comandado por el Gral. San Martín. Como alférez participó en el primer combate de este luego glorioso escuadrón, la batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, siendo mencionado en el parte de guerra por su heroísmo. Bouchard siempre luciría con orgullo el aro en la oreja, símbolo de los granaderos. Luego acompañó al Libertador a reforzar el Ejército del Norte y posteriormente se incorporó al ejército de la Banda Oriental.
En 1814 se casó con Norberta Merlo, conveniente paso a los fines de ascender en la escala social, emparentándose con una familia rioplatense.


Bouchard corsario

Antes de continuar con el relato de la cinematográfica vida de nuestro héroe, debemos de aclarar el significado del término corsario, a fin de encuadrarlo dentro de un marco más adecuado y explicativo del accionar en esta forma de la guerra de independencia.
La patente de corso era un contrato por el cual un Estado otorgaba a un particular el derecho de atacar, apresar, saquear o destruir todo buque que enarbolara una bandera enemiga, a cambio de permitirle quedarse con una cierta parte del botín obtenido. A veces el Estado emisor de la patente aportaba la nave, o al menos pertrechos, víveres y una parte de la tripulación; el corsario debía cargar con el resto de los gastos. Debía izar, en el momento del ataque, la bandera del estado emisor de la patente.
El corso era considerado entonces una legítima manera de guerrear. Con algo de cinismo, podría decirse que permitía que la iniciativa privada participara en una guerra, asociada a un Estado beligerante.
Una reliquia de estas épocas se encuentra en la Constitución Argentina, Artículo 75, que dispone las competencias del Congreso, donde se expresa: "Conceder patentes de corso y de represalias, y establecer reglamentos para las presas".
Las campañas corsarias en Hispanoamérica se iniciaron en 1814, año en que por fin se terminó con el peligro que representaba Montevideo en manos españolas. Las naves bajo pabellón argentino realizaron las acciones más importantes. Las principales zonas de actuación fueron el Atlántico Sur y el Caribe, donde actuaron unos 60 corsarios, pero también hubo ataques en el Pacífico y hasta en el Mediterráneo. En el apogeo del corso, la ciudad de Cádiz estuvo a punto de ser bloqueada por naves hispanoamericanas.
Desde la Banda Oriental operaban más de 30 corsarios con patentes otorgadas por Artigas, quienes capturaron naves españolas y, tras la invasión de 1816, portuguesas. En el Caribe actuaron naves de la Gran Colombia y de México en combinación con los corsarios argentinos, siendo su base de operaciones la isla Margarita, Venezuela. Los corsarios chilenos, armados con apoyo de marinos argentinos y británicos, hicieron varias presas realista con base en Lima entre 1818 y 1820.
Las consecuencias más importantes del corso fueron las pérdidas y el estancamiento comercial que causaron al comercio español: sólo los corsarios de Buenos Aires capturaron unas 150 naves. Entre los más destacados figuran el irlandés Guillermo Brown (el creador de la armada argentina), el norteamericano David Jewitt (quien tomó posesión de las Islas Malvinas en nombre del gobierno de Buenos Aires en 1820) y el protagonista principal de esta historia.
En 1815 el Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas le otorgó la patente de corso a Bouchard, en una expedición financiada por Vicente Anastasio Echevarría, comerciante de Buenos Aires. Así se equiparon dos naves que pusieron proa al Cabo de Hornos para actuar en el Océano Pacífico. Una tormenta hundió uno de los barcos pero Bouchard logró salvar el suyo, la corbeta "Halcón", y rodear el Cabo, pese a la oposición de sus oficiales, que querían volverse y llevaron su insubordinación al borde del motín.
A fines de 1815, en pleno Pacífico, Bouchard se reunió con Guillermo Brown para coordinar acciones conjuntas. Fue un encuentro de temperamentos opuestos, que se proyectaban a las tripulaciones: profesionales, respetuosos del orden y de su capitán, en el buque del irlandés; indisciplinados y fuertemente enfrentados con el mando, en la nave del francés.





Almirante Guillermo Brown


En esta reunión acordaron que Brown sería el comandante general. Bouchard debió aceptar, pero no estaba de acuerdo con los desmesurados planes del irlandés, que decidió el bloqueo, nada menos, que de la fortaleza española de El Callao, Perú. Los tres barcos de la flota corsaria (Hércules, Santísima Trinidad y Halcón) hostigaron las líneas de comunicación realistas. Entre otras hazañas, hundieron una fragata y capturaron una nave similar, la "Consecuencia". Ese barco sería luego rebautizado con el nombre de "La Argentina", el buque que daría la vuelta al mundo al mando de Bouchard.
A mediados de 1816, Hipólito Bouchard desembarcó en Buenos Aires y se encomendó a los preparativos de una nueva expedición corsaria, patrocinada otra vez por su anterior promotor, Vicente Echevarría. Se hizo de los pocos recursos que el gobierno podía darle (sables de caballería, para una operación en el mar...) y preparo su tripulación, en la que se destacaba un joven criollo que participó en su anterior viaje, Tomás Espora, a quien esperaba un glorioso futuro.
En Septiembre de 1817 "La Argentina" atracó en Tamatave, Madagascar. Allí inspeccionó cuatro barcos (tres ingleses y uno francés), ejerciendo el derecho de visita (inspección) que Gran Bretaña y Estados Unidos aplicaban en África desde 1812. Bouchard comprobó que se trataba de barcos negreros, y entonces liberó a los esclavos y requisó los víveres. Cinco marineros de la goleta negrera francesa pidieron alistarse en "La Argentina", al conocer que su capitán era francés y luchaba por la libertad. En medio del cruce de los océanos Atlántico e Indico debieron soportar no solo tormentas, sino también una epidemia de escorbuto, falta de víveres y el descontento, rayano en el amotinamiento, de la tripulación.
En diciembre de 1817 fueron atacados por piratas malayos, famosos por su crueldad. Al ser derrotados su comandante y cinco oficiales se suicidaron. Siguiendo los usos y costumbres del mar, Bouchard convocó un consejo de guerra que juzgó a los prisioneros. Probados sus crímenes (entre ellos, el asesinato de toda la tripulación de un barco portugués que ya se había rendido), el consejo sentenció a muerte a los piratas, con excepción de algunos menores que fueron recibidos como grumetes.
Siguió su marcha "La Argentina" bloqueando Luzón, Filipinas, hundiendo dieciséis barcos, abordando otros dieciséis y apresando a cuatrocientos realistas. El bloqueo del comercio español causó en Manila una inflación del 200 % en solo 60 días. Hipólito Bouchard decidió luego ir a China, en busca de más navíos españoles, que se creían a salvo en esas aguas, pero nuevamente se enfrentó con la escasez de alimentos y la casi insubordinación de su tripulación. Bouchard revió su plan y puso proa a las Islas Hawai.
Uno de sus biógrafos (Julio Manrique, tripulante de "La Argentina") asegura que, en esos días, el corsario francés estaba meditando en atacar la isla británica de Santa Elena, en pleno Océano Atlántico, y liberar a su admirado Napoleón. La inconveniencia política del gesto y la presión de la tripulación para dirigirse a Hawai, es decir, en otra dirección, le habrían hecho renunciar a esa aspiración. Manrique es el único de todos los cronistas que menciona esta historia que ya a esta altura de la aventura corsaria de Bouchard puede o no ajustarse a la estricta verdad, convirtiéndose más en leyenda que pinta de cuerpo entero a un hombre tan intrépido.


Su capítulo más aventurero

En agosto de 1818, "La Argentina" fondeó en Kealakehua. Hawai era entonces un reino independiente, gobernado por Kameha Meha I, un monarca benévolo y progresista. Hawai también era una especie de paraíso: se caracterizaba por la desinhibición sexual de sus mujeres, que siempre hicieron las delicias de los marinos que arribaron a sus costas.
Apenas llegó Bouchard se encontró, atracada en el puerto, una nave que había sido comprada por el rey. Descubrió que era la corbeta argentina "Santa Rosa". La tripulación de este navío se había rebelado frente a la costa de Chile. Los hombres se dispersaron por la isla, habían tomado mujer y estaban adaptados a las costumbres locales. Ante la falta de tripulación, el capitán le vendió el buque al rey.
Entonces, una ley del mar, que se aplicaba estrictamente, establecía que cualquier capitán que encontrase marineros amotinados debía ejecutarlos sin dilación, como escarmiento y para evitar que el ejemplo cundiese. Bouchard apresó a un grupo de hombres del "Santa Rosa" y decidió efectuar el reclamo ante el propio monarca. Finalmente ambos llegaron a un acuerdo: el rey devolvía la nave, aportaría hombres a la tripulación de Bouchard (unos cien) y éste indemnizaría a la corona por los gastos de compra del buque.
Bouchard prosiguió la captura de los amotinados del "Santa Rosa" en Kaouai y en Oahu, siendo uno condenado a muerte y el resto a recibir azotes. Tras otorgar grados militares al rey Kameha Meha y nombrar algunos cónsules, decisiones para las que no estaba facultado, Bouchard partió hacia el este. Junto a "La Argentina" iba la "Santa Rosa", al mando de Peter Corney, ex marino a quien Bouchard conoció en Hawai “regenteando la taberna del pueblo”.
En las memorias de José Piris, integrante de la expedición, se afirma que Kameha Meha firmó un Tratado de Comercio, Paz y Amistad con Bouchard, en el que reconocía la independencia de las Provincias Unidas. De haber sido así, Hawai sería el primer país en reconocer la independencia argentina, ya que recién en 1821 Portugal haría lo propio, un año antes que Brasil y Estados Unidos y cuatro antes que Gran Bretaña, haciéndolo España recién en 1864. Empero, ni en la bitácora de Bouchard ni en ninguna otra fuente se asienta el reconocimiento de la independencia argentina, hecho de gran magnitud para faltar en la crónica documentada de los hechos.
Llega a California, entonces en manos españolas, el 20 de noviembre de 1818, en cercanías de Monterrey, su capital. En la madrugada del día 24, con los hombres rescatados del "Santa Rosa", Bouchard desembarcó con 200 infantes y marineros. Uno de los guerreros hawaianos que integraban la tripulación arrió la bandera española y enarboló la enseña argentina, tras escasa oposición armada. Desde ese día y hasta el 29 de noviembre, California fue Argentina.
Las tripulaciones de los barcos argentinos se dedicaron al saqueo. El ganado que no podía llevarse, se mataba. Se incendió el fuerte, el cuartel de artilleros, la residencia del gobernador y las casas de los españoles, pero se respetaron tanto las iglesias como las propiedades de los criollos.
Luego, los corsarios atacaron San Juan de Capistrano. Bouchard solicitó provisiones a cambio de no hostilizar la población, recibiendo como respuesta una bravuconada del prior. Una partida saqueó la misión, bien nutrida de licores, pero sin dinero ni tesoros, los que ya habían sido evacuados. El retorno de estos hombres a "La Argentina" fue un tanto errático, por su grado de ebriedad. La pequeña flota corsaria pasó de largo frente a San Diego y se refugió, para reparar los buques, en la bahía Vizcaíno (hoy Key Biscayne), permaneciendo en ese lugar hasta enero de 1819.
A San Juan de Capistrano llegan, en la primavera boreal, las golondrinas que emigran desde Argentina (una señal premonitoria?). En lo que hoy es Dana Point se sigue recordando el ataque de Hipólito Bouchard con la Fiesta Anual del Pirata. Cabe aclarar que, para la mayoría de los anglosajones, Bouchard es un mero pirata. Uno de los pocos que le hace justicia es Peter Uhrowczik, en "The Burning of Monterey: The 1818 Attack on California by the Privateer Bouchard", Cyril Books, 2001.
Aún hoy en Santa Bárbara pueden verse, en su muelle, mástiles con las banderas de las naciones que alguna vez ocuparon California: España, Rusia, México, Estados Unidos y... Argentina. En el segundo piso del County Court House hay un mural que representa la ocupación de 1818.
Retomamos la historia: siguen su ruta nuestros corsarios y sitian los puertos de San Blas y Acapulco, en México, donde nuevamente derrotan a los españoles. Ya en América Central atacaron Sonsonete, en El Salvador, y el 2 de abril, el Realejo, en Nicaragua, uno de los centros más importantes del comercio y la marina colonial, amén de principal astillero del Pacífico.
Debido a estas incursiones por Centroamérica, la población criolla recibía como libertadores a estos expedicionarios, identificándose inmediatamente con su causa y ofreciéndoles cobijo y reconocimiento eterno, a tal punto que varias banderas de los futuros países libres adoptaron los colores de la bandera Argentina.
Así vemos que hoy los pabellones nacionales de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, ostentan los colores de la bandera argentina, el azul-celeste y blanco, como testimonio de honra a aquellos que vinieron a rescatarlos de las manos del opresor colonial.
Bouchard, siempre inquieto y amante de la libertad, se pone al tanto de los planes del Libertador San Martín, que estaba por lanzar su campaña marítima contra el poder español en Perú, y decide dar por finalizada la expedición y enfilar hacia Valparaíso, Chile. Cuando llegó se encontró con desagradables sorpresas: por orden del vicealmirante escocés Lord Cochrane (el "Lord filibustero" como lo llamaba San Martín) fueron arrestados, acusados de piratería y el cargamento confiscado. Bouchard trató de resistir, pero la superioridad de sus adversarios hizo inútil cualquier defensa. Se rindió y quedó detenido.
Se inició un tortuoso juicio, en el que su defensor fue Tomás Guido. San Martín, Sarratea, Echevarría, O'Higgins, apelaron en su favor. Dado los débiles cargos del expediente, surge la idea de que la codicia de Lord Cochrane fue el acicate para el despojo, como tiro por elevación a San Martín, con quien tenía una sorda lucha de poder por reconocimientos y pagos por los servicios prestados.
Enfurecido ante la injusticia, el coronel Mariano Necochea, compañero de Bouchard en la batalla de San Lorenzo, armó un piquete de sus granaderos y tomó "La Argentina", desoyendo las amenazas de las autoridades. La nave le fue reintegrada al capitán francés.
Mientras tanto el financista de Bouchard, Echevarría, había conseguido nuevas patentes de corso y planeaba llamarlo a Buenos Aires, para operar con sus flotas en el Litoral argentino, pero el marino tenía otros planes. En una carta a este, Bouchard le comunicó que había decidido participar en la expedición a la tierra de los incas, y le pidió que velara por las necesidades de su familia (su esposa y sus hijas Carmen y Fermina) y se comprometió a reintegrarle los gastos a su regreso. Echevarría se enfureció y se negó. La familia de Bouchard quedó librada a su suerte.
Por los daños sufridos, tanto "La Argentina" como la "Santa Rosa" sólo hacían transportes de carga para los ejércitos libertadores, desembarcados en Perú en septiembre de 1820. Al poco tiempo, "La Argentina" fue desguazada y vendida como leña vieja. La "Santa Rosa" se incendiaría luego.
Sin recursos económicos, Bouchard se presentó al Gral. San Martín y le pidió que lo dejara regresar a Argentina. Pero el Libertador le pidió cinco meses más, tal vez pensando en darle el mando de la marina peruana tras la liberación (el 28 de julio de 1821 San Martín proclamó la independencia de Perú).
Cuando Cochrane se apoderó de los caudales limeños depositados en sus buques de guerra, con el pretexto de cobrar haberes adeudados, San Martín organizó la marina de guerra peruana y le dio a Bouchard el mando de la fragata "Prueba", la nave más importante de la flota. Lord Cochrane temió el enfrentamiento con el héroe franco-argentino y dio marcha atrás, llevándose consigo los caudales y dejando en la ruina financiera al nuevo estado.
Hasta 1828 Hipólito Bouchard siguió al servicio de la marina peruana. Entonces se retiró y se estableció en su hacienda, dada como recompensa por el Congreso peruano. Allí fundó un ingenio azucarero.
Entonces, las Provincias ya no más Unidas se desangraban en la guerra civil. El héroe de antaño nunca volvió a ver a su esposa ni a sus hijas, y se volvió cada vez más hosco. Su cólera explotaba a cada momento y se descargaba violentamente, justo él, libertador de esclavos, contra los peones de su hacienda.
El 4 de enero de 1837 golpeó a un sirviente, pero esta vez hubo violentas protestas. Bouchard tomó un pistolón y su viejo sable de abordaje, pero fue tarde. Los sirvientes lo mataron a puñaladas.
Sus restos estuvieron perdido por más de 120 años, hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en una cripta olvidada de una iglesia de Nazca. En julio de ese año, fueron exhumados por una comisión de las marinas argentina y peruana y repatriados a Buenos Aires, a bordo de un crucero llamado "La Argentina". Hoy reposan en el Cementerio de la Recoleta.


dp


FUENTES

Libros:
Bartolomé Mitre, "El crucero de la Argentina 1817-1819". "El Águila Guerrera" de Pacho O'Donnell, Editorial Sudamericana, 1998. "Corsarios argentinos" de Miguel Angel de Marco, Editorial Planeta, 2002.
Artículos:
"Cuando Hawai tuvo bandera argentina". Conrado Etchebarne Bullrich. La Nación, Suplemento Enfoques, domingo 14 de septiembre de 1997.
Pablo Cerone (2004) en
http://www.quintadimension.com/televicio/index.php?id=150


Links consultados:Artículo de Pablo Martín Cerone en http://www.quintadimension.com/televicio/index.php?id=150 http://www.ara.mil.ar/historia/origen.htm (página de la Armada Argentina). http://www.launion.com.ar/230502/230502cue00a.htm (sobre el supuesto intento de rescate de Napoleón). http://www.elhistoriador.com.ar/ (sitio del historiador Felipe Pigna)http://www.cibernautica.com.ar/historias/index.htm (algunos relatos del viaje alrededor del mundo)http://culturitalia.uibk.ac.at/hispanoteca/Foro-preguntas/ARCHIVO-Foro/Patente%20de%20corso.htm (sobre patentes de corso). http://www.ville-bormes.fr/vivre-personnalites.asp (en francés; sitio de la villa natal de Bouchard). http://www.noquartergiven.net/SJCmission.htm (en inglés; sitio de la misión de San Juan de Capistrano, célebre para los fans de la serie "El Zorro" con Guy Williams). Hay fotos del "festival" que recuerda el asalto de los corsarios argentinos. http://www.missionsjc.com/pirate.html (en inglés, similar a la página anterior)